Los focos y los millones de dólares en spots publicitarios de prestigiosas marcas se guardan para cracks estilo CR7, Messi, Neymar, Robben, Iniesta, Balotelli, Müller o Luis Suárez.
Existe una escala de jugadores mediáticos que ganan más dinero fuera de la cancha que jugando al fútbol. Los hay de portada de revistas del corazón como Cristiano Ronaldo y su novia rusa, la modelo Irina Shayk. O Piqué y Shakira.
Luego están aquéllos que se han ganado un nombre con su toque de encanto, su visión de juego y sus goles mágicos. Como Andrea Pirlo, Xavi Hernández, o el sueco Zlatan Ibrahimovic, quien no está presente en el Mundial de Brasil.
Si tienes la suerte de nacer en Argentina, Uruguay o Brasil, los scouts de clubes ricos en Europa, desde que despuntas te ponen el ojo. Los cazatalentos andan desperdigados por las academias de Río, Rosario o Montevideo buscando garotos y pibes con pinta de grande.
En el mapa futbolero de Sudamérica, Colombia es un país interesante. Son una pandilla de tipos a los que siempre les ha gustado el buen trato al balón. Gozan tocándolo, tienen delanteros que la rompen y técnicamente están muy bien dotados.
Pero Brasil, Uruguay y Argentina, por casta y tradición, han parido a cientos de futbolistas legendarios. En los años 90, Colombia tuvo un equipo de ensueño.
Con goleadores de raza del corte de Faustino Asprilla, Freddy Rincón y Carlos Valderrama, que jugaba un fútbol de salón. Después apareció Radamel Falcao, el hombre de los goles de PlayStation.
Pero Colombia, atrapada en sus guerras y violencias, seguía siendo más famosa por sus narconovelas, flores y excelente café. En los aeropuertos internacionales del Primer Mundo, los pasaportes colombianos despiertan recelos en los aduaneros. Los pasajeros de vuelos procedentes de Bogotá, Medellín o Cartagena aparecen en discretas listas negras, sospechosos de portar drogas.
Para este Mundial, Colombia era un convidado de piedra, según el pronóstico de la mayoría de los sesudos. Cuando más, pasarían a la segunda fase. Casi todos los especialistas coincidían que allí se quedarían. Como siempre. La baja por lesión del fabuloso Falcao devaluaba a la selección cafetera.
Como si el fútbol no fuera un juego de once. Pero el DT argentino Néstor José Pekerman trabajó en serio, armando de conceptos modernos a un puñado de hombres sobrados de detalles técnicos.
Las mejores historias se cuentan alejadas del ruido mediático. Sudando en el campo de entrenamiento y el gimnasio. Haciendo kilómetros de preparación física y ensayando jugadas de estrategias a balón parado.
Ya Colombia había encendido las alarmas en las eliminatorias para el Mundial. Fueron segundos detrás de Argentina. Pero sin Falcao, pocos apostaban por ellos.
Pero allí estaba, agazapado, esperando su momento, James Rodríguez. Nunca fue un jugador cualquiera. Este mediocampista fino, que el próximo 12 de julio cumple 23 años, es oro puro.
Nació en Cúcuta, al nordeste de Colombia, cerca de la frontera con Venezuela, pero creció y se hizo futbolista en Ibagué, ciudad capital del Tolima.
Se cuenta que un par de golazos de tiro libre y varias jugadas con el equipo Academia Tolimense le abrió las puertas al fútbol profesional. Su puesto natural en la cancha es de mediapunta, aunque también puede jugar de enganche.
Tiene una zurda exquisita. Puede soltar un bombazo de 30 metros, matándola con el pecho sin que el balón llegue al piso. O anotar un gol sutil, enganchando hacia adentro y tirando caños a la defensa rival, para luego dejar boquiabierto al portero, lanzando una vaselina por encima de su cabeza.
Ya lo hizo en este Mundial. Búsquenlo en YouTube. La FIFA debiese guardar a buen recaudo en su videoteca las jugadas de James Rodríguez y sus contragolpes de libro, para enseñar en el futuro a los adolescentes que se inicien en el más masivo de los deportes.
Donde quiera que James haya jugado, ha hecho goles antológicos, pases insólitos o detalles refinados y exclusivos de futbolistas de talla extra. Es un diez, de los de antes. Del estilo de Ronaldinho o Zidane, uno de sus ídolos.
En Brasil 2014 es líder con seis goles, y su actuación ha provocado que los grandes clubes abran sus chequeras. James está de moda.
Aunque Colombia quedó fuera en cuartos de final frente a Brasil, se vio a un equipo bien plantado en la cancha.
Los cronistas deportivos se debaten en torno al nombre del colombiano. Algunos lo citan con pronunciación anglosajona. Pero el chico solo quiere que lo llamen James.