En Noruega la apuesta del pueblo por los conservadores no se ha producido por el desencanto de las fórmulas socialistas de gobierno, sino por todo lo contrario : por la apertura hacia la izquierda de los programas conservadores.
La recienta victoria de los conservadores en las elecciones generales noruegas tras dos legislaturas seguida de gobierno socialista encaja plenamente en las alternancias políticas de una democracia auténtica. Pero, así y todo, no deja unas connotaciones muy peculiares.
Para comenzar, en contra de lo que suele ocurrir en la mayor parte de las democracias occidentales en Noruega – como en el resto de los países escandinavos – la apuesta del pueblo por los conservadores no se ha producido por el desencanto de las fórmulas socialistas de gobierno, sino por todo lo contrario : por la apertura hacia la izquierda de los programas conservadores.
Esto de por sí contrasta con el resto de Europa donde el desgaste – y el descrédito - de las políticas de izquierdas no acostumbra a desembocar en el cambio de Gobierno hasta que los conservadores no van a las urnas con programas muy de derechas.
El fenómeno empezó hace una década (2001) en Dinamarca y prosiguió en Suecia, cuyo socialismo parecía que iba a ser eterno, y ha culminado ahora en Noruega con el triunfo electoral de “Hoyre” y sus aliados minoritarios, los cristianodemócratas. Esa predilección política de los escandinavos por el izquierdismo, unas veces moderado y otras más radical, se explica en gran parte con la historia muy agraria de esos países, que ha generado una sociedad de fuerte querencia igualitaria, independientemente de los avatares económicos o bélicos.
Y esa característica es más acusada en Noruega que en cualquiera otra nación escandinava. Ya en la Edad Media, cuando Europa Occidental padecía y temblaba ante las piraterías de los vikingos, estos – noruegos en su mayoría – se consideraban y se designaban a si mismos como “campesinos”. Y ahora, muchos siglos más tarde, y cuando Noruega conoce gracias a los yacimientos petrolíferos y de gas natural un bienestar sin precedentes en la historia del país, el electorado noruego se sigue negando a adoptar una visión del mundo conservadora y una gestión pública capitalista.
Tan sólo han aceptado los noruegos ahora – como islandeses, daneses y suecos antes – la higiene democrática de la alternancia de partidos en el poder porque sus conservadores han abandonado posturas y creencias de ultra derecha o de mera derecha consecuente para incorporar en su ideario buena parte de los valores sociales de la izquierda moderada. O dicho de otra manera, los escandinavos prefieren el centro; y si puede ser, un poquito escorado a la izquierda.
Para comenzar, en contra de lo que suele ocurrir en la mayor parte de las democracias occidentales en Noruega – como en el resto de los países escandinavos – la apuesta del pueblo por los conservadores no se ha producido por el desencanto de las fórmulas socialistas de gobierno, sino por todo lo contrario : por la apertura hacia la izquierda de los programas conservadores.
Esto de por sí contrasta con el resto de Europa donde el desgaste – y el descrédito - de las políticas de izquierdas no acostumbra a desembocar en el cambio de Gobierno hasta que los conservadores no van a las urnas con programas muy de derechas.
El fenómeno empezó hace una década (2001) en Dinamarca y prosiguió en Suecia, cuyo socialismo parecía que iba a ser eterno, y ha culminado ahora en Noruega con el triunfo electoral de “Hoyre” y sus aliados minoritarios, los cristianodemócratas. Esa predilección política de los escandinavos por el izquierdismo, unas veces moderado y otras más radical, se explica en gran parte con la historia muy agraria de esos países, que ha generado una sociedad de fuerte querencia igualitaria, independientemente de los avatares económicos o bélicos.
Y esa característica es más acusada en Noruega que en cualquiera otra nación escandinava. Ya en la Edad Media, cuando Europa Occidental padecía y temblaba ante las piraterías de los vikingos, estos – noruegos en su mayoría – se consideraban y se designaban a si mismos como “campesinos”. Y ahora, muchos siglos más tarde, y cuando Noruega conoce gracias a los yacimientos petrolíferos y de gas natural un bienestar sin precedentes en la historia del país, el electorado noruego se sigue negando a adoptar una visión del mundo conservadora y una gestión pública capitalista.
Tan sólo han aceptado los noruegos ahora – como islandeses, daneses y suecos antes – la higiene democrática de la alternancia de partidos en el poder porque sus conservadores han abandonado posturas y creencias de ultra derecha o de mera derecha consecuente para incorporar en su ideario buena parte de los valores sociales de la izquierda moderada. O dicho de otra manera, los escandinavos prefieren el centro; y si puede ser, un poquito escorado a la izquierda.