La casa llevada a cuestas, un libro de fotografías

"Tiempo de Fotografía", de Gilda Pérez.

El proyecto Incubadora, ineludible registro sobre la cultura cubana, acaba de publicar otro libro electrónico. Se trata de "Tiempo de fotografía", de Gilda Pérez, curado y prologado por la poetisa y ensayista cubana Kelly Martínez-Grandal, residente en Florida, Estados Unidos.

“Reúne las obras icónicas de Gilda Pérez, una de las primeras fotógrafas cubanas y sobre todo una de las primeras en alejarse del cliché socialista de las imágenes heroicas de milicianos y obreros para hacer una obra concentrada en su mundo particular, en sus pequeños objetos, en las escenas cotidianas de la ciudad y de su vida y en sus raíces campesinas”, dijo en conversación con Radio Televisión Martí, Martínez-Grandal.

La nueva edición cuenta con el tributo crítico de Ernesto Menéndez-Conde, Damaris Betancourt, Aaron Sosa, Pedro Abascal, Alex Fleites, Rogelio López Marín (Gory), Ricardo A. Sarco Lira Farías, José Antonio Navarrete y Willy Castellanos.

Gilda Pérez se inició en el mundo de la fotografía a finales de los años 70 del siglo pasado, y ya en 1980 fue galardonada en el Salón Juvenil de Artes Plásticas de La Habana.

Innumerables son las exposiciones en que esta virtuosa ha mostrado su extenso trabajo en Cuba, México, Brasil, Venezuela, Canadá, Estados Unidos, España, Suiza, Alemania, Francia, Italia, Hungría y otros países.

Entre las colectivas: “Romper los márgenes”. Encuentro Latinoamericano de Fotografía, Caracas, 1993.; Canto a la realidad. Fotografía latinoamericana 1860-1992. Casa de América, Madrid, España, 1993.

Entre las muestras personales resaltan Cuba. Galería Photoforum, Bienn-Biel, Suiza, 1990. Algunas Impresiones. Galería de Exposiciones, La Coruña, España, 1991; Fuera de Casa, Ateneo de Caracas, Venezuela, 2005; y Memorias de la casa. Fototeca de Cuba, La Habana, Cuba, 2008.

Pérez “fue una de los primeros fotógrafos en documentar los estragos del período especial a través de un símbolo particular: ‘Los pasajeros’ de la lancha de Regla, una serie que hizo en 1993 antes de irse de Cuba”, apuntó la ensayista.

En ese sentido, la artista había dicho en una entrevista reciente: “era mi manera de decir cómo afectaba a los cubanos de a pie la dura crisis económica y social que atravesaba el país”.

“Luego vivió en Venezuela por 20 años y allí formó una serie de jóvenes fotógrafos que aparecen en medios internacionales. Es decir que su trayectoria no sólo es importante para la fotografía cubana, sino también para la venezolana y para la latinoamericana”, resaltó la investigadora.

El Archivo Fotografía Urbana, fundación dedicada a la conservación, el registro y la difusión de la memoria visual venezolana describe a Gilda Pérez como “una de las pioneras en la fotografía conceptual dentro de Cuba. El lenguaje de su obra sigue consecuentemente una visión intimista y simbólica de la realidad, lo que la aleja de las tendencias que predominaban en la fotografía documental tanto en su país natal como en Latinoamérica”.

Asimismo, Pérez fue la primera fotógrafa cubana en exponer en Estados Unidos al fin de la Guerra Fría. Su obra estudia en algunas de las universidades más importantes del mundo.

“Sin embargo, en su propio país casi no se conoce. Así que este libro tiene la intención de reivindicar su trabajo y su importancia y por eso acepté la propuesta de Carlos Aguilera y de Incubadora. Además, Gilda Pérez es mi mamá, así que puedo decir que soy quien mejor la conoce y de eso nace este libro”, señaló la compiladora.

“Tal vez la importancia de la obra de Gilda para la fotografía cubana no radique solamente en el valor y la calidad de sus imágenes, en lo que tienen que decir sobre nosotros y sobre sí misma, sino también en su modestia. Nos recuerda (a nosotros, un pueblo escandaloso, propenso al espectáculo y a una época en la que el ruido es la norma) la importancia de lo silencioso y lo discreto; la importancia de atender los propios viajes contemplativos. Caracol constante, casa llevada a cuestas, las fotografías de Gilda, en su engañosa pequeñez, contienen el infinito”, concluye en su prólogo a “Tiempo de fotografías”, Martínez-Grandal.