Juan Carlos Rodríguez (su apellido artístico es Rod) llegó a Miami el pasado octubre para visitar amigos de toda la vida. Gente de su profesión y también familiares.
En la llamada Ciudad del Sol no le alcanzó el tiempo. Durmió poco y, como todos aquí, recorrió cientos de millas en tan solo una semana. Atrás habían quedado días intensos en la grabación de la teleserie Celia, que Telemundo está transmitiendo ahora y en la que interpreta el papel de Rolando, el director de Radio Progreso.
Se lo tenía bien callado. Queremos decir que no iba pregonándolo por ahí. Miami era el viaje prometido de casi todos los cubanos. Sus colegas se desenvuelven bien en el día a día; algunos viven del teatro, pero muchos lo alternan con otros oficios. Nada nuevo.
Juan Carlos lo probó en Barcelona, ciudad que compartió, alrededor de una década, con quien escribe estas líneas. Pero ha quedado claro que Barcelona tenía un final escrito. Colombia lo esperaba con los brazos abiertos, como profesor de artes escénicas, como actor de telenovelas, como intérprete sobre las tablas y como espectador en los muchísimos festivales y eventos culturales de Bogotá.
Una segunda (¿o tercera?) oportunidad para este bailador –y profesor– de casino que ha sabido reinventarse en todos los tiempos, desde que se licenció en Artes Escénicas, en la especialidad de Actuación. Ahora tiene 52 y no lo oculta. Ha pasado el tiempo, pero los consejos de sus maestros Vicente y Raquel Revuelta siguen en pie.
Juan Carlos es quien está detrás del maquillaje y vestuario de La Polly, aquella señora de 80 años mitad cubana mitad española que entra a los espectáculos diciendo: "La gente ya no es como antes".
¿Qué recuerdos tienes de Vicente y Raquel Revuelta? ¿Qué aportaron a tu trabajo profesional?
La última vez que los vi estaban sentados juntos en la sala Adolfo Llauradó, al terminar una función de teatro dirigida por Raquel, creo que Tartufo. Fui a despedirme de ellos dos días antes de viajar a Barcelona. Esa es la imagen que guardo, la de dos hermanos que se querían mucho y hasta su desaparición física no dejaron de hacer teatro. El teatro era su vida.
Fueron mis maestros en la carrera que duró cinco años y que se extendió a ocho, cuando después de graduarme pasé a formar parte de Teatro Estudio y trabajar bajo su dirección en varias puestas. La combinación de sus métodos de trabajo era muy buena.
Raquel nos convenció de que el método creado por Stanislavki tenía que ser la columna para la creación de un personaje. Nos hizo trabajar con esa metodología lo mejor de la dramaturgia española y europea con Lorca, López de Vega, Zorrilla, Calderón, Muñoz Seca; Molière, Brecht, Shakespeare. También O'Neill, Tennessee Williams, Albee, del teatro psicológico norteamericano; teatro latinoamericano, teatro cubano con Virgilio, y otros autores aunque no dramaturgos, pero de los que consideraba importantes como García Márquez, Eliseo Diego y Carpentier, por mencionarte algunos.
Vicente, aunque un convencido también de Stanislavski, era más experimental, más arriesgado, y nos transmitía ideas y formas que venían de las vanguardias con Antonin Artaud, Grotowski, Peter Brook y de su propia experiencia. A ella le debo también el haber comprendido que no solo de aptitudes se hace un actor. Hay que dedicarle tiempo y rigor a esta profesión. Muchas horas de trabajo. Nos decía también que el trabajo del actor no terminaba en el ensayo. Hay que estar siempre alerta, observando y estudiando la vida cotidiana. Pero nos decía algo más, que creo es de las cosas más importantes: Un actor debe cultivarse constantemente, con la literatura, las artes plásticas, la música, la danza, el cine, con todas las disciplinas. No concebía un actor ajeno a las demás artes. Todas son fuentes, alimento para la creación. Un actor inculto solo podrá crear personajes sin brillo, insuficientes. Rozando siempre la mediocridad.
¿Qué opinión tienes sobre el Teatro Cubano de los 90, una época difícil para todo cubano pero en la que, paradójicamente, se hizo mucho teatro?
