Ha llegado el 25 de septiembre y Miami se resiste a creerlo: José Fernández, el prometedor y talentoso serpentinero del equipo de los Marlins ya no está desde hace un año.
Aquel domingo la ciudad del sol despertó con la noticia sobre la muerte del carismático pitcher que arrastraba a fanáticos de todas las edades hacia el estadio de la Pequeña Habana.
La muerte de Fernández está llena de paradojas, de preguntas y de lamentos por aquel accidente marítimo frente las costas de Miami. El cubanito que se salvó de las fauces de los tiburones en su travesía desde Cuba hacia la Florida prometía ser un lanzador capaz de llevarse varios récords y hasta abrir el camino al Salón de la Fama algún día.
Al funeral de Fernández asistieron cientos de miles de fanáticos que lo seguían, niños que aspiraban a vestir la camisa con el número 16 a la espalda. Los honores, aseguran los miamenses, fueron solo comparables a los ofrecidos cuando la muerte de la gran sonera Celia Cruz.
En las cuatro campañas en que participó Fernández ganó 38 partidos y perdió 17, para un promedio de 2.58, a lo que se le suma su desempeño en el cajón de bateo debido a que jugaba por la Liga Americana: 29 hits, 4 dobletes, 14 extra bases y dos jonrones.