La ruta del ladrillo: del derrumbe al mercado negro

Derrumbes en La Habana

Con buena suerte, 500 unidades serán unos dos mil pesos ganados en escasas horas; las vigas de acero valen cada una 20 “fulas” (pesos convertibles).
En Cuba hay hechos que jamás serían noticia, de acuerdo con la voluntad de los dirigentes del Partido Comunista, que controlan los medios de información. “La demolición de un edificio inhabitable en la calle San Rafael y la muerte de dos seres humanos”.

Luego de cercar el área con la ayuda de la policía y ubicar la técnica adecuada para el trabajo a realizar, los trabajadores de la empresa de demolición del Poder Popular”, se sentaron a esperar a que los jefes les garantizaran el almuerzo y la merienda del día, si no, trabajarían media mañana.

Pasaron el primer día echando abajo pedazos de balcones y otros salientes arquitectónicos, cayó la noche y con las sombras nocturnas del domingo 21 de Octubre, llegaron unos ciudadanos dispuestos a jugarse el todo por el todo, robarse unos ladrillos y las vigas de acero, aspirando a unos pesos demás. Pero resultó fatal, la caída estrepitosa de las estructuras principales del vetusto edificio, sepultó a uno de los buscadores de “tesoros”, mientras otro cayó mortalmente herido al tratar de huirle al pronosticado derrumbe.

Estos arriesgados buzos por cuenta propia recogen ladrillotes, llamados así por su mayor tamaño cuando se los compara con los comúnmente vendidos en las unidades estatales de materiales de la construcción y vigas de acero para puntales. Los precios, el tamaño y hasta la distancia de su transportación, garantizando entrega a domicilio, hacen de los “ladrillos” un producto altamente solicitado. Con buena suerte, 500 unidades serán unos dos mil pesos ganados en escasas horas y las vigas de acero valen cada una 20 “fulas” (pesos convertibles). Según se dice, la calle está difícil y el dinero anda perdido.

Se conoce que había guardia nocturna porque allí quedaron equipos e instrumentos propios del trabajo iniciado el día anterior. El frente de la edificación fue cercado para proteger a vehículos y peatones en una calzada de mucho tránsito. Sin embargo, siempre hay cómo entrar en estas peligrosas ruinas si existe la disposición de correr el riesgo, pagando unos pesitos de más.

Hubo seguramente las conocidas palabras de: “No se metan ahí, miren que eso se cae en cualquier momento”, pero pasaron por alto, además de la poca energía o indiferencia ante lo que sucedía y sobre todo lo porvenir.

El trágico final llegó acompañado de la rápida demolición y limpieza del área, esta vez eficientemente protegida contra los sempiternos invasores de las muchas ruinas que abundan hoy en la avejentada Habana.

¿De qué hablaremos entonces?...Tal vez unos recuerden a las víctimas, entre tanto otros comenten sobre los afortunados que lograron burlar la muerte por unos cuantos pesos. Que en paz descansen los fallecidos, “La vida sigue Igual”.