El buen cine se convierte en buena literatura. Es más, el buen cine es un tipo de literatura, y la buena literatura se decanta en filosofía.
Terrence Malick ha logrado todo lo anterior y mucho más con su película “A Hidden Life” (2019). Basada en la historia verídica de Franz Jaggerstatter, beato católico de origen austriaco, martirizado por su resistencia de conciencia al nazismo durante la Segunda Guerra Mundial.
El largometraje se enfrenta con singular profundidad y elegancia a temas profundos de la filosofía y la teología.
El gran logro de Malick es que plasma todo esto en la pantalla sin perder la minuciosa humanidad del relato, con atención microscópica a los detalles íntimos de la vida humana como base real de los acontecimientos históricos.
La historia es básica pero compleja. Un hombre sencillo, un campesino, se enfrenta moralmente a la maquinaria nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Las consecuencias son devastadoras para él, toda su familia y Malick sugiere, para el universo mismo.
“A Hidden Life” en algunos instantes recuerda el mismo horizonte de la gran novela “La Hora 25” de Constantin Virgil Gheorgiu. Pero “Hiddden Life” ahonda más en una temática esencial: la unidad moral entre Dios, el hombre y la naturaleza (tema recurrente en la obra de este director).
Más allá aún, la película investiga la relación entre el mal y el sufrimiento humano. Un hombre común, un hijo de Dios, tiene que decidir cómo enfrentarse a un anticristo (Hitler). Le advierten que su lucha pasará inadvertida, que solo lastimará a sus seres queridos. Sin embargo, tanto él, por su fe y por la intuición que emana de la misma, como la maquinaria diabólica a la que se enfrenta, saben que esta batalla singular es mucho más trascendente de lo que se puede apreciar en la superficie temporal.
Franz rehúsa hacer el servicio militar obligatorio cuando esto conlleva un juramento de lealtad a la figura de Hitler. Está dispuesto a enfrentar a la muerte misma por preservar la pureza de su alma. Ve a este juramento de lealtad como una capitulación de su libertad interior, sagrada para él.
Es decir, al igual que en “la Hora 25”, está el tema del hombre natural, del hombre primario, (como diría el maestro Rudolph Steiner) enfrentándose a una máquina modernista desalmada, pero para Malick este conflicto tiene una consecuencia cósmica.
El drama esencial de “A Hidden Life” radica en el misterio de la relación entre el mal, el sufrimiento y la condición humana.
Las palabras del filósofo polaco Lech Kolarkowski, uno de los ideólogos de Solidaridad, aunque escritas en otro ámbito, son pertinentes para resumir la esencia filosófica de la película:
…“La creencia, en una ley de justicia cósmica que opera en términos figurativos, como un mecanismo homeostático: requiere del sufrimiento para restaurar el equilibrio roto por la fuerza destructiva del mal”. Se trata de una forma superior de sufrimiento, del tipo de sufrimiento que se enfrenta como resultado de la elevación moral en un mundo caído, donde las acciones de los seres humanos a menudo no están a la altura de lo creado por Dios.
La existencia de este mecanismo explica no solamente el dilema de “A Hiiden Life”, si no también algo más cercano a nuestra experiencia como cubanos.
A lo largo de nuestra vida nacional en los últimos 61 años hemos sido testigos de testimonios singulares de entrega individual en una lucha sin tregua ni cuartel contra la invasión del alma individual y colectiva de los cubanos por el totalitarismo.
La tenaz resistencia civil detrás de las barras de un Pedro Luis Boitel, la integridad espiritual de una Caridad Valdés Tamayo, la fortaleza en sus convicciones de un Orlando Zapata Tamayo, y el ejemplo de tenaz dedicación a la resistencia contra el totalitarismo de un Armando Sosa Fortuny, quien pasara un total de 43 años de prisión política y muriera en octubre del 2019 en una cárcel castrista, así como la de tantos otros constituye el misterio del ejercicio de la libertad esencial, la moral, la espiritual, bajo las condiciones más difíciles.
La revisión de estas épocas oscuras en la historia de la humanidad nos parecen demostrar que un acto de resistencia individual, aunque minúsculo, aporta al camino ascendente de toda la especie hacia la unidad moral.
Aunque estos pasos pueden parecer pequeños, dotan a la vida de significado, siendo trascendentes, de enorme e irrevocable importancia para el orden universal de las cosas.