Las instituciones gubernamentales son las que autorizan a navegar por la red a periodistas y funcionarios que laboran dentro del engranaje estatal.
Veo bien que existan blogueros que defiendan a los Castro. Tampoco me molesta que hagan eventos, fiestas y debates. En esta marea de blogs y webs oficiales hay personas talentosas. Desde los realizadores de La Joven Cuba, Paquito el Gay, Negra tenía que ser, de Sandra Álvarez, o Polémica Digital de Elaine Díaz.
Me parecen honestos. Apoyan la revolución y se sienten orgullosos de respaldarla. Lo que me disgusta de algunos de ellos es que intentan vender un discurso de respeto y tolerancia que en la práctica no cumplen. A veces hablan de diversidad de criterios, pero solo dentro de los 'parámetros revolucionarios'.
Esa muletilla invalida la discusión. No son originales. Retoman un concepto instaurado por Fidel Castro en junio de 1961, cuando el comandante con su uniforme verde olivo, resolvió el dilema sobre la libertad de expresión situando su pistola frente a los impávidos intelectuales que participaban en un debate en la Biblioteca Nacional.
Su frase “dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada” se ha convertido en la 'regla de oro' por la cual se rigen las instituciones culturales y los medios nacionales de comunicación. Hasta el día de hoy.
No hay nada más antidemocrático que esa expresión. Si a usted le parece bien lo que hace 51 años dijo el guerrillero, perfecto. Pero por favor, no aparente ser una persona liberal de la izquierda moderna.
Todo lo que sea excluyente es una aberración. Dentro de la panoplia de bitácoras oficialistas hay blogueros con discursos moderados. Tiran una de cal y otra de arena. Defienden el derecho a internet y abogan por la derogación de los permisos de salida.
Aunque pretenden ignorar a quienes no están de acuerdo con la autocracia de los hermanos de Birán. Los ‘contrarrevolucionarios’ también somos cubanos. Y con derechos. Por miedo o deshonestidad profesional se silencia el tema.
Gobernar a lo Castro no es sinónimo de Cuba o de Patria. Aunque muchos pretendan confundirlo. A raíz de un evento efectuado en Matanzas, donde se excluyó a blogueros que apuestan por el socialismo, se ha desatado una cacería de brujas contra Elaine Díaz y Yasmín Silvia Portales.
Es una muestra de que las autoridades aprueban sólo a los que aplauden todo su discurso y no una parte de él. Creo que es de ingenuo pensar que el régimen va a permitir pasivamente la liberalidad y tolerancia.
A cambio de incondicionalidad, les asignan horas de internet y crédito libre para tuitear. En la otra acera, los blogueros alternativos pierden credibilidad si aceptan ayudas del exterior. En uno y otro bando, lo deseable sería tener plena y total independencia.
Pero la realidad suele ser complicada en un país como Cuba, donde una hora de internet equivale al jornal de quince días de trabajo de un obrero, y para adquirir un ordenador necesita el salario de dos años.
Los que apoyan rodilla en tierra a Fidel Castro tienen sus facilidades. Yohandry, autor del blog oficial más informado (en La Habana se rumora que es el seudónimo de un miembro de la Seguridad del Estado) emite dos veces más twitters que Yoani Sánchez.
Cada twitter cuesta un peso convertible. Sánchez publica en El País y otros diarios, ha ganado numerosos premios en metálico y se supone que paga sus twitters. Me pregunto quién paga los de Yohandry y compañía.
Las instituciones gubernamentales son las que autorizan a navegar por la red a periodistas y funcionarios que laboran dentro del engranaje estatal, y les permite mantener actualizados sus sitios digitales. Puede que no todos apoyen incondicionalmente al régimen. Y que más de uno tenga discrepancias.
Pero las reglas de juego trazadas por Fidel Castro en 1961 han servido para alimentar la hipocresía y las mascaradas. De lo que se trata es que el estado de cosas debe cambiar. Y ese cambio pasa por respetar posiciones políticas y tendencias ideológicas diferentes.
De nada vale atacarnos unos a otros en nombre de ideales supremos. Elaine Díaz, una de las mejores blogueras cubanas, si no la mejor, debe existir. Y cohabitar con Havana Times, Enrique Ubieta, Cubadebate, Pedro Campos, Miriam Celaya, Luis Felipe Rojas y Laritza Diversent.
