La libertad con características chinas

Jiang Tianyong, sometido a juicio el 22 de agosto de 2017 en la ciudad de Changsha (Afp)

El pasado 28 de febrero le liberaron, pero no le dejaron libre: "La Policía me llevó a un complejo hotelero y allí empecé una huelga de hambre como protesta", cuenta el abogado Jiang Tianyong, uno de los ejemplos del trato de Pekín a sus ciudadanos más "incómodos".

Cuando la agencia de prensa Efe se pone en contacto con él, Jiang -sentenciado a dos años de cárcel en noviembre de 2017 por "incitar a la subversión del Estado"- solicita que la comunicación sea a través de una aplicación censurada en China que encripta los mensajes y los destruye al poco de transmitirse.

Amnistía Internacional dijo que el juicio del 2017 fue una farsa y exigió la libertad de Jiang.

Cualquier precaución es poca para un hombre que ha pasado dos años y medio encerrado, varias semanas incomunicado, al que le han roto las costillas a golpes, ha sido sometido a noches interminables de interrogatorios violentos, ha sido privado de sueño, de ver la luz del sol y forzado a recitar canciones comunistas cada mañana al despertar.

Para Amnistía Internacional, el de Jiang es un caso paradigmático de la suerte sufrida por centenares de letrados involucrados en la defensa de colectivos que Pekín considera sensibles.

La prensa, sin embargo, está dividida: para los medios internacionales, el señor Jiang cuadra con la descripción esbozada por la ONG, mientras que la censurada prensa china le considera un caballo de Troya de Occidente y niega que fuera sometido a tortura.

Consultado por Efe sobre las alegaciones de torturas de condenados a penas de cárcel, el Ministerio de Justicia de China asegura no tener constancia de tales casos.

Desde el arresto domiciliario 'de facto' de la casa de sus padres en la provincia oriental de Henan, Jiang Tianyong desgrana a lo largo de una entrevista de varios días sus turbulentos últimos años.

¿Cómo se encuentra después de varios años de reclusión?

El 2 de marzo me trajeron a casa de mis padres, y hay unos 20 agentes que me vigilan día y noche, en turnos de 5 ó 6 personas, y con 3 ó 4 coches. Cuando salgo a la calle, me siguen. Cuando quiero salir del distrito, me lo impiden. Hace más de dos años que no conozco mi situación médica y quiero hacerme un examen completo, pero como siempre me siguen y me limitan la libertad, no he podido hacerlo.

El 20 de abril se me empezaron a hinchar las piernas, y hasta el 24 de junio han empeorado. He ido a varios hospitales locales, pero no han encontrado un motivo para la hinchazón. El 13 de julio les dije a los vigilantes que necesitaba ir a Pekín para revisar mis piernas y no me dejaron ir.

En Pekín está mi médico de confianza. Les pedí que, si no podía ir, que trataran de que él acudiera aquí, y se comprometieron, pero todavía no me han dicho nada y han pasado varios días. Son unos mentirosos.

En la cárcel me hicieron varios exámenes médicos, pero no me decían más que todo estaba bien. Además los doctores no tienen ética profesional: cuando les muestran una placa de policía, los médicos hacen lo que les digan. Así que no me creo esos exámenes.

Después de salir de la cárcel, yo pensé que tenía libertad, y ellos así me lo dijeron, pero cuando salgo, me lo impiden. Cuando hablamos, no te ponen pegas, pero cuando vas a hacerlo, siempre buscan excusas para que no puedas. Es su forma de hacer las cosas.

¿Por qué se dedicó a la defensa de casos de Derechos Humanos?

En realidad, no lo hice a propósito. Después de obtener mi licencia de abogado, me fui a Pekín y empecé allí a trabajar como abogado en noviembre de 2004. Al principio, yo creía en la ley. Y la ley dice que puedo ofrecer mis servicios a todos y acepté todos los casos sin hacer diferenciaciones.

Pero después empecé a recibir algunos casos sensibles y el Ministerio de Justicia y el Departamento de Seguridad Nacional nos advirtieron de que eran casos en los que no podía trabajar.

Trabajando en esos casos, me di cuenta de que los acusados no habían cometido ningún delito: no eran criminales. Habían actuado dentro de la ley, pero el Partido Comunista de China (PCCh) se lo impedía.

Por ejemplo, los miembros de Falun Gong (un grupo religioso ilegalizado y perseguido por el régimen chino desde 1999 por suponer "una amenaza contra la seguridad del Estado" y fomentar la superstición): ellos solo quieren practicar (su religión) pero el PCCh no se lo permitía y les detenía, y no dejaba que les defendiéramos.

¿Cómo empezó el gobierno chino a interesarse por usted?

Al principio me llamaron la atención porque hablábamos con el abogado Gao Zhisheng, a principios de 2005, porque él tenía a su cargo algunos casos sensibles, y cenábamos juntos algunas veces y los comentábamos. Entonces el Departamento de Seguridad Nacional me amenazó, cuando yo todavía no tenía ningún caso así en mis manos.

Pero en mayo de 2005, el abogado Chen Guangcheng se puso en contacto conmigo para ayudarle en un caso relacionado con la política de hijo único: el Gobierno hizo abortar a una mujer embarazada de su segundo hijo y forzó a asistir a sesiones informativas sobre este tema a sus familiares y vecinos. En aquella etapa el Gobierno no te sometía a tanta a presión.

