Huber tenía una visión, para mí un poco edulcorada e irreal, de la grandeza de la Historia de Cuba, de las hazañas y proezas de los mambises, de la potencialidad política y vocación democrática de los cubanos.
Huber Matos acaba de morir, a los 95 años de edad. Por seis años en Radio Martí hice un programa con él llamado Militares y democracia. Recuerdo que tuve que superar arraigadas renuencias personales, pues consideraba (todavía lo creo) que se intentaba en ese foro de armonizar dos conceptos reñidos, antagónicos.
Una de las primeras cosas que me dijo cuando comenzamos a trabajar juntos, y que siempre respeté, fue esto: prefiero que no me digas Comandante Huber Matos. Yo fuí militar a regañadientes, por las vueltas que da la vida. Soy civilista, soy maestro, soy pedagogo. Eso es lo que realmente me gusta, eso es lo que yo me considero. La guerrilla, la Sierra Maestra y todo lo que vino después fueron casualidades de la vida, surgidas de mi deseo de que Cuba sea libre.
Poco a poco fui descubriendo que Huber tenía una visión, para mí un poco edulcorada e irreal, de la grandeza de la Historia de Cuba, de las hazañas y proezas de los mambises, de la potencialidad política y vocación democrática de los cubanos. Yo le escuchaba atentamente, siempre dubitativo y escéptico (no puedo evitarlo), pero convencido de que hablaba con sinceridad y convicción en las cosas que decía.
Nunca olvidaré que en todo momento, en conversaciones privadas y en los programas que hacíamos, solía aclarar algo importante que se olvida fácilmente con el pasar de los años: la democracia no se perdió en Cuba con el unipartidismo marxista de Fidel y Raúl Castro. Cuba ha vivido sin democracia desde el 10 de marzo 1952. Demasiado tiempo, decía. Ciertamente Huber no era un hombre de “derecha”; giraba siempre hacia la izquierda democrática latinoamericana.
No voy a hablar en esta breve nota de la Sierra Maestra, de su sonado juicio, de su largo presidio político, ni de sus años como jefe de Cuba Independiente y Democrática (CID). Eso que lo hagan otros, si quieren. Solo diré lo que todos saben, que fue una de las figuras más controversiales e importantes de los primeros años de la Revolución.
El Huber Matos que yo conocí, ya en las postrimerías de una larga vida dedicada a trabajar por la libertad de Cuba (de eso no tengo dudas), fue un hombre con más virtudes que defectos, más luces que sombras. Un ser humano decoroso y sencillo que con orgullo me regalaba vegetales cultivados en su hortaliza, tomates tan dulces y ricos que parecían haber sido abonados con azúcar! Pero para las cosas de Cuba, no he conocido a alguien más insistente, tesonero, perseverante y trabajador.
Esa elegante sencillez, esa generosidad de espíritu y esa visión de una Cuba libre y democrática, es la memoria que conservo y que quiero conservar siempre de mi amigo, Huber Matos. La comparto con ustedes como tributo para él y como catarsis para mí.
Una de las primeras cosas que me dijo cuando comenzamos a trabajar juntos, y que siempre respeté, fue esto: prefiero que no me digas Comandante Huber Matos. Yo fuí militar a regañadientes, por las vueltas que da la vida. Soy civilista, soy maestro, soy pedagogo. Eso es lo que realmente me gusta, eso es lo que yo me considero. La guerrilla, la Sierra Maestra y todo lo que vino después fueron casualidades de la vida, surgidas de mi deseo de que Cuba sea libre.
Poco a poco fui descubriendo que Huber tenía una visión, para mí un poco edulcorada e irreal, de la grandeza de la Historia de Cuba, de las hazañas y proezas de los mambises, de la potencialidad política y vocación democrática de los cubanos. Yo le escuchaba atentamente, siempre dubitativo y escéptico (no puedo evitarlo), pero convencido de que hablaba con sinceridad y convicción en las cosas que decía.
Nunca olvidaré que en todo momento, en conversaciones privadas y en los programas que hacíamos, solía aclarar algo importante que se olvida fácilmente con el pasar de los años: la democracia no se perdió en Cuba con el unipartidismo marxista de Fidel y Raúl Castro. Cuba ha vivido sin democracia desde el 10 de marzo 1952. Demasiado tiempo, decía. Ciertamente Huber no era un hombre de “derecha”; giraba siempre hacia la izquierda democrática latinoamericana.
No voy a hablar en esta breve nota de la Sierra Maestra, de su sonado juicio, de su largo presidio político, ni de sus años como jefe de Cuba Independiente y Democrática (CID). Eso que lo hagan otros, si quieren. Solo diré lo que todos saben, que fue una de las figuras más controversiales e importantes de los primeros años de la Revolución.
El Huber Matos que yo conocí, ya en las postrimerías de una larga vida dedicada a trabajar por la libertad de Cuba (de eso no tengo dudas), fue un hombre con más virtudes que defectos, más luces que sombras. Un ser humano decoroso y sencillo que con orgullo me regalaba vegetales cultivados en su hortaliza, tomates tan dulces y ricos que parecían haber sido abonados con azúcar! Pero para las cosas de Cuba, no he conocido a alguien más insistente, tesonero, perseverante y trabajador.
Esa elegante sencillez, esa generosidad de espíritu y esa visión de una Cuba libre y democrática, es la memoria que conservo y que quiero conservar siempre de mi amigo, Huber Matos. La comparto con ustedes como tributo para él y como catarsis para mí.
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