Los 90 fueron años rotos. Muy difíciles. Quizás los más duros para la gente. Partidas de amigos y familia, racionamientos de luz, comida, transporte. Doble moneda. Desabastecimientos. Muchas carencias. Se juntaron muchas tristezas. Recuerdo aquel modismo en boca de la gente: "¡No es fácil!".
Ante esas adversidades uno tiene que salvarse como sea. Y yo, como muchos de mis amigos, tenía el teatro. Pero tuvimos que enfrentar una especie de paradoja del comediante en un contexto en crisis. Sin embargo, también como muchos colegas, fue cuando más inquieto y ocupado estuve. Hacía, a la vez que teatro, radio, televisión y cabaret. Hasta la montaña fui, una experiencia única y necesaria. Y dos refrescantes salidas al extranjero, pero con regreso. Y claro está, como muchos, también fiestas de cumpleaños.
Vendí artesanías, pan con bistec de cerdo, fui taxista… Nos vestimos de personajes reales. Fueron los años en Teatro Estudio con Concierto Barroco, Dolor bajo llave, Clowns Cervantinos, Fábula de nunca jamás, EL No y Medida por Medida que, ingeniosamente por aquello de los apagones, Vicente la concibió en la Casona de Línea con luz natural el primer acto y con antorchas el segundo. Ganó el premio Villanueva.
Después vino Timeball y Fifty Fifty con Vital Teatro, y claro, algún que otro proyecto fallido como Un guiri en La Habana con Figas Teatro. Fue una época donde surgieron y se afianzaron grupos humorísticos o no, como La Seña del Humor, de Matanzas; Sala Manca, Honoris Causa, El Público, Danza Abierta entre otros, que se ocuparon y preocuparon por reflejar el latido histórico-social, el drama de la gente. La crisis hizo que surgieran "artistas de ocupación y preocupación", como decía Lorca. Y estamos hablando solo de teatro. Pero eso fue extensivo también en las artes plásticas, la danza, el cine (Guantanamera, Nada, Entre ciclones, Alicia en el pueblo de Maravillas…), y algo en la radio. ¿Recuerdas El Programa de Ramón, que sobrevivió hasta el 1991?
¿Cómo fue tu vida profesional en Barcelona? ¿Es fácil hacer teatro allí?
Vital experiencia. Hacer teatro siempre ha sido difícil, dependemos de muchos factores: tiempo para ensayar, producción, local de ensayos, promoción y unos cuantos etcéteras. Cuando ya la tienes casi lista, vender la obra y tratar de hacer las mayores funciones posibles para consolidarla, recuperar lo invertido y ganar algo. Te salvaba el espíritu, pero casi nunca el bolsillo. Cuando te instalas fuera de tu país, tienes que comenzar de cero, te lleva tiempo entender otra burocracia, otra cultura. Otros que aman esta profesión y han cruzado el charco pueden dar fe de lo que estoy hablando.
Si en Cuba los 90 fueron difíciles por las razones que te apuntaba en tu primera pregunta, y que contrariamente fue una época de mucha creación, en Barcelona nos pasaba un tanto lo mismo, pero con otras particularidades. Tenía muchas cosas resueltas. Pero carecías de otras que pueden ser también muy duras, como la lejanía de tu tierra, la familia y amigos, adaptación a otra cultura. Entender otros procesos y asumirlos.
Sin embargo, nunca me pasó por la cabeza renunciar al teatro. Como en Cuba, aquí también nos salvaba. Viajé en el 2003 a Barcelona con Teatro El Puente con Itawameyi, o lo que se sabe, no se pregunta. Y en dos años que tuvimos juntos, incorporamos dos espectáculos más. Pero como teníamos que trabajar en otras cosas ajenas al teatro para sostenernos, ya no podíamos ni entrenar, ni ensayar con la frecuencia que queríamos. Después de dos años con El Puente, tuve una pausa de cuatro meses. Fue la única vez que me aparté un poquito del teatro, y fueron los más tristes de mi paso por esa entrañable tierra. Pero el teatro me salvó otra vez.
