Bernardo Sevilla Pool y su pequeña hija, forman parte de los tantos cubanos que sufren hoy la falta de misericordia, de un estado que poco le importa la vida de su gente.
Bernardo Sevilla Pool y su pequeña hija, forman parte de los tantos cubanos que sufren hoy la falta de misericordia, de un estado que poco le importa la vida de su gente.
Bernardo perdió su ojo izquierdo hace algunos años, a causa de un accidente con productos químicos, cuando cumplía el Servicio Militar en el aeropuerto de Baracoa, provincia Mayabeque. Y lejos de recibir alguna compensación, se vio sometido a las duras pruebas que impone ser un padre en estos tiempos.
Primeramente le quitaron la patria potestad de su hija, Samira Sevilla que tenía seis años, al considerar las autoridades que carecía de las condiciones idóneas para cuidarla. Para aquel entonces, la pequeña no solo sufrió los maltratos de una mala madre, también fue víctima de un traumático peregrinaje por el Círculo Interno para Huérfanos, ubicado en calle 15 y F, del Vedado y posteriormente la escuela de amparo filiar, Camboya, en 1ra y 4.
El indiscutible amor de este padre por su hija se puso a prueba, al sostener un largo proceso de reclamaciones en los tribunales, para recuperar la patria potestad y hacerse cargo de la educación de su hija. Comenzó en el 2006 hasta obtener la custodia total en el 2011.
No imaginaba Bernardo que la batalla solo empezaba. Su ex esposa lo expulsó junto a su hija de la morada ubicada en la calle 18 no 1, apto 6, entre Línea y Calzada, situación que lo obligó a dirigirse a todos los niveles de la Dirección de la Vivienda y la Fiscalía, sin que hasta ahora le hayan resuelto una vivienda digna, donde guarecerse con su niña.
Durante poco más de dos años este padre, cuyas limitaciones por un accidente fueron precisamente cumpliendo los deberes de la patria, estuvo pernoctando con su hija donde lo cogiera la noche. Ni tan siquiera una chequera para alimentar a Samira le dio la Seguridad Social de este país, a pesar de que en más de una ocasión la solicitó.
“Mi caso lo he llevado hasta el Consejo de Estado. Allí me dicen que mi problema no está en sus manos, ellos sólo explican la problemática a los organismos correspondientes que son los encargados de resolverlos” dijo.
A costa de una estoica perseverancia por la supervivencia de ambos, después que deja la niña en la escuela, recorre kilómetros por la ciudad, recogiendo latas y botellas vacías, que luego vende a una empresa estatal recogedora de Materia Prima, a 8 pesos cubanos el kilogramo.
Hace unos meses las autoridades de Vivienda en el Vedado, lo autorizaron para vivir en un pequeño cuarto, ubicado en calle H, No 107 entre 5ta y Calzada, sin luz, ni agua, ni gas. Solo cuenta con una camita que pudo conseguir tras grandes esfuerzos, donde acuesta a su hija Samira y él duerme en el piso.
Mientras las necesidades sociales se multiplican en la capital y en muchos lugares del país, la hipocresía del gobierno cubano, a través de su aparato de propaganda comunista, se vanagloria de que “hoy millones de niños en el mundo piden limosna en las calles, pero ninguno de ellos son cubanos”.
Artículo originalmente publicado en el blog LeonlibredeCuba, el 18 de marzo de 2014.
Bernardo perdió su ojo izquierdo hace algunos años, a causa de un accidente con productos químicos, cuando cumplía el Servicio Militar en el aeropuerto de Baracoa, provincia Mayabeque. Y lejos de recibir alguna compensación, se vio sometido a las duras pruebas que impone ser un padre en estos tiempos.
Primeramente le quitaron la patria potestad de su hija, Samira Sevilla que tenía seis años, al considerar las autoridades que carecía de las condiciones idóneas para cuidarla. Para aquel entonces, la pequeña no solo sufrió los maltratos de una mala madre, también fue víctima de un traumático peregrinaje por el Círculo Interno para Huérfanos, ubicado en calle 15 y F, del Vedado y posteriormente la escuela de amparo filiar, Camboya, en 1ra y 4.
El indiscutible amor de este padre por su hija se puso a prueba, al sostener un largo proceso de reclamaciones en los tribunales, para recuperar la patria potestad y hacerse cargo de la educación de su hija. Comenzó en el 2006 hasta obtener la custodia total en el 2011.
No imaginaba Bernardo que la batalla solo empezaba. Su ex esposa lo expulsó junto a su hija de la morada ubicada en la calle 18 no 1, apto 6, entre Línea y Calzada, situación que lo obligó a dirigirse a todos los niveles de la Dirección de la Vivienda y la Fiscalía, sin que hasta ahora le hayan resuelto una vivienda digna, donde guarecerse con su niña.
Durante poco más de dos años este padre, cuyas limitaciones por un accidente fueron precisamente cumpliendo los deberes de la patria, estuvo pernoctando con su hija donde lo cogiera la noche. Ni tan siquiera una chequera para alimentar a Samira le dio la Seguridad Social de este país, a pesar de que en más de una ocasión la solicitó.
“Mi caso lo he llevado hasta el Consejo de Estado. Allí me dicen que mi problema no está en sus manos, ellos sólo explican la problemática a los organismos correspondientes que son los encargados de resolverlos” dijo.
A costa de una estoica perseverancia por la supervivencia de ambos, después que deja la niña en la escuela, recorre kilómetros por la ciudad, recogiendo latas y botellas vacías, que luego vende a una empresa estatal recogedora de Materia Prima, a 8 pesos cubanos el kilogramo.
Hace unos meses las autoridades de Vivienda en el Vedado, lo autorizaron para vivir en un pequeño cuarto, ubicado en calle H, No 107 entre 5ta y Calzada, sin luz, ni agua, ni gas. Solo cuenta con una camita que pudo conseguir tras grandes esfuerzos, donde acuesta a su hija Samira y él duerme en el piso.
Mientras las necesidades sociales se multiplican en la capital y en muchos lugares del país, la hipocresía del gobierno cubano, a través de su aparato de propaganda comunista, se vanagloria de que “hoy millones de niños en el mundo piden limosna en las calles, pero ninguno de ellos son cubanos”.
Artículo originalmente publicado en el blog LeonlibredeCuba, el 18 de marzo de 2014.