Si el castrismo anda es porque millones de cubanos lo articulan

Ciudadanos cubanos reciben a sus familiares residentes en Estados Unidos

Un pueblo puede ser masacrado de forma impune y la comunidad internacional puede dejarlo pasar, sin tomar cartas en el asunto, simplemente sentarse a esperar a que algo ocurra, a que los nubarrones escampen, a que la inercia encuentre la manera de poner punto final al capítulo. Lo vemos desde hace meses con la situación en Siria, donde nada valen las denuncias de organizaciones y activistas internacionales, ni las imágenes horrendas que circulan en Youtube con niños inocentes muertos y despellejados. El régimen de Al Assad sigue firme en su política de ahogar con sangre a los que se le oponen. La comunidad internacional se abstiene de cualquier intervención. Y así muchos déspotas siguen haciendo de las suyas, como los Castro en Cuba.

Quizás este es el mejor ejemplo para poner de relieve que los llamados internacionales de solidaridad, en muchas ocasiones, caen en saco roto, no generan más que un acuse de recibo y la inacción por respuesta. ¿Será verdad que solamente los intereses económicos y no los valores humanistas, de democracia y libertad, mueven a la intervención? Ninguna situación podrá resolverse por acción de la comunidad internacional si la comunidad internacional no se ve incitada a hacerlo con urgencia por alguna razón, por la escalada de la opinión pública, o bien por intereses económicos de por medio. Pero, ¿derechos humanos? Dejadme dudar.

Por eso cuando aparecen informaciones sobre la Posición Común de la Unión Europea respecto a Cuba uno se pregunta qué razones tendrán esos países para enfangarse en algo serio contra el régimen de los Castro. La acción de la oposición interna cubana no es tomada en cuenta por parte de los gobiernos que podrían tomar muchas más cartas en el asunto, pero ya esto no es lo fundamental, lo interesante sería concentrar la energía no en conseguir una respuesta de una comunidad internacional sorda, sino despertar la acción, dentro de la Isla de los millones de descontentos y frustrados. ¿Por dónde escapa o en qué se transforma el descontento, la frustración y la indignación de los cubanos?

A lo largo del 2011, 390.000 cubanos residentes en el exterior viajaron a la Isla. Supone una cifra considerablemente elevada. A pesar de la desconexión con el mundo real que tienen los cubanos en la Isla respecto a los medios de comunicación de los que no disponen, cada uno de esos 390.000 individuos llegados del exterior podrían ser agentes de un cambio, trasladando un mensaje de subversión a sus familiares y conocidos, en el buen sentido de la palabra. Cuando hablamos de desbancar a una dictadura, subversión siempre tiene un sentido positivo. ¿A alguien le parece mal que se subvierta una dictadura? Pocos casos encontramos en la historia en que subvertir un régimen totalitario no haya sido celebrado. Si todo el mundo se alegró de que cayera Pinochet, también se alegrarán de que en algún momento caiga la familia Castro, que ejerce ya de una especie de dictador colectivo.

Convencer a los cubanos de la Isla de que el retrato de una Cuba con presencia de los Castro es una prueba de que no habrá futuro es mejor antes que convencer a una comunidad internacional que ya sabe lo que hay pero que no actúa. Cuando los cubanos se den cuenta de la necesidad de un cambio y de que para que este cambio se dé la solución está única y exclusivamente dentro de la Isla y en sus manos la oposición podrá sumar adeptos. Y en esa tarea no solamente debe estar la oposición, sino todo cubano en el exterior que puede ser la correa de transmisión para que finalice el colaboracionismo. Si el castrismo anda es porque millones de cubanos lo articulan. Cuando dejen de articularlo, el muñeco parará, porque no tendrá más opción.