Mi gente: cubanos por el mundo con el guitarrista Andrés Vadín, cuyos deseos de su infancia fueron concedidos en tierra de libertad  

El guitarrista cubano, Andrés Vadín.

No existen dudas de que Andrés Vadín nació con suerte…

“Yo fui quizás un poco afortunado porque viviendo en Cuba pude salir varias veces de Cuba tocando en grupos, en agrupaciones musicales”, nos contó desde su casa en Los Ángeles.

Esos viajes al extranjero no fueron suficientes para saciar sus ansias de brillar. Andrés buscaba más. Este joven músico soñaba con tocar en salas de conciertos con entradas agotadas, estadios llenos, lugares pequeños e íntimos donde presentara la música de la que se enamoró de niño. Pero seguía chocando contra una pared de ladrillos tras otra, entrelazadas por la burocracia que solo impedía su crecimiento.

“Con unos amigos empezamos a hacer un proyecto musical y tuvimos una oferta de grabar un disco con EGREM. Se interesó en hacernos el disco”, puntualizó.

El guitarrista, Andrés Vadín, grabando un tema musical en Cuba.

“Pero debido a regulaciones del gobierno en ese momento en todas las instituciones de música, pues no aceptaba un proyecto nuevo. Esto lo que quería decir simplemente era que los grupos que habían formados eran los que habían. No podían haber grupos nuevos. Y por más que indagué, por más que fui a todas las instituciones, empresas y todo, pues no hubo forma de poder institucionalizar este proyecto simplemente para poder trabajar porque en Cuba cualquier artista o músico, si no pertenece a una institución, pues no puede tocar en ningún lugar. No te lo permiten. Es la única forma. Entonces fue una gran desilusión para mí”.

Andrés estaba realmente frustrado con el país que le impidió seguir adelante…un lugar donde no se respetan las libertades y las oportunidades son inexistentes…sitio donde se controlan los movimientos y se silencia las palabras que se descarrilan de la ideología del gobierno. Fue una realidad insoportable para Vadín…una que en lugar de aceptar las cosas tal como estaban, lo impulsaban a imaginar una vida mejor, incluso para su familia. Un mundo donde los sueños realmente se hacen realidad. Esa gracia salvadora vino en forma de un sobre.

El guitarrista, Andrés Vadín, posa con una guitarra.

Ese sentimiento ya te digo de superación personal y profesional de libertad, de añoranza de un mejor futuro siempre estuvo presente. Y fueron años así hasta que un buen día a mi padre le llegó una carta donde decía que él se había ganado el sorteo de visas internacionales de los Estados Unidos; o sea la lotería de visas internacionales. Fue una bendición para todos. Pudimos emigrar todos, toda la familia y creo que ha sido una de las mejores cosas que me ha pasado en mi vida”.

Fue aquí, en Estados Unidos, donde este músico con los ojos muy abiertos pudo convertir sus ilusiones de niño en realidad. Fue aquí donde este aclamado guitarrista, compositor, arreglista y profesor de guitarra logró desempeñar el trabajo que más amaba.

“Este es un país que te abre las puertas, que te da opciones y te da oportunidades”, dijo. “Y yo desde que llevaba quizás dos meses, pues empecé a trabajar en lo que siempre había hecho, que era tocar música, componer, grabar y he tenido la suerte de trabajar con muchos artistas a los cuales admiro mucho, colaborar con ellos y girar alrededor de todo el mundo. Pude realizarme también personal y profesionalmente con mi proyecto musical sin tener que pedirle permiso a nadie, sin tener que pasar por ninguna traba burocrática”.

El guitarrista, Andrés Vadín, posa con sus guitarras.

Andrés Vadín nació en La Habana en 1976. Se graduó del Conservatorio de Música Guillermo Tomás y Amadeo Roldán, en la capital de Cuba. Comenzó a estudiar música a los diez años, y dos años más tarde ocupó el primer lugar en una competencia de guitarra. Su camino lo emprendió por pura casualidad. Contó con el apoyo y la perseverancia de una madre dedicada que contra todo pronóstico subió montañas para allanar un posible camino para su hijo.

“Recuerdo un día mirando la televisión un programa que sale un cantautor tocando la guitarra y eso me impactó, me impactó cuando lo vi ¡Wow! ¿Qué es eso? Quiero hacer eso enseguida, le dije a mi madre y de alguna forma ella encontró el teléfono del conservatorio y llamó. Y bueno, hice las pruebas de ingreso al conservatorio y ahí empezó mi historia en la música. Luego tuve la gran suerte de tener una maestra espectacular de guitarra y más bien en lo que te puedo decir de mi niñez que fue creo que bien, fue lindo”.

El guitarrista cubano, Andrés Vadín, en una presentación musical.

El talento de Vadín abarca muchos géneros. Se destaca con su guitarra flamenca como un instrumento universal sin fronteras, una fusión impresionante de interpretaciones tradicionales y contemporáneas, a menudo impregnadas de jazz y con influencias cubanas y árabes. Radica en Los Ángeles y desde esa ciudad ha sorteado el mundo con ese fiel instrumento a su lado, iluminando la vida de otros con interpretaciones conmovedoras de la música que aprendió a amar desde pequeño.

Desde su llegada en el 2010, ha compartido escenarios con grandes músicos como la cantante española Buika, el baterista de jazz Billy Cobham, el guitarrista flamenco José Antonio Rodríguez y el cantante de Rock Terry Ilous, quien formó parte de las grandes bandas estadounidenses de los años 80, Great White y XYZ. También ha participado en importantes festivales musicales tales como el Glastonbury Festival en Inglaterra, el Montreal International Music Festival y el Womad Festival. En 2019 comenzó Vadín Project, año en que le fue asignado la primera noche del Flamenco Arts Festival con su concierto Influencias. Hoy dedica parte del tiempo grabando su propio disco.

El guitarrista cubano, Andrés Vadín, tocando guitarra.

Se puede decir con certeza que Andrés Vadín consiguió su sueño inicial: tocar en salas de conciertos con entradas agotadas, al igual que en lugares pequeños y más íntimos…a diferencia de Cuba, donde el silencio es la palabra hablada.

En Estados Unidos, ya no choca contra una pared de ladrillos tras otra…es feliz en Los Ángeles - a casi 3.700 kilómetros de las calles de La Habana donde jugaba a la pelota con sus amigos y donde aprendió a tocar la guitarra por primera vez - donde sus deseos de infancia finalmente fueron concedidos en su país adoptivo.