La luna no es el ombligo de Ravsberg

El corresponsal de BBC Mundo en La Habana, Fernando Ravsberg, parece ser un hombre que se irrita con facilidad

La luna no es el ombligo de Fernando Ravsberg, a donde ciertamente, y durante los muchos años que vive en Cuba ha apuntado su dedo, que con la incuria propia de quien espera la única noticia que le importa, se amodorra ante la realidad punzante de un pueblo que padece y no la convierte en periodismo verdadero.

El corresponsal de BBC Mundo en La Habana, Fernando Ravsberg, parece ser un hombre que se irrita con facilidad, lo cual podría hacerle perder la sensatez y actuar de modo, cuando menos, altanero.

Primero se enojó con el gobierno cubano y luego la emprendió -erróneamente- contra Radio y TV, en vez de contra martinoticias.com.

Ante un comentario titulado La revancha Ravsberg, publicado en la página digital, y firmado debidamente, la contra-revancha del reportero fue la siguiente:

(Copia textual -copy and paste- de su blog Cartas desde Cuba)

. 45. A las 05:48 PM del 25 Mar 2011, Fernando Ravsberg Escribió:
Estimados, no puedo salir de mi sorpresa, en este post hablé del problema energético, agrícola, de escasez de pan, de la falta de insumos para los cuentapropistas, etc, etc, etc. Y algunos, de uno y otro lado, solo comentan lo de las piezas de repuesto de mi automóvil, el ejemplo menos grave de todos. Pero tal superficialidad llega hasta Radio y TV Martí, que también comenta mis problemas vehiculares, yo diría que se regocijan. Repito que cuando un dedo señala la luna los idiotas miran el dedo. Un abrazo para todos, incluso para los que siguen con los ojos fijos en mi dedo, Fernando.


Creo muy desacertado -y hasta poco serio, por no decir tendencioso- acusar de superficial a un medio de comunicación por la opinión de uno de sus periodistas. Llamar las cosas por su nombre, objetivamente, es asunto de periodistas, y de hombres. Yo, por lo menos, no lo haría con BBC Mundo, a pesar de que Fernando Ravsberg profite de él.

Es muy desacertado también iniciar un despacho periodístico por el asunto menos importante. La cabeza de toda información -dicen los académicos tradicionales- es lo más importante, y luego en "pirámide invertida" se abunda sobre asuntos relacionado.

Pero sucede que en el post La carreta y los bueyes -que, a mi entender, debía titularse La carreta y los equinos -por aquello del bufón, el caballo y la yegua- los primeros cuatro párrafos se dedican a las tribulaciones que padecerán los corresponsales extranjeros en Cuba después de suspendidas sus franquicias aduanales, para, en párrafos sucesivos, tratar los sub-asuntos que ahora el reportero quiere hacer ver como principales.

Más desacertado aún es asegurar que un medio de comunicación se regocije con el padecimiento de un pueblo al que ha tratado de informar y hacer visible durante veinticinco años.

A modo personal, yo -que no tengo problemas con las piezas de repuesto de mi Mustang- me regocijo con los éxitos de mis colegas, el premio Ortega y Gasset para Yoani Sánchez, el Nobel de la Paz para Liu Xiaobo, quienes los han ganado bajo la presión que impone el totalitarismo sobre los comunicadores, pero jamás con las precariedades que una tiranía lance sobre sus nacionales o visitantes.

El colmo del desacierto es creer que mi comentario La revancha Ravsberg tiene como objeto "sus problemas vehiculares" por falta de repuestos, cuando realmente el objetivo es "sus problemas éticos" por falta de aquello para lo que no existe repuesto.

En cuanto a su dedo y la luna le recuerdo que ese satélite que sigue a la tierra como un perro faldero, se disfraza cuatro y hasta cinco veces en el mes: ya fina lasca de diamante, ya gordinflón rechoncho con rostro embadurnado de merengue y gafas de galeno; mengua o crece sin bochorno ante nuestros ojos -oportunista torpe que en tantos atavíos, sabe hasta esconderse detrás de nuestro planeta para que la esplendorosa luz del sol no descubra que ella le roba un poco para parecer brillante-, altera a los orates, influye en las mareas, embelesa a los románticos, despierta furores licantrópicos hasta en asustadizas liebrecillas, y que tan prostituido ha sido desde los rapsodas griegos hasta los boleristas cubanos, tiene el raro sortilegio de ser citado hasta por los periodistas de medio pelo cuando quieren elevar su imagen, aún después que el comandante Neil Armstrong desflorara a puntapiés su misterio selenita aquel memorable 21 de julio de 1969, al sur del Mare Tranquilitatis, como se conoce el lugar que el primer humano hollara en ella.

La luna es, a estas horas de la civilización, el más barato de los elementos analogables para siquiera un mínimo oximorón, poco rentable y menos recomendable para parecer inteligente. Metáforas manidas es lo que brota cuando se apela a ella como objeto de arte, o símbolo de elevación -desde que Albert Einstein descubriera la teoría de la relatividad el arriba o abajo es a nivel sideral, una tontería.

El dedo que apunta hacia la luna, y cree que es hacia arriba, es realmente un dedo estúpido, más acostumbrado a hurgarse la nariz que a indicar caminos ciertos hacia el crecimiento espiritual, y que yo sepa los coreanos no han puesto una sucursal de la KIA allá, en sitio tan desolado, y citado por mediocres.