Ungido como el salvador revolucionario ante la dictadura de Batista, Fidel Castro se encargó de destruir la prensa libre de la isla en año y medio.
“El conjunto de medios de comunicación, radio, televisión y prensa está dirigido, dominado, por el Estado y los que lo representan”, advirtió en 1965 el sociólogo francés Raymond Aron en su libro Democracia y Totalitarismo en referencia a las políticas de los regímenes comunistas como el de la extinta Unión Soviética, publica este domingo el diario venezolano El Nacional.
El control de los medios de comunicación y de la educación son elementos indispensables para el adoctrinamiento de la población y para eliminar la libertad de pensamiento, que atenta contra su permanencia en el poder.
Así, refiere El Nacional, en la Cuba de 1958, a pesar de la dictadura de Fulgencio Batista, muchos medios repudiaban las maniobras empleadas por él para consolidarse en el poder. Ningún país de América Latina tenía tantas publicaciones per cápita: eran más de 70 en una isla de 6 millones de habitantes. Fidel Castro, ungido como el salvador revolucionario ante la dictadura de Batista, se encargó de destruirlos en año y medio.
El profesor de literatura Víctor Manuel Camposeco describe en el portal revistareplicante.com el fin de la prensa libre en Cuba.
Tan sólo dos semanas después de hacerse con el poder, el 1° de enero de 1959, Castro lanzó lo que llamó la Operación Verdad. Comenzó con reuniones con periodistas en lujosos hoteles de La Habana y surgió Prensa Latina, aparato de propaganda internacional del régimen.
Luego empezó a golpear sistemáticamente a los medios independientes. Los Castro no se escudaron en carencias de suministros ni guerras económicas, e hicieron que sus acólitos arremetieran contra los diarios con los que no simpatizaban, puntualiza El Nacional.
Empezaron a imprimir publicaciones como Hoy y Revolución, reconocido como “el periódico de Fidel” y que en 1965 pasaría a llamarse Granma, el cual junto con Juventud Rebelde son los únicos dos diarios que aún circulan en la isla.
Desde el principio estuvo claro cuál era el norte de los gobernantes. “La objetividad es un mito de la civilización. La única base de la objetividad es aquella que refleja a la opinión pública. Y ¿dónde está la opinión pública? Cuando habla el doctor (Fidel) Castro lo hace en nombre del pueblo y expresa la opinión pública. Aquellos que ignoran la opinión pública defienden los intereses de la oligarquía”, dijo Armando Hart, el entonces ministro de Educación de Cuba, el 24 de octubre de 1959 durante la celebración del “Día del Reportero”. El funcionario remató la idea con una consigna que aún hoy se repite: “Ser anticomunista es ser antirrevolucionario”.
La Coletilla
El 26 de diciembre de 1959, Castro ordenó que todas las noticias que publicara la prensa, excepto los rotativos Hoy y Revolución, debieran ir acompañados al final de los textos de “aclaratorias de los comités de prensa libre”. Los periodistas llamaron coletilla a esta explicación obligatoria del gobierno.
A través de ella los “trabajadores” denunciaban si se publicaban “mentiras” contra la revolución. Con este método se inició la infiltración de las redacciones. Los reporteros llegaron al punto de dejar en blanco el espacio en el diario y publicar sólo la coletilla, como protesta, aunque no se publicase nada que desmentir.
Los incondicionales del régimen ganaron poder y comenzó un proceso más fuerte en el que todo medio que fuera “contrarrevolucionario” era confiscado o asaltado por turbas, que se convirtieron en un grupo de choque denominado Frente Independiente de Emisoras Libres, o simplemente FIDEL.
Los diarios pequeños cerraron, las intimidaciones se hicieron constantes y los periodistas debían huir para evitar ser detenidos o terminar ante pelotones de fusilamiento cuando la masa clamaba por el paredón.
Sólo dos periódicos sobrevivieron: el Diario de la Marina, que tenía 128 años de fundado, y Prensa Libre, el de mayor circulación del país. En abril de 1960 cayó el primero.
La Revista Bohemia, fundada en 1908, era una importante publicación que sobrevivía junto con estos dos rotativos. El mismo Castro escribió en ese medio. De Bohemia salió el periodista Agustín Alles, que había entrevistado a Fidel en la Sierra Maestra dos años antes de tomar el poder y que después sería otro exiliado del régimen. Sus testimonios –junto con los otros periodistas– corrobora la versión de Camposeco acerca de cómo el régimen castrista acabó con la prensa independiente en Cuba.
