Con flores y veladoras, los habitantes de la calle Fuego de Ciudad de México salieron este jueves a despedir al fallecido escritor colombiano Gabriel García Márquez, su célebre y admirado vecino durante más de 30 años.
Con flores y veladoras, los habitantes de la calle Fuego de Ciudad de México salieron este jueves a despedir al fallecido escritor colombiano Gabriel García Márquez, su célebre y admirado vecino durante más de 30 años.
"Era una persona muy querida como vecino y sentimos mucho lo de su muerte", dijo a la AFP Malena Flores, quien vive frente la casa del Nobel de Literatura y que lo recuerda como alguien que fue "muy gentil" y "muy sencillo".
"Siempre nos dedicaba sus libros", relata Flores en la puerta de su casa junto a un pelirrojo perro, poco después de que la carroza fúnebre saliera de la vivienda del autor de "Cien años de Soledad" sorteando la nube de periodistas que en los últimos días ha montado guardia.
La casa, de arquitectura rústica, rompe algo con el diseño modernista de las residencias aledañas en el lujoso barrio del Pedregal, en el sur de la capital. Este jueves las persianas y ventanas permanecieron cerradas; todo se veía oscuro al interior del hogar cada vez que se abría el pesado portón de madera.
Algunos amigos llegaron casi al mismo tiempo que se supo la noticia. La primera fue Fernanda Familia, una reconocida periodista mexicana de espectáculos, e inmediatamente arribó en un taxi desde el aeropuerto y cargando su maleta Guillermo Angulo, periodista y gran amigo colombiano de "Gabo".
Los vecinos observaban con tristeza desde las ventanas y terrazas el intenso movimiento que se registró a partir de que ocurrió el fallecimiento a las 14H00 (19H00 GMT).
Dolores Rocha, una anciana que vive frente a la casa del autor, cuenta que hace unos meses lo encontró en la banqueta cuando esperaba a su chófer para que la llevara al médico.
"¡Ay! Yo no sabía que usted era mi vecina, pero que gusto me da que seamos vecinos", recuerda la anciana que le dijo García Márquez. Desde ese día no lo volvió a ver. "Los dos estábamos enfermos", explica.
La última vez que García Márquez apareció en público fue el pasado 6 de marzo en la calle Fuego. Ese día cumplía 87 años y, como era costumbre, un grupo de periodistas se plantó afuera de la casa para saludarlo.
Justo al mediodía García Márquez salió impecablemente vestido con traje gris, camisa blanca y una rosa amarilla en la solapa. El novelista cruzó la puerta y saludó a cada uno de los comunicadores, escuchó como le cantaban la tradicional canción de cumpleaños "Las mañanitas" y regresó al interior de su hogar.
Ese día su asistente soltó mariposas amarillas de papel de china que volaron frente a la casa igual que las que revolotean al paso de Mauricio Babilonia en "Cien años de Soledad".
Además de las personas que este jueves acudieron a dejar flores, Bruno Uribe, otro vecino y estudiante de 21 años, se acercó para dejar una veladora. "Estaba en la computadora y vi lo de su muerte, me quedé en 'shock'," dijo mientras prendía la vela.
La tarde en que falleció el Nobel de Literatura estuvo nublada, por momentos caía una suave lluvia con la que se desprendían las flores moradas de la tupida jacarandá que adorna la fachada blanca del hogar del escritor, donde permaneció encerrada la familia sin dar declaraciones.
"Es el personaje más importante de Colombia y deja un legado para todos los colombianos y los mexicanos", dijo de su lado Valeria Hurtado, una colombiana de 26 años que estudia en México y que dejó frente a la casa un ejemplar de la última novela del escritor, "Memoria de mis putas tristes" (2004).
Era un muy buen vecino, "iba a las juntas vecinales y él mismo firmaba" los acuerdos a los que llegábamos, recuerda Edgar, otro joven que también salió a la calle Fuego con tristeza a ver partir la carroza fúnebre.
"Era una persona muy querida como vecino y sentimos mucho lo de su muerte", dijo a la AFP Malena Flores, quien vive frente la casa del Nobel de Literatura y que lo recuerda como alguien que fue "muy gentil" y "muy sencillo".
"Siempre nos dedicaba sus libros", relata Flores en la puerta de su casa junto a un pelirrojo perro, poco después de que la carroza fúnebre saliera de la vivienda del autor de "Cien años de Soledad" sorteando la nube de periodistas que en los últimos días ha montado guardia.
La casa, de arquitectura rústica, rompe algo con el diseño modernista de las residencias aledañas en el lujoso barrio del Pedregal, en el sur de la capital. Este jueves las persianas y ventanas permanecieron cerradas; todo se veía oscuro al interior del hogar cada vez que se abría el pesado portón de madera.
Algunos amigos llegaron casi al mismo tiempo que se supo la noticia. La primera fue Fernanda Familia, una reconocida periodista mexicana de espectáculos, e inmediatamente arribó en un taxi desde el aeropuerto y cargando su maleta Guillermo Angulo, periodista y gran amigo colombiano de "Gabo".
Los vecinos observaban con tristeza desde las ventanas y terrazas el intenso movimiento que se registró a partir de que ocurrió el fallecimiento a las 14H00 (19H00 GMT).
Dolores Rocha, una anciana que vive frente a la casa del autor, cuenta que hace unos meses lo encontró en la banqueta cuando esperaba a su chófer para que la llevara al médico.
"¡Ay! Yo no sabía que usted era mi vecina, pero que gusto me da que seamos vecinos", recuerda la anciana que le dijo García Márquez. Desde ese día no lo volvió a ver. "Los dos estábamos enfermos", explica.
La última vez que García Márquez apareció en público fue el pasado 6 de marzo en la calle Fuego. Ese día cumplía 87 años y, como era costumbre, un grupo de periodistas se plantó afuera de la casa para saludarlo.
Justo al mediodía García Márquez salió impecablemente vestido con traje gris, camisa blanca y una rosa amarilla en la solapa. El novelista cruzó la puerta y saludó a cada uno de los comunicadores, escuchó como le cantaban la tradicional canción de cumpleaños "Las mañanitas" y regresó al interior de su hogar.
Ese día su asistente soltó mariposas amarillas de papel de china que volaron frente a la casa igual que las que revolotean al paso de Mauricio Babilonia en "Cien años de Soledad".
Además de las personas que este jueves acudieron a dejar flores, Bruno Uribe, otro vecino y estudiante de 21 años, se acercó para dejar una veladora. "Estaba en la computadora y vi lo de su muerte, me quedé en 'shock'," dijo mientras prendía la vela.
La tarde en que falleció el Nobel de Literatura estuvo nublada, por momentos caía una suave lluvia con la que se desprendían las flores moradas de la tupida jacarandá que adorna la fachada blanca del hogar del escritor, donde permaneció encerrada la familia sin dar declaraciones.
"Es el personaje más importante de Colombia y deja un legado para todos los colombianos y los mexicanos", dijo de su lado Valeria Hurtado, una colombiana de 26 años que estudia en México y que dejó frente a la casa un ejemplar de la última novela del escritor, "Memoria de mis putas tristes" (2004).
Era un muy buen vecino, "iba a las juntas vecinales y él mismo firmaba" los acuerdos a los que llegábamos, recuerda Edgar, otro joven que también salió a la calle Fuego con tristeza a ver partir la carroza fúnebre.