La conversación de las hojas el 20 de mayo de 1902 

Teatro Tacón de La Habana 1897.

El autor recuerda la única canción cubana que se interpretó aquel día y a su intérprete.

El libro Música Colonial Cubana (Letras Cubanas, La Habana, 1979), escrito por Zoila Lapique Becali, ofrece un documento curioso relacionado con el 20 de mayo de 1902: el programa musical que coronó los actos que ese día festejaron la instauración de la República y el título de la única canción cubana que figuró en él.

​La primera reacción del lector actual puede ser de incredulidad e indignación: cómo es posible que una velada de aquella relevancia pudiera prescindir de la expresión por antonomasia del alma del país. Basta remontarse a aquel año para eximir a los organizadores de toda omisión: lo que hoy llamamos el cancionero cubano no existía. Sus grandes creadores --Lecuona, Roig, Matamoros, Simons, Anckerman, Piñeiro, Grenet, Delfín--, eran niños u hombres muy jóvenes; Sindo Garay, el de mayor edad, un bohemio que recorría la isla cantando y acompañándose a la guitarra; Farrés nacería al año siguiente; los demás, durante las primeras dos o tres décadas del nuevo siglo.

Rosalía Chalía Herrera.

Zoila Lapique Becali cita un número especial de la revista “El Fígaro”, publicado con motivo de aquella fecha, donde se informa que las piezas musicales que integrarían el programa serían selecciones de ópera, piezas de autores europeos para violín, y una novedad: “la preciosa habanera Cuba –original de Eduardo Sánchez de Fuentes”. La nota añade que la composición sería cantada por Chalía Herrera con “un coro de distinguidas señoritas”, y que la escena recrearía "un pintoresco paisaje cubano”.

Rosalía Chalía Herrera, excelente soprano cubana, gran amiga de Máximo Gómez, triunfó en Estados Unidos y Cuba, cantó con la Ópera Metropolitana de Nueva York, estrenó una ópera en Italia, ofreció conciertos con el propósito de recaudar fondos para la causa de la independencia de Cuba y fue la primera mujer cubana --y quizás la primera latinoamericana, según Cristóbal Díaz Ayala-- en grabar cilindros comerciales.

Esas grabaciones revelan, a pesar de las deficiencias técnicas de una industria que hacía sus pinitos, unas facultades vocales de excepción y ofrecen al cubano de hoy, amante de lo suyo, la oportunidad de escuchar una voz que no sólo escucharon los contemporáneos de Martí, y acaso el propio Martí, sino aquéllos que asistieron a la gala del 20 de mayo de 1902 en el Teatro Tacón.

Máximo Gómez y el general Leonard Wood el 20 de mayo de 1902.

Rosalía Chalía Herrera había nacido en La Habana el 17 de noviembre de 1863 y moriría en ella el 16 de noviembre de 1948, después de muchos años de residencia en Estados Unidos. Un folleto publicado por Oscar Fernández de la Vega en Nueva York recoge algunas de las cartas dirigidas por Máximo Gómez a la artista. Una revela el enorme desaliento que embargaba al General al instante de escribirla:

"Tú no sabes el amigo tan desengañado que tienes en mí. Iré a verte, sí. Bien sabes cuánto te estimo. Mucho creo que hay de común en nuestros desgraciados destinos. Ya hablaremos de todas esas cosas y nos diremos un adiós que puede ser eterno, pues se me antoja creer que no nos veremos más aquí, en la tierra".

Eduardo Sánchez de Fuentes.

Mara (mi esposa) y yo conservamos una fotocopia de la parte para piano y voz de Cuba, la habanera de Sánchez de Fuentes. Se trata, como la célebre habanera del mismo autor, de una composición que canta el paisaje de la isla, pero donde aparece un detalle que no aparecía en su antecesora: la celebración del fin de las luchas que habían ensangrentado el país:

Esta habanera va a retratar / el balanceo que tiene en Cuba / el cañaveral... / Esa es la brisa suave y ligera / que canta endechas en la palmera. / Es el arrullo de la tojosa / que al compañero llama amorosa.

Ay, esto es tropical, / es el balanceo que el viento imprime al cañaveral. / Unas con otras se secretean todas las hojas, / diciendo en Cuba, mi hermosa tierra, / ¡ya no hay congojas!

Rosalía Chalía Herrera.

La letra de la habanera de Sánchez de Fuentes retoma una de las grandes tradiciones de la poesía cubana del siglo XIX: la alusión admirada a "los rumores agrestes" de la isla, como los llamara Cintio Vitier. La naturaleza cuchichea, se enamora gorjeando y no excluye del coloquio o concierto al cubano que presta atención. "La música de las palmas" es uno de los poemas más hermosos de Rafael María de Mendive. Una página en prosa de Tristán de Jesús Medina reúne pájaros, árboles y arroyos, habitantes del monte cubano, para resumir:

y aquel rumor, aquella sinfonía interminable que empezó el día de la creación, música grave y severa en el mar, en el río, en el interior de la tierra, que palpita más risueña en la frondosidad de los bosques, más suave entre los tallos de los cañaverales, más jubilosa en las cumbres acariciadas por el viento... Todo allí está cantando: ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!

El 18 de abril de 1895, en plena manigua cubana, la noche dicta a José Martí una de las páginas más bellas de sus diarios: entre los nidos estridentes oigo la música de la selva, compuesta y suave como de finísimos violines; la música ondea, se enlaza y desata, abre el ala y se posa, titila y se eleva, siempre sutil y mínima; es la miríada del son fluido:¿qué alas rozan las hojas?¿Qué violín diminuto, y oleadas de violines, sacan son y alma a las hojas?¿Qué danza de almas de hojas?

La noche del 20 de mayo de 1902, durante el programa que culminó las festividades que habían tenido lugar durante el día, José Martí no estuvo del todo ausente: el Teatro Tacón, atento a las hojas de la habanera cantada por Rosalía Chalía Herrera, sirvió de caja de resonancia al último diario de Martí. Razón tenía cuando escribió: El rumor de la palma anda mucho más lejos que la palma.