La obra Omi Obini, 1943, del pintor cubano Wilfredo Lam, estableció un nuevo récord para el artista en una subasta de Sotheby's en junio pasado.
La pintura se vendió por $9.6 millones, duplicando casi la marca anterior más alta de Lam, $5.2 millones, establecida en 2017.
Luego de su compra, la obra se une a la Colección Costantini Malba en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires.
Esta obra de Lam, 1902-1982, dejó una huella indeleble en un joven nombrado Gary Nader.
“Durante 25 años cuando llegas al Museo de Arte Moderno de Nueva York, en la entrada de la izquierda, la pieza La jungla de Lam estaba colgada y eso me llamó la atención desde que tenía 16 años, la primera vez que fui al MoMA”, dijo Nader a la revista Forbes.com.
“Era el único artista latino colgado en las paredes, en ningún otro lugar, excepto en la entrada del museo, recuerdo específicamente que estaba en el lado izquierdo y estuvo allí durante muchos, muchos años”.
La jungla de Lam no es un lugar físico si no más bien un lugar mítico o psicológico donde la imaginación y el espíritu podían correr libremente.
Nader crecería para hacerse cargo de la galería de arte que su padre abrió en la República Dominicana, a la que agregaría galerías en todo Estados Unidos, hasta que establecería un museo de arte latinoamericano en Miami, mientras defendía a Lam como uno de los artistas modernos más importantes del siglo XX. El trabajo de Nader está dando sus frutos, para Lam específicamente y para el arte latinoamericano en general.
Lam nació el 8 de diciembre de 1902 en Sagua la Grande, Cuba, y pertenece a la pléyade de grandes artistas y escritores cubanos formados antes de 1959.
A comienzos de los años treinta era evidente su influencia surrealista, así como la de Henri Matisse, y en 1936, al visitar una exposición de Pablo Picasso se sintió fuertemente atraído hacia él.
En 1938, se fue a vivir a París, donde el propio Picasso lo tomó bajo su tutela y alimentó su interés por el arte africano y las máscaras primitivas. En ese mismo año, viajó a México donde permaneció con Frida Kahlo y Diego Rivera.
La variada herencia multicultural de Lam así como su relación con los cultos mistéricos afrocubanos se manifiestan extensamente en la obra del artista.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Lam vivió la mayor parte del tiempo en el Caribe, junto con Claude Lévi-Strauss, André Masson y André Breton, cuyo poema Fata Morgana, Lam ilustró en 1940. En 1941, regresó a la Habana donde fue fuertemente influido por las teorías de Carl Jung. A finales de 1942, comenzó su importante obra La jungla.
Lam murió en París el 11 de septiembre de 1982 pero antes, entre 1942 y 1950, realizó exposiciones regulares en la Pierre Matisse Gallery de Nueva York. Su segundo matrimonio, en 1944 con Helena Holzer, terminó en divorcio en 1950.
En 1946, tras una estancia de cuatro meses en Haití, Lam regresó a Francia vía Nueva York. En 1948 conoció a Asger Jorn, con quien trabó una amistad de muchos años. Viajó intensamente hasta 1952, cuando permaneció tres años en París. En 1955 reanudó los viajes y, en 1960, se estableció en Albisola Mare, en la costa italiana, y en el invierno de ese año se casó con la pintora sueca Lou Laurin, con quien tuvo tres hijos.