Cuando a María Zajárova, representante del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, le preguntaron antes de la primera cumbre de la Plataforma de Crimea si Rusia iba a crear un foro que fuera una alternativa a la cumbre de Kyiv, respondió con seguridad: "¿Para qué? Ya tenemos Crimea".
Sin embargo, como podemos ver, la ocupación de Crimea no fue suficiente. El hecho de que la mayoría de los Estados del mundo moderno no reconocen la anexión de la península y, como antes, la consideran parte integrante de Ucrania, parece irritar al Kremlin. Y esta irritación no se agota sólo con declaraciones airadas. Ahora ya existe el Club Internacional de Amigos de Crimea e, incluso, el Consejo Empresarial Africano de Crimea, creado en el marco del Foro Económico Internacional de Yalta.
Llama la atención que Rusia intenta actuar principalmente en la esfera económica: nada de discusiones sobre derecho internacional, sólo intereses económicos. Ésta es una vieja práctica de Moscú, que intenta alternar el soborno con el engaño. Pero, en mi opinión, lo más importante no es, por supuesto, la cooperación económica, sino una demostración del interés internacional por Crimea.
Creo, que el Kremlin está intentando convencer tanto a los rusos como a la comunidad internacional de que la ocupación y anexión de Crimea se ha convertido en un hecho consumado, y que ya nadie cuestiona el "estatus ruso" de la península. Ya no hay necesidad de recordarles el derecho internacional y el flagrante desprecio de Moscú por él, sino de unirse a otro "club internacional".
Todo esto, por supuesto, es la construcción de otro "pueblo Potemkin". Al mismo tiempo, es una demostración de incertidumbre sobre su propia legitimidad, un intento de presentar al menos alguna alternativa a los foros internacionales en apoyo del estatus legítimo de Crimea.
Si el Kremlin estuviera convencido de que la comunidad internacional está de acuerdo con el estatus ruso de la península, los funcionarios rusos no habrían montado rabietas durante cada una de las reuniones de la Plataforma de Crimea y amenazado a sus participantes. Y, por cierto, tampoco habrían creado ningún club de amigos de Crimea.
Tampoco es casual que cada vez que se habla del fin de la guerra, Vladimir Putin menciona el "reconocimiento de las realidades territoriales". El presidente ruso necesita que la propia Ucrania reconozca el hecho del robo del territorio y esté de acuerdo con la validez de sus exigencias.
Esto parece ser un intento del ladrón de hacer que la víctima acepte que la billetera robada siempre perteneció a la persona que la sacó de su bolsillo. ¿No es esto una prueba de que el Kremlin entiende que el "estatus ruso de Crimea" sigue siendo una ficción jurídica?
Cualquier ocupación, cualquier anexión ilegal tiene otra cara de la moneda: la falta de respeto a la comunidad mundial y la inseguridad jurídica. Hasta que se restablezca la integridad territorial de Ucrania, estoy seguro, que Rusia tendrá que vivir con fronteras ficticias e inventar "clubes de amigos" de los territorios que ocupa.