Me llamaron de una compañía integrada por catalanes, uruguayos y colombianos para hacer una gira por España que duró casi dos años con Las aventuras de Tom Sawyer. Conocí toda la península haciendo dos de las cosas que más me gustan: viajar y actuar. Gracias a ese nuevo impulso, y con más tiempo y algo de dinero, fundé mi propia compañía La Pupila Teatro. Y con ella hicimos, en cinco años, un espectáculo infantil, dos obras para adultos, tres de calle y un monólogo humorístico. No ganaba mucho dinero, como te podrás imaginar, pero al ser el director de mis propios proyectos podía organizarme para hacer otras cosas, y esta vez sí relacionadas con mi profesión. Alternaba mis montajes y funciones con clases de teatro en la Diputación de Barcelona, algún que otro doblaje para la televisión, talleres para niños en escuelas y centros cívicos, y esporádicas presentaciones con el personaje humorístico de la abuela Polly en el canal 25 TV.
¿Qué haces ahora en Colombia? Háblanos de tu personaje en la telenovela producida por FOX sobre la vida de Celia Cruz…
Me trasladé a Colombia con mi esposa, que es colombiana, a finales del 2010. Fui a parar a una de las ciudades donde, junto a Buenos Aires, más teatro se hace y se ve en este continente. Bogotá es una ciudad muy grande y con un movimiento teatral de los mejores del mundo. Con varios festivales, entre ellos los internacionales Iberoamericano de Bogotá y el Alternativo. Existe durante todo el año una cuantiosa y variada programación. Eso te ofrece oportunidades. Me siento muy bien aquí. He podido estrenar casi un espectáculo de teatro por año. Con dos de ellos participamos con La Pupila Teatro en el Festival iberoamericano y en el Festival de Las Artes Escénicas del Caribe del 2012 en Cartagena. Temporada en el Teatro Nacional y presentaciones en algunas Universidades. Y este año con Los Gitanos hicimos 27 funciones en La Feria Internacional del Libro en el pabellón dedicado a Macondo.
Ahora imparto clases de teatro en una universidad y trabajo en el montaje del monólogo de Molly Bloom, del Ulises de Joyce y La casa de Bernarda Alba, de Lorca, con alumnos de Comunicación. También estoy preparando una selección de cuentos que he escrito en los últimos tres años y una obra de teatro del absurdo. En cinco años he tenido la oportunidad de trabajar también en cuatro telenovelas, la última Celia, que se está viendo en Miami a través de Telemundo. Interpreto a Rolando, el director de talento de Radio Progreso, la emisora que la dio a conocer a través de uno de sus concursos.
Siendo cubano, tiene mucho significado haber integrado el elenco de esta producción. A Celia la escuché por primera vez en el año 92, en casa de unos amigos españoles en Madrid, era también la primera vez que salía fuera de Cuba. Y créeme, se sorprendieron cuando les dije que no la conocía. No sentí vergüenza al no saber quién era, porque la verdad no fue mi culpa que no conociera su música. Es una pena que varias generaciones de cubanos no sepan quién fue y que sean los colombianos y no los cubanos quienes hayan tenido esta iniciativa. Y no me extraña.
Celia era muy querida en Colombia. Ella manifestó muchas veces su amor a esta tierra y a su gente; y aunque la telenovela tenga elementos de ficción, como es lógico para este tipo de producto, no se puede negar que los colombianos han tenido un hermoso gesto de gratitud y amor que no se le ocurrió a nadie en la isla, ni fuera de ella. Detractores entre la comunidad cubana no han faltado.
Para este proyecto estuve buscando una biografía sobre Celia o de la Sonora Matancera, otra institución que es gloria de la música cubana. Solo di con una biografía, de autor colombiano, Eduardo Marceles Daconte, y se titula precisamente ¡Azúcar! Gracias a Colombia (el lugar donde más música cubana de la buena se escucha en la radio y en bares), mucha gente en Miami y en Cuba está descubriendo a Celia Cruz, la guarachera de Cuba.
Cuéntanos cómo está La Polly…
De vacaciones, supongo que sea una temporada, pero le tengo algunos proyectos.