Washington Post relata los sueños rotos de Isla de Pinos

Estudiantes nicaraguenses en Isla de la Juventud.

"Si los estadounidenses quieren volver, muy bien, pero dudo que eso va a suceder en el corto plazo", dijo Carlos Enríquez.

Algunos lugares son bendecidos por la geografía, con un puerto profundo, poderosos ríos o abundantes recursos naturales, publica el periodista Nick Miroff en el diario The Washington Post.

Luego hay lugares donde la geografía es más que nada una maldición, dice el enviado para América Latina del rotativo capitalino, donde "en ausencia de cualquier característica distintiva o finalidad económica, parecen como una pizarra en blanco, invitando a grandiosos planes y ambiciones, la cubana Isla de la Juventud es uno de esos lugares".

Recuerda la historia de la isla como refugio de piratas, penal en la colonia española, enclave norteamericano, colonia penal en la república cubana y escenario de otro ambicioso proyecto de Fidel Castro en el tema del internacionalismo comunista.

Sobre los planes de Castro, dice Miroff que "todos ellos fracasaron. Castro cambió el nombre del enclave de Isla de Pinos a Isla de la Juventud, en 1978, por los miles de jóvenes de países del tercer mundo que vinieron a estudiar en escuelas en el campo como parte de la estrategia de expansión ideológica internacional del régimen comunista".

Los pineros, como todavía le dicen a los residentes de la Isla de la Juventud no tienen esperanza en un regreso rápido de turistas estadounidenses y así lo dijo al Washington Post Carlos Enríquez - "Si los estadounidenses quieren volver, muy bien, pero dudo que eso va a suceder en el corto plazo". Enríquez es propietario de una discoteca al aire libre construida sobre las ruinas de los baños de aguas minerales del siglo XIX y recuerda también que los estadounidenses le llamaban Shangri-La, dijo Enríquez.

Otro de los problemas que golpea a la otrora Isla de Pinos es, como al resto de Cuba, la sangría migratoria de los más jóvenes y los más capaces en busca de libertades y de una mejor vida allende los mares.

En la isla se consideran doblemente aislados, de Cuba y del mundo. Con con nostalgia recuerdan la época en que a diario se podía volar a La Habana en 25 minutos y que llegaron a ser hasta cinco vuelos al día; y los cometas de fabricación soviética que que comunicaban Nueva Gerona con Batabanó en dos horas. Ahora quedan los ferries, que en tres horas hacen el recorrido.

Castro inundó la isla de escuelas, levantando 61 de ellas para los estudiantes de Nicaragua, Etiopía, Sudán, Angola o Namibia. Tras la desaparición del campo socialista se acabaron las becas a los estudiantes africanos y las escuelas pasaron a ser viviendas para los pineros, rodeados de afiches de Guevara, Lenin o cabecillas africanos.

Uno de los residentes de aquellas escuelas dijo que en ocasiones la visitan los estudiantes de Namibia, ahora altos funcionarios en su país, y lloran cuando ven las condiciones en que está la escuela.