Unos 884 mil espectadores asistieron a los 40 juegos de los cuatro grupos clasificatorios del V Clásico Mundial de Béisbol, un evento que se afianza en el gusto de la fanaticada, a pesar de tener asignaturas pendientes a mejorar.
Entre los grandes aciertos de los organizadores en esta quinta edición fue designar al Loan Depot Park de Miami como sede principal del torneo, para acoger las acciones del grupo D, dos de los cuatro partidos de cuartos de final, las dos semifinales y la gran final.
La gran ensalada mixta que es Miami y su ubicación geográfica frente a la cuenca del Caribe, con cercanía con República Dominicana, Venezuela y Puerto Rico, hacen del estadio de la Pequeña Habana la sede ideal de este certamen, y así debería ser de manera permanente.
En el tercer WBC, con un formato diferente al actual, Miami acogió un grupo de segunda ronda, con gran éxito organizativo y una taquilla de 154,624 asistentes en sólo seis partidos, a un promedio de 25,766 por juego.
Para el IV, el entonces llamado Marlins Park fue sede de un grupo de primera ronda, lo que permitió a los organizadores locales preparar mejor las estrategias de mercadeo, pues de antemano conocían qué equipos formarían parte de esa llave.
La respuesta no pudo ser mejor: 163,878 fanáticos en seis juegos, a un promedio de 27,313 por encuentro y un ambiente de fiesta incomparable con cualquier otra sede.
En esta ocasión, con un formato distinto y cinco integrantes por cada grupo, el público respondió masivamente al parque de Miami, con una asistencia total de 295,850 en diez encuentros, una media de 29,585.
Para que se tenga una idea del éxito comercial que ha conseguido la Capital del Sol, basta compararlo con las otras tres sedes de primera ronda (Taichung, Tokio y Phoenix), donde las mayores concurrencias las consiguieron los equipos de casa, pero los demás participantes no lograron despertar mucho interés.
En la ciudad taiwanesa de Taichung, sede del grupo A, la asistencia total fue de 110,523, un mediocre promedio de 11,052.
En el Tokyo Dome, con una capacidad de 46 mil asientos, fueron 234,488 (23,448 como media), mientras que en Arizona se reportaron 242,650 asistentes, principalmente a los partidos donde jugaban Estados Unidos y México, para un promedio de 24,265.
Todavía restan cinco juegos más de cuartos de final, semifinales y final, con lo que la asistencia total podría acercarse al medio millón ¡sólo en Miami!
El WBC es un espectáculo y a sus promotores les conviene, por encima de todo, que suene la caja contadora, para ver que las inversiones estuvieron justificadas.
Y eso que en el grupo clasificatorio de Miami no fue incluida la selección de Cuba, donde tendría un apoyo considerable, pero también tendría muchos detractores, lo cual generaría una serie de problemas que, tanto las Grandes Ligas y la Confederación Mundial de Béisbol y Softbol (WBSC), como los Marlins, en su calidad de organizadores locales, tratan de esquivar en la medida de lo posible, hasta que se hace inevitable, como veremos el domingo en la primera semifinal.
Pero Miami es, por razones más que obvias, el mercado natural de Cuba, aunque la presencia de la selección, a la que muchos vinculan con la dictadura, cree una situación morbosamente interesante.