Desde 2013 (año de la llegada a la presidencia de China de Xi Jinping), la situación ha empeorado. Antes, a veces desaparecíamos y nos pegaban, pero no nos encarcelaban.

¿Por qué cree que Pekín teme a gente como usted o a las Madres de Tiananmén?

El PCCh es muy poderoso y tiene todos los recursos a su disposición. Pero tienen miedo porque nosotros sabemos la verdad, y ellos están engañando al público usando sus medios comunicación e intimidando a grupos de abogados con sus pistolas. El PCCh pinta todo perfecto de cara al público y esconde lo negativo. Usan las torturas en la cárcel para que admitamos nuestros "delitos" y nuestras acciones "ilegales". Si los abogados declaran la verdad en el juicio y los jueces lo oyen, se van a avergonzar, y el PCCh tiene miedo de que digamos la verdad al público.

¿A usted le torturaron para que se declarara culpable?

Sí. Lo primero que hicieron al meterme en la cárcel es pegarme de continuo. Querían romper mis defensas mentales, mi autoestima, para aceptar lo que ellos querían. Y luego empezaron con el lavado de cerebro. Me preguntaban todos los días, sin parar, lo mismo, hasta lograr que no lo pudiera soportar y me declarara culpable. Además, me torturaban y me amenazaban incluso con consecuencias a mi familia o con más años de cárcel. Me pegaban, no me dejaban dormir, ni ir al baño, ni beber agua, me hacían permanecer sentado...En total, estuve encerrado dos años y medio. Pero me han detenido y torturado en otras ocasiones.

¿Cómo logró resistir durante el tiempo de cautiverio?

Soy cristiano, y eso me ayudaba porque rezaba. Aguantaba un día y pensaba que si aguantaba un día, tras otro, tras otro, al final los resistes todos. Pero también sentía que me podía volver loco en cualquier momento.

¿Pensó en suicidarse?

No, nunca. Pero sí en herirme. O usar toda mi fuerza para atacar a los guardias, porque en cualquier momento me podía volver loco.

¿Qué le daban de comer en la cárcel?

Comía lo mismo que los guardias, pero sospecho que mi plato estaba marcado de alguna forma, para que los guardias supieran que era para mí. Tomé medicinas para la presión sanguínea, y parecía mi medicina, pero no tenía forma de saber si realmente lo era o no. Mi salud era buena antes de ingresar en prisión, pero adentro estaba nervioso con frecuencia y durante meses tuve diarrea de manera permanente. La comida no estaba mal del todo. Comía arroz, carne, salteado de verduras... (de repente, Jiang baja la voz). Un momento, por favor, tengo que colgar: han venido los policías a casa.

Jiang envía más tarde un mensaje en el que explica que los guardias han acudido porque no le han visto salir de la casa en los dos últimos dos días. Él les ha dicho que con la ola de calor que en esos momentos asola China no ha tenido ninguna gana de abandonarla.

La entrevista continúa pasadas unas horas.

¿Qué secuelas cree que le ha dejado su paso por la cárcel?

Me ha afectado mucho a la salud. Me ha dejado la memoria dañada. Como dentro de la cárcel no podía hablar ni leer, eso también de afectó a nivel psicológico. Y como me tuvieron incomunicado, nunca veía la luz del sol.

En una ocasión, entró a mi celda el reflejo de un rayo de sol y fue un momento de felicidad. La oscuridad que había en mi corazón se disipó durante unos momentos. Además, ahora tengo la espalda dañada de manera irreversible. Ya no me puedo sentar recto y tengo que ir cambiando de postura. Porque mientras me interrogaban, me obligaban a sentarme rígido en una silla muy especial, con el asiento de piedra dura y de dimensiones muy pequeñas.

¿Cómo lograba hacer pasar el tiempo?

Pensaba en mi familia, en mi hija y en mi esposa, en cómo sería mi vida al salir de la cárcel. Y también en cómo acabar con el PCCh.

¿Cómo es su día ahora?

Me levanto entre las 6 y las 7, desayuno y me quedo un rato en casa. A veces veo la tele con mi familia, luego almuerzo, me echo la siesta, y por la tarde echo un vistazo por internet. A veces, escucho música pop y veo películas, pero solo extranjeras. Las películas y las series chinas siempre giran en torno a venganza o celos, pero en las extranjeras puedes encontrar democracia, libertad, respeto...

Los vecinos nos tratan bien. No es como durante la Revolución Cultural (1966-76). Si fuera como en esa época, los vecinos no nos hablarían. Tengo un perro y cuando salgo a pasearlo, los agentes me siguen de cerca. Se llama 'Diez Yuanes', porque es lo que me costó (el equivalente a 1,4 dólares), y tiene ya 16 años. Es negro con el morro plateado, y la gente me dice que es muy bonito y piensa que debí de pagar mucho por él, pero la verdad es que fueron solo diez yuanes.

¿Qué cree que sucederá en el futuro?

Me gustaría ir a Estados Unidos, donde viven mi mujer y mi hija, a las que no veo desde 2013, pero también me sentenciaron a tres años de pérdida de derechos políticos, por lo que tengo que terminar esos tres años (hasta finales de 2020) para poder viajar al extranjero. Mi situación ideal sería tener libertad para ir a EEUU y volver a China cuando quisiera para poder seguir trabajando como abogado aquí. Va a ser muy difícil, pero esta situación no se va a mantener para siempre. Soy muy optimista y creo que no le queda mucho tiempo al Partido Comunista.

Entrevista realizada por Javier Triana, de la agencia de prensa Efe