Cada cual en su espacio. Con derecho a poder dialogar respetuosa y públicamente con ciudadanos de criterios políticos diversos. Sin interferencias ni descalificaciones del gobierno y sus voceros. Eso es lo que yo entiendo por democracia.
Me parecen honestos. Apoyan la revolución y se sienten orgullosos de respaldarla. Lo que me disgusta de algunos de ellos es que intentan vender un discurso de respeto y tolerancia que en la práctica no cumplen. A veces hablan de diversidad de criterios, pero solo dentro de los 'parámetros revolucionarios'.
Esa muletilla invalida la discusión. No son originales. Retoman un concepto instaurado por Fidel Castro en junio de 1961, cuando el comandante con su uniforme verde olivo, resolvió el dilema sobre la libertad de expresión situando su pistola frente a los impávidos intelectuales que participaban en un debate en la Biblioteca Nacional.
Su frase “dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada” se ha convertido en la 'regla de oro' por la cual se rigen las instituciones culturales y los medios nacionales de comunicación. Hasta el día de hoy.
No hay nada más antidemocrático que esa expresión. Si a usted le parece bien lo que hace 51 años dijo el guerrillero, perfecto. Pero por favor, no aparente ser una persona liberal de la izquierda moderna.
Todo lo que sea excluyente es una aberración. Dentro de la panoplia de bitácoras oficialistas hay blogueros con discursos moderados. Tiran una de cal y otra de arena. Defienden el derecho a internet y abogan por la derogación de los permisos de salida.
Aunque pretenden ignorar a quienes no están de acuerdo con la autocracia de los hermanos de Birán. Los ‘contrarrevolucionarios’ también somos cubanos. Y con derechos. Por miedo o deshonestidad profesional se silencia el tema.
Gobernar a lo Castro no es sinónimo de Cuba o de Patria. Aunque muchos pretendan confundirlo. A raíz de un evento efectuado en Matanzas, donde se excluyó a blogueros que apuestan por el socialismo, se ha desatado una cacería de brujas contra Elaine Díaz y Yasmín Silvia Portales.
Es una muestra de que las autoridades aprueban sólo a los que aplauden todo su discurso y no una parte de él. Creo que es de ingenuo pensar que el régimen va a permitir pasivamente la liberalidad y tolerancia.
A cambio de incondicionalidad, les asignan horas de internet y crédito libre para tuitear. En la otra acera, los blogueros alternativos pierden credibilidad si aceptan ayudas del exterior. En uno y otro bando, lo deseable sería tener plena y total independencia.
Pero la realidad suele ser complicada en un país como Cuba, donde una hora de internet equivale al jornal de quince días de trabajo de un obrero, y para adquirir un ordenador necesita el salario de dos años.
Los que apoyan rodilla en tierra a Fidel Castro tienen sus facilidades. Yohandry, autor del blog oficial más informado (en La Habana se rumora que es el seudónimo de un miembro de la Seguridad del Estado) emite dos veces más twitters que Yoani Sánchez.
Cada twitter cuesta un peso convertible. Sánchez publica en El País y otros diarios, ha ganado numerosos premios en metálico y se supone que paga sus twitters. Me pregunto quién paga los de Yohandry y compañía.
Las instituciones gubernamentales son las que autorizan a navegar por la red a periodistas y funcionarios que laboran dentro del engranaje estatal, y les permite mantener actualizados sus sitios digitales. Puede que no todos apoyen incondicionalmente al régimen. Y que más de uno tenga discrepancias.
Pero las reglas de juego trazadas por Fidel Castro en 1961 han servido para alimentar la hipocresía y las mascaradas. De lo que se trata es que el estado de cosas debe cambiar. Y ese cambio pasa por respetar posiciones políticas y tendencias ideológicas diferentes.
De nada vale atacarnos unos a otros en nombre de ideales supremos. Elaine Díaz, una de las mejores blogueras cubanas, si no la mejor, debe existir. Y cohabitar con Havana Times, Enrique Ubieta, Cubadebate, Pedro Campos, Miriam Celaya, Luis Felipe Rojas y Laritza Diversent.
Cada cual en su espacio. Con derecho a poder dialogar respetuosa y públicamente con ciudadanos de criterios políticos diversos. Sin interferencias ni descalificaciones del gobierno y sus voceros. Eso es lo que yo entiendo por democracia.