El deporte nacional de Cuba hace aguas, y sus náufragos encuentran salvavidas en estadios de medio mundo.
Pinar del Río y Matanzas disputan hoy el tercer partido de la final cubana de béisbol --el equivalente criollo de la Serie Mundial de las Grandes Ligas--, un tramo en teoría reservado para la élite, pero en este caso disminuido por las novatadas.
Durante lustros, el diseño de la pelota en la Isla puso frente a frente, en los siete juegos conclusivos por el trono, a los monarcas de las zonas occidental y oriental, respectivamente. Pero otro cambio de schedule --son tantos, que se atropellan-- dejó con vida este año a dos conjuntos de occidente, entre 16 de todas las regiones del país, que disputaron al menos 87 choques durante la fase clasificatoria.
A pocos días de que se proclame el triunfador de la temporada 53 --las que se iniciaron después de 1959, con la aniquilación de la pelota profesional-- Pinar del Río y Matanzas marchan empatados con un triunfo por bando. Uno y otro equipo tienen como managers a ex peloteros del equipo olímpico de Cuba, el pinareño Alfonso Urquiola y el villaclareño Víctor Mesa, este último al frente de los matanceros e investido además, al día de hoy, como piloto de la selección nacional de la máxima categoría.
Jugando en la Atenas de Cuba, Matanzas se impuso en la apertura de esta final, 5-3. Pinar del Río niveló después la balanza, 12-5, en medio de un insólito protagonismo de los novatos: Vladimir Gutiérrez, de 18 años, ganó el juego con un relevo de tres hits en seis innings; otro rookie, Cionel Pérez, explotó en el primer acto como abridor del derrotado Matanzas.
Que muchachos sin experiencia se encaramen en el box, en medio de la final, no es exactamente un sinónimo de desarrollo en el béisbol de la Isla, sino todo lo contrario. El deporte nacional de Cuba hace aguas, y sus náufragos encuentran salvavidas en estadios de medio mundo.
Desde esta noche, Pinar del Río albergará un máximo de tres desafíos, y nadie duda de que acudirá allí una enorme concurrencia. Una provincia con escasas opciones de recreación, y privada --como el país entero-- de un servicio de internet que ate a sus jóvenes al hogar, encuentra en los partidos de béisbol la manera de liberar el stress.
Lástima que a veces --y durante este campeonato ha sucedido en varias ocasiones-- la tensión acumulada por los jugadores se traduzca en acciones violentas, desde el lanzamiento de pelotas contra los bateadores hasta el insólito ataque majagua en mano, una actitud en verdad criminal.
Cruzo los dedos deseando que mi próximo comentario sirva para reflejar solo los números finales del equipo campeón, y no para describir otra bronca en el terreno. Un pueblo agobiado por carencias cotidianas no merece otros pesares.
Durante lustros, el diseño de la pelota en la Isla puso frente a frente, en los siete juegos conclusivos por el trono, a los monarcas de las zonas occidental y oriental, respectivamente. Pero otro cambio de schedule --son tantos, que se atropellan-- dejó con vida este año a dos conjuntos de occidente, entre 16 de todas las regiones del país, que disputaron al menos 87 choques durante la fase clasificatoria.
A pocos días de que se proclame el triunfador de la temporada 53 --las que se iniciaron después de 1959, con la aniquilación de la pelota profesional-- Pinar del Río y Matanzas marchan empatados con un triunfo por bando. Uno y otro equipo tienen como managers a ex peloteros del equipo olímpico de Cuba, el pinareño Alfonso Urquiola y el villaclareño Víctor Mesa, este último al frente de los matanceros e investido además, al día de hoy, como piloto de la selección nacional de la máxima categoría.
Jugando en la Atenas de Cuba, Matanzas se impuso en la apertura de esta final, 5-3. Pinar del Río niveló después la balanza, 12-5, en medio de un insólito protagonismo de los novatos: Vladimir Gutiérrez, de 18 años, ganó el juego con un relevo de tres hits en seis innings; otro rookie, Cionel Pérez, explotó en el primer acto como abridor del derrotado Matanzas.
Que muchachos sin experiencia se encaramen en el box, en medio de la final, no es exactamente un sinónimo de desarrollo en el béisbol de la Isla, sino todo lo contrario. El deporte nacional de Cuba hace aguas, y sus náufragos encuentran salvavidas en estadios de medio mundo.
Desde esta noche, Pinar del Río albergará un máximo de tres desafíos, y nadie duda de que acudirá allí una enorme concurrencia. Una provincia con escasas opciones de recreación, y privada --como el país entero-- de un servicio de internet que ate a sus jóvenes al hogar, encuentra en los partidos de béisbol la manera de liberar el stress.
Lástima que a veces --y durante este campeonato ha sucedido en varias ocasiones-- la tensión acumulada por los jugadores se traduzca en acciones violentas, desde el lanzamiento de pelotas contra los bateadores hasta el insólito ataque majagua en mano, una actitud en verdad criminal.
Cruzo los dedos deseando que mi próximo comentario sirva para reflejar solo los números finales del equipo campeón, y no para describir otra bronca en el terreno. Un pueblo agobiado por carencias cotidianas no merece otros pesares.