Alles falleció en 2013 en Miami, después de dejar su país 53 años antes.
El 15 de junio de 1960 Castro celebró “el Día de la Libertad de Prensa” en la isla: para el 4 de julio del mismo año se arrebataron las oficinas de Prensa Libre, edificación que había costado 3 millones de dólares y tenía una de las mejores rotativas de América. En el último piso se esperaba que funcionase una estación de radio. Tras la toma, Fidel Castro consideró que el lugar debía ser utilizado como el Ministerio de Información en el país, concluye El Nacional.
El control de los medios de comunicación y de la educación son elementos indispensables para el adoctrinamiento de la población y para eliminar la libertad de pensamiento, que atenta contra su permanencia en el poder.
Así, refiere El Nacional, en la Cuba de 1958, a pesar de la dictadura de Fulgencio Batista, muchos medios repudiaban las maniobras empleadas por él para consolidarse en el poder. Ningún país de América Latina tenía tantas publicaciones per cápita: eran más de 70 en una isla de 6 millones de habitantes. Fidel Castro, ungido como el salvador revolucionario ante la dictadura de Batista, se encargó de destruirlos en año y medio.
El profesor de literatura Víctor Manuel Camposeco describe en el portal revistareplicante.com el fin de la prensa libre en Cuba.
Tan sólo dos semanas después de hacerse con el poder, el 1° de enero de 1959, Castro lanzó lo que llamó la Operación Verdad. Comenzó con reuniones con periodistas en lujosos hoteles de La Habana y surgió Prensa Latina, aparato de propaganda internacional del régimen.
Luego empezó a golpear sistemáticamente a los medios independientes. Los Castro no se escudaron en carencias de suministros ni guerras económicas, e hicieron que sus acólitos arremetieran contra los diarios con los que no simpatizaban, puntualiza El Nacional.
Desde el principio estuvo claro cuál era el norte de los gobernantes. “La objetividad es un mito de la civilización. La única base de la objetividad es aquella que refleja a la opinión pública. Y ¿dónde está la opinión pública? Cuando habla el doctor (Fidel) Castro lo hace en nombre del pueblo y expresa la opinión pública. Aquellos que ignoran la opinión pública defienden los intereses de la oligarquía”, dijo Armando Hart, el entonces ministro de Educación de Cuba, el 24 de octubre de 1959 durante la celebración del “Día del Reportero”. El funcionario remató la idea con una consigna que aún hoy se repite: “Ser anticomunista es ser antirrevolucionario”.
La Coletilla
El 26 de diciembre de 1959, Castro ordenó que todas las noticias que publicara la prensa, excepto los rotativos Hoy y Revolución, debieran ir acompañados al final de los textos de “aclaratorias de los comités de prensa libre”. Los periodistas llamaron coletilla a esta explicación obligatoria del gobierno.
A través de ella los “trabajadores” denunciaban si se publicaban “mentiras” contra la revolución. Con este método se inició la infiltración de las redacciones. Los reporteros llegaron al punto de dejar en blanco el espacio en el diario y publicar sólo la coletilla, como protesta, aunque no se publicase nada que desmentir.
Los incondicionales del régimen ganaron poder y comenzó un proceso más fuerte en el que todo medio que fuera “contrarrevolucionario” era confiscado o asaltado por turbas, que se convirtieron en un grupo de choque denominado Frente Independiente de Emisoras Libres, o simplemente FIDEL.
Los diarios pequeños cerraron, las intimidaciones se hicieron constantes y los periodistas debían huir para evitar ser detenidos o terminar ante pelotones de fusilamiento cuando la masa clamaba por el paredón.
Sólo dos periódicos sobrevivieron: el Diario de la Marina, que tenía 128 años de fundado, y Prensa Libre, el de mayor circulación del país. En abril de 1960 cayó el primero.
Alles falleció en 2013 en Miami, después de dejar su país 53 años antes.
El 15 de junio de 1960 Castro celebró “el Día de la Libertad de Prensa” en la isla: para el 4 de julio del mismo año se arrebataron las oficinas de Prensa Libre, edificación que había costado 3 millones de dólares y tenía una de las mejores rotativas de América. En el último piso se esperaba que funcionase una estación de radio. Tras la toma, Fidel Castro consideró que el lugar debía ser utilizado como el Ministerio de Información en el país, concluye El Nacional.