El hermano de Fidel ha resultado más fuerte que el propio líder de la revolución, que aunque siempre estuvo a la sombra, esperó pacientemente su momento.
Hoy Raúl Castro mueve sus hilos en Estados Unidos y Venezuela para seguir a flote, ordenando muertes en la nación del Libertador y agrupando a los izquierdistas que están dentro del gobierno de los Estados Unidos, para que lleven a cabo los famosos "lobbys" en su beneficio.
Estrátegicamente, instruye a su hija, Mariela Castro, para que haga declaraciones en el exterior sobre las inquietudes de La Habana y manipula posibles aproximaciones con El País Enemigo.
Castro sabe que lo ganado con el Presidente Barak Obama puede desaparecer en gran medida y está conciente que uno de sus flotadores más firmes es lograr nuevos acuerdos con Donald Trump.
Su pensamiento más negro está en que el Presidente de los Estados Unidos definirá su política hacia Cuba en Miami, el corazón de la Diáspora Cubana en USA y eso no augura nada bueno.
Sabe que solo una definición fuerte de cambios, salvaría al castrismo de no perder todo lo ganado.
Para ello, tendría que aflojar su vieja cantaleta de " no concesiones inherentes a su soberanía e independencia" usada con Obama y acomodar un estribillo, más de acorde con el tiempo con Trump en el poder.
Millones de cubanos esperan anhelantes lo que vendrá y las expectativas son inmensas para los más humildes y para quienes tienen presos políticos en las numerosas cárceles de la isla.
Aflojar la presión en su propio pueblo le permitiría a Raúl Castro maniobrar los últimos meses que le quedan en el gobierno, aunque su hija Mariela ya está sugiriendo que puede que el relevo no se produzca, "ante el pedido del pueblo para que su padre continue en el poder".