Hoteles de lujo en La Habana, rascacielos de la discordia (Video)

Hoteles de lujo en construcción en La Habana. Foto Makintalla.

“Si no existieras yo te inventaría, mi ciudad de La Habana”.
Fayad Jamis

La silueta de La Habana ha cambiado drástica y súbitamente. Dos imponentes estructuras de hormigón están siendo levantadas a la entrada de la Bahía de La Habana. El Hotel Packard y el Hotel Paseo del Prado, que junto al Manzana Kempinski componen la tríada de hoteles 5 estrellas plus, para los gustos más exigentes del turismo.

Los transeúntes miran con desgano y despreocupación como poco a poco se les va llenando La Habana de una “caótica contemporaneidad” que rompe con la armonía urbanística de la ciudad.

“Estos Hoteles rompen muchísimo con el entorno, y es como algo impuesto en un ambiente comprometido totalmente con la historia, con el patrimonio y con la identidad,” dijo la arquitecta Ailec Sarduy.

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Hoteles de lujo: un paisaje de alto contraste de La Habana en ruinas

La gestión financiera de los hoteles es llevada por la inmobiliaria ALMEST que pertenece al Grupo de Turismo GAVIOTA, subordinado a GAESA (Grupo de Administración de Empresas SA. del MINFAR) el olimpo económico de Cuba.

Hoteles de lujo en construcción en La Habana. Foto Makintalla.

Los “nobles” objetivos de estos hoteles son parte del programa de ampliación de las capacidades habitacionales para el turismo, considerada una de las principales fuentes de ingreso de la economía cubana.

Los foros de debate en la red demuestran la preocupación de arquitectos, urbanistas y del pueblo por la inversión en estas obras de lujo, que crecen en medio del paupérrimo estado del fondo habitacional, vial y de infraestructura en la Habana.

Hoteles de lujo en construcción en La Habana. Foto Makintalla.

Es curioso que en Cuba se hace alarde, desde hace un par de años, de las “rigurosas leyes” urbanísticas, pero que solo se aplican a los particulares. El Estado sigue haciendo y deshaciendo a sus anchas, sin que se le pueda criticar.

Habría que preguntarse, si se analizó apropiadamente cómo armonizan estos edificios dentro del conjunto arquitectónico de esta zona de La Habana, el impacto que tiene sobre los vecinos, que en contraste viven en casas que muestran el castigo del tiempo, el salitre y la pobreza.

Hoteles de lujo en construcción en La Habana. Foto Makintalla.

“Es necesario respetar los materiales a utilizar, la forma. Se puede trabajar con la verticalidad de los edificios pero de una manera menos agresiva para lograr armonía, sin llegar a tener que copiar un edificio de las grandes ciudades desarrolladas,” comentó Sarduy, sobre la identidad de la ciudad y la proyección arquitectónica y urbanística.

La Habana fue declarada Ciudad Maravilla, por ser una postal de arquitectura eclética pero armónica, con cadencia y que conecta con el mar. Ciudad abierta y equilibrada.

Hoteles de lujo en construcción en La Habana. Foto Makintalla.

A diferencia de otras ciudades de la región, desfiguradas por la obsesión de modernidad, La Habana por razones múltiples, dentro de su erosión constructiva mantiene una identidad, que la hace acogedora y única.

Pero quienes llevan a cabo estos proyectos, no están interesados en lo que necesita el habanero, es solo cuestión de finanzas. Y vendrá el listo a explicarnos “es una inversión que a la larga beneficiará al pueblo”, ¿eso para que año? ¿Cuándo se invertirá en la vivienda, en las calles, en el alcantarillado, los acueductos y los servicios eléctricos? ¿Cuándo empezaremos a construir una ciudad para los que no se pueden hospedar en hoteles 5 estrellas plus?

“Los proyectos se deben manejar de forma integradora, porque estos hoteles que manifiestan gran lujo, se ven bastante anacrónicos en un lugar donde los edificios de vivienda se encuentran en muy mal estado,” planteó Sarduy. “Por lo que se necesita un proyecto integrador sostenible para que la sociedad se sienta integrada.”

La silueta de La Habana se comienza a desfigurar, la ciudad se comienza a sofocar entre moles de hormigón y vidrio, comienza a perder su conexión con el mar. El riesgo de perder la ciudad que a muchos preocupaba no viene de fuera, viene de adentro, desde tan adentro que aterra.