Obispos remarcan necesidad de un diálogo nacional en Cuba: "la Iglesia Católica lo desea, y está dispuesta"

Procesión de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, el 8 de septiembre de 2019. (AP/Ismael Francisco)

Obispos y otros miembros de la Sociedad Civil de Cuba coincidieron este domingo, en declaraciones a Martí Noticias, en la necesidad de favorecer una conversación entre diferentes actores de la nación para buscar una respuesta efectiva a la crisis que asola la Isla.

El presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, Monseñor Emilio Aranguren, Obispo de la Diócesis de Holguín, remarcó la importancia del diálogo esclarecedor.

“En Cuba utilizamos el dicho ‘hablando nos entendemos’. Es importante, por tanto, tener la disposición y el espacio para conversar sobre el bien común, que es propiamente lo nuestro, por eso considero que lo importante es tener la disposición. Como es lógico, la Iglesia Católica lo desea, y está dispuesta, para intercambiar con cuantos grupos integramos la sociedad", afirmó.

Añadió que un estado laico está integrado por grupos intermedios, y cada grupo "tiene su punto de vista, también sus criterios, y eso es lo que hace falta conversar, que es lo que, verdaderamente, logra el bien común", afirmó.

El Arzobispo de Santiago de Cuba Dionisio García Ibáñez, evaluó, por su parte, que “por el bien de este pueblo, la iglesia, de la misma manera que ayuda a otras personas, está dispuesta siempre a cooperar, pero eso significa también que las partes quieran y se les pida”.

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Las declaraciones de los obispos, coinciden con las hechas la semana pasada por el Secretario Adjunto de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, el padre Ariel Suárez, al medio estadounidense NBC. Suárez dijo que la Iglesia católica está disponible para facilitar el diálogo, “si los distintos actores políticos” lo acuerdan, para encontrar una solución a la crisis que vive el país.

Suárez recordó las protestas que sacudieron el extremo oriental del país en marzo pasado.

“En las protestas del 17 de marzo pasado, este dolor se convirtió en un grito, en un grito que fue escuchado y que ha sido aceptado, digamos, por todos los niveles del país”, señaló Suárez. “Ese grito reflejaba angustia, reflejaba desesperación, y que la gente pedía, evidentemente, una situación diferente a la que estaban atravesando”, agregó.

El 17 de marzo pasado, cientos de pobladores de la capital santiaguera, del municipio El Cobre en la misma provincia y de Bayamo, en la provincia Granma, salieron a las calles a pedir alimentos, medicinas y el fin de los constantes cortes del servicio eléctrico.

Los problemas que reclamaron los manifestantes tuvieron un alivio momentáneo, pero siguieron sin resolverse, pese a las promesas de las autoridades gubernamentales.

La entrevista de Suárez presta atención a la declaración difundida, tras las demostraciones de marzo, por la diócesis de Holguín, que encabeza Aranguren.

“Como iglesia, nos corresponde apoyar la creación de espacios de diálogo donde puedan participar los diferentes sectores de la sociedad, para encontrar caminos que nos ayuden a seguir adelante con una disposición tranquila y esperanzada”, advierte el comunicado.

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Suárez indicó que los obispos han convocado a rezar para que “quienes están en el poder tengan la sabiduría y la audacia para tomar decisiones que beneficien la vida de las personas”.

Al respecto, el activista político Manuel Cuesta Morúa cree tener el consenso de dos plataformas que agrupan a varias de las organizaciones de la Sociedad Civil independiente cubana: D’Frente y el Consejo para la Transición Democrática en Cuba.

“Eleva a un nivel de conciencia social y política, y sobre todo nacional, que es el enfoque fundamental en este momento, a una institución, justamente, como la Iglesia Católica, con sedimento histórico en la fundación misma de la nación, que yo creo que eso es clave, porque genera una capacidad de consenso importante para todos los cubanos, independientemente de la diversidad religiosa”, subrayó el politólogo.

“Creo que es clave que los actores de la sociedad civil y los actores de la comunidad política prodemocrática apoyen este llamado en un diálogo que, por supuesto, debe incluir a todos cubanos, fuera y dentro, sobre todo, los que tienen una voluntad positiva de enrumbar un proceso que es complicado de transición democrática, en el que se beneficien todos con la participación de todos”, resaltó.

En relación con las afirmaciones del Padre Ariel Suárez, el periodista independiente y analista Evert Oscar, desde Moa, Holguín, se mostró reticente.

“Habría que preguntar si le es posible enumerar con nombres y apellidos cada factor que contempla elegible para parlamentar, mesa por medio, con la empresa criminal conjunta, que es también la dueña de esa mesa y sus asientos, así como de la prensa que oficiaría para documentar lo convenido a la usanza dictatorial, editando y filtrando”, dijo en referencia al régimen cubano y la prensa estatal.

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“Los enquistados en el poder se arrogan el derecho a designar a los que se sentarían a teatralizar la farsa que vende bien al mundo, prueba de ello es lo fácil que han minado y suplantado a la sociedad civil cubana, con actores propios y parciales, de muy flexible moral, para camuflar al estado fallido de emprendedores lícitos”, opinó.

No obstante, el también vicesecretario de la Conferencia Episcopal cubana expresó su deseo de que las diferentes posiciones “no sean hostiles” entre sí y que “puedan ayudar a encontrar las soluciones concretas que este pueblo necesita”.

“Sí hay contradicciones y las hostilidades de todo tipo vigentes hace tanto tiempo, que no las generó el pueblo nuestro y sí los delincuentes con los que pretende, nos reunamos y razonemos”, puntualizó Evert Oscar.

Líderes opositores al régimen han precisado que la solución pasa por una transición pacífica de Cuba hacia una democracia que garantice los derechos humanos y las libertades civiles del pueblo.

En el Plan Pastoral 2023-2030 de la Iglesia se despliegan consecuencias de la política económica del régimen como la carencia de alimentos y medicinas, la inflación y el malestar creciente de una población agobiada por la crisis.