Cuando Radio Televisión Martí preparaba este cuestionario sabía que se enfrentaba a testimonios tan diferentes como distintas han sido las dinámicas de la censura y la represión contra la prensa independiente en Cuba desde 1959.
Jorge Olivera Castillo (La Habana, 1961) es un hombre que cree en la palabra escrita y por ella ha caminado un derrotero de amenazas, imposiciones, penas de cárcel y escarnio público.
Cuando en 2003, el régimen de Fidel Castro impuso la Ley 88 por supuestos delitos contra la Seguridad del Estado y conocida como "Ley Mordaza”, Olivera fue condenado a 18 años de cárcel. Lo enviaron desde la capital cubana a extinguirse en Guantánamo, a más de 900 kilómetros de su residencia, pero no quebraron su creencia en el periodismo.
Al salir de prisión por motivos de salud continuó en sus labores periodísticas en el portal Cubanet, a la par de su creación literaria. Hoy es el autor de varios libros de poesía y narrativa, y la coordinación y promoción (junto a un equipo de creadores) del Club de Escritores y Artistas de Cuba (CEAC).
En su caso, ¿cuánto ha influido el hostigamiento policial y la propaganda gubernamental contra su labor en la estabilidad de su familia o la relación con vecinos y amistades más cercanas?
El hostigamiento y la propaganda hostil y constante por todos los medios de comunicación han sido el motivo para que los vecinos limiten sus relaciones por miedo a sufrir las mismas represalias, y muchas amistades tomen distancia y en ocasiones se alejen de manera definitiva.
¿Qué obstáculos legales o impuestos por la Seguridad del Estado ha debido sortear en su intención de hacer periodismo? ¿Cuánto cree que ha influido esta hostilidad en su obra periodística?
No es fácil hacer periodismo en un clima tan adverso. Es como estar en un escenario de guerra, sin balas ni cañonazos, pero a merced de ser blanco del odio gubernamental que puede llegar en forma de detenciones, actos de repudio y cárcel. La libertad de expresión tiene que estar en consonancia con los fines del socialismo, de lo contrario es un acto contrarrevolucionario. Así que el ejercicio del periodismo independiente es ilegal. Se trata de una actividad punible.
Lee también Jorge Olivera Castillo contra la soledad y aspereza de los carcelerosUno de los objetivos de la censura y otros mecanismos represivos es atemorizar al comunicador independiente o alternativo para disuadirlo de realizar su labor. ¿Ha sentido miedo? ¿Puede describir algunas de estas situaciones?
El miedo es una reacción normal ante el peligro y el gobierno de la isla se encarga de mantener en óptimas condiciones su maquinaria represiva. La impunidad es una de las piezas de ese mecanismo encargado de destruir cualquier iniciativa contraria a los postulados del partido único.
Personalmente creo en la pureza de los ideales que defiendo. Insisto creer en la posibilidad de practicar derechos consignados en documentos de las Naciones Unidas, ni más ni menos. Solo eso. Sin ningún tipo de reservas afirmo que los miedos son fieras que pueden domesticarse. Virtud, humildad, constancia y coraje, son parte del instrumental para lograrlo.
Ante la presión del Estado para silenciar a las voces discordantes –y la prensa independiente es una de las más constantes-, ¿por qué insiste en dedicarse a una de las labores más peligrosas que se llevan a cabo en países en dictadura?
Siempre he sentido una pasión especial por el trabajo con la palabra escrita. Por otro lado, considero que el periodismo independiente constituye un pilar de inestimable valor en la difícil y compleja lucha por la emancipación de una de las dictaduras más longevas de la historia contemporánea.
Es necesario continuar desmontando los fundamentos de un modelo que nos vendieron como lo mejor del mundo.
La prensa oficial se empeña en construir una falsa realidad. Miente descaradamente, oculta los efectos devastadores de un sistema político que ha demostrado su inoperancia y su disposición a gobernar por la fuerza.
Estamos aquí para quitar los velos, desmontar las patrañas, decirle al mundo que en vez de ciudadanos somos rehenes de una cúpula de poder irresponsable y ubicada en las antípodas de lo que predica en las tribunas.