Fragmento de libro "Fidel y Raúl: Delirios y fantasías" de Pablo Alfonso, presentado este jueves en Madrid, España.
Cuando el Muro de Berlín se hizo añicos, la revolución castrista cumplía 30 años. Pocos meses después, carcomidos por la ineficiencia y la falta de libertades, los regímenes comunistas desaparecieron de Europa Oriental y con ellos la Unión Soviética. El experimento socialista del castrismo había llegado a su fin, pero Fidel no quiso admitirlo.
Reconocer la derrota no está en su psicología. Fidel es incapaz de aceptar que se equivocó de rumbo. En su consigna de Socialismo o Muerte no late la pasión de una idea, sino la soberbia que se resiste a admitir el error.
Fidel pudo ahorrarle a los cubanos las miserias de estos últimos veinte años. No quiso. Prefirió aferrarse al poder, no porque lo dominaba únicamente el afán de gobernar, sino por soberbia. Gobernó a su antojo, como siempre lo hizo, hasta que su salud lo obligó a renunciar.
Fidel tuvo éxito en mantener el poder, a pesar de dirigir un gobierno sin destino, con un proyecto fracasado. Su éxito personal no justifica, sin embargo, el deterioro económico, social y político que acumuló sobre la nación cubana en las dos últimas décadas.
Lo que resulta cínico es que Raúl invoque el nombre de Fidel, sus “enseñanzas” y estilo de gobierno para implementar, precisamente, todo lo contrario a lo que diseñó el Comandante en Jefe. Cinismo o estrategia política.
Lo cierto es que la mayoría de las medidas económicas aprobadas por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, alentadas por Raúl, se corresponden con el pensamiento y las ideas de Fidel.
Las “reformas” raulistas son remiendos para un gigantesco descosido, que no tienen siquiera el valor de mencionar al culpable del desgarrón nacional.
Lo que Cuba requiere para salir del estado en que se encuentra no son remiendos, sino una nueva tela para conformarse un traje a la medida de sus necesidades reales, no una camisa de fuerza.
Aspiro a que las páginas que siguen sirvan para comprender de dónde vinieron los lodos de hoy. Pero antes, anticipo este fragmento ahora que tanto se habla en la Cuba de hoy del valor del dinero, del trabajo por cuenta propia, y de economía.
“Desde que desaparecieron con la ofensiva revolucionaria hasta los timbiriches más pequeños y se acabaron los negocios particulares, el dinero ya no se puede utilizar como medio de enriquecimiento de un individuo que pone un timbiriche, compra veinte pesos de pan y de otras cosas en las tiendas o en bolsa negra y vende cincuenta, sesenta o setenta pesos de mercancías. Ciertamente, cuando la revolución suprimió los negocios privados, dio un extraordinario paso de avance. Ya no hay nadie en nuestro país que se pueda ganar 100 pesos en un día. Es decir, ya no hay nadie que pueda ganar treinta veces lo que gana un obrero trabajando duramente. Ya no hay nadie que sin sudar la camisa pueda ganar treinta veces más que el que suda la camisa (APLAUSOS).
Y una de las primeras batallas en la marcha hacia el comunismo es ir progresivamente de abajo hacia arriba —repito—, disminuyendo esos desniveles de ingresos, es decir, marchando hacia el igualitarismo en los ingresos, ¡hacia el igualitarismo en los ingresos! Todavía no significa una distribución comunista, pero será un enorme paso hacia esa forma de distribución comunista.
El dinero cada vez significará menos cuando nadie pague la vivienda —y ya la mayor parte no paga la vivienda—, cuando todos los hijos estén becados o estén en el círculo o estén en el seminternado. Las familias empiezan a ver que muchos de los gastos que hacían antes no los tienen que hacer ya, comienzan a ver cómo ese dinero, que antes casi lo adoraban, porque era la salud del hijo, el pan del hijo, la medicina del hijo, la diversión del hijo, la educación del hijo, pierde ese sentido. Aquel dinero era el instrumento de eso, adoraban el dinero (...)
.
El dinero tendrá cada vez menos sentido (…)
El camino no es fácil. La tarea es difícil y muchos nos criticarán. Dirán que somos pequeños burgueses, idealistas; dirán que somos soñadores, dirán que estamos llamados al fracaso. Y, sin embargo, los hechos hablarán por nosotros, las realidades hablarán por nosotros y nuestro pueblo hablará y actuará por nosotros, porque sabemos que nuestro pueblo es capaz de comprender esos caminos y de emprender esos caminos.
¡Conciencia comunista significa que el día de mañana las riquezas que hacemos entre todos las disfrutemos por igual entre todos! ¡Eso es el comunismo, esa es la conciencia comunista!”. (APLAUSOS)[1]
1.- Discurso de Fidel 1968.
Reconocer la derrota no está en su psicología. Fidel es incapaz de aceptar que se equivocó de rumbo. En su consigna de Socialismo o Muerte no late la pasión de una idea, sino la soberbia que se resiste a admitir el error.
Fidel tuvo éxito en mantener el poder, a pesar de dirigir un gobierno sin destino, con un proyecto fracasado. Su éxito personal no justifica, sin embargo, el deterioro económico, social y político que acumuló sobre la nación cubana en las dos últimas décadas.
Lo que resulta cínico es que Raúl invoque el nombre de Fidel, sus “enseñanzas” y estilo de gobierno para implementar, precisamente, todo lo contrario a lo que diseñó el Comandante en Jefe. Cinismo o estrategia política.
Lo cierto es que la mayoría de las medidas económicas aprobadas por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, alentadas por Raúl, se corresponden con el pensamiento y las ideas de Fidel.
Las “reformas” raulistas son remiendos para un gigantesco descosido, que no tienen siquiera el valor de mencionar al culpable del desgarrón nacional.
Lo que Cuba requiere para salir del estado en que se encuentra no son remiendos, sino una nueva tela para conformarse un traje a la medida de sus necesidades reales, no una camisa de fuerza.
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Aspiro a que las páginas que siguen sirvan para comprender de dónde vinieron los lodos de hoy. Pero antes, anticipo este fragmento ahora que tanto se habla en la Cuba de hoy del valor del dinero, del trabajo por cuenta propia, y de economía.
“Desde que desaparecieron con la ofensiva revolucionaria hasta los timbiriches más pequeños y se acabaron los negocios particulares, el dinero ya no se puede utilizar como medio de enriquecimiento de un individuo que pone un timbiriche, compra veinte pesos de pan y de otras cosas en las tiendas o en bolsa negra y vende cincuenta, sesenta o setenta pesos de mercancías. Ciertamente, cuando la revolución suprimió los negocios privados, dio un extraordinario paso de avance. Ya no hay nadie en nuestro país que se pueda ganar 100 pesos en un día. Es decir, ya no hay nadie que pueda ganar treinta veces lo que gana un obrero trabajando duramente. Ya no hay nadie que sin sudar la camisa pueda ganar treinta veces más que el que suda la camisa (APLAUSOS).
Y una de las primeras batallas en la marcha hacia el comunismo es ir progresivamente de abajo hacia arriba —repito—, disminuyendo esos desniveles de ingresos, es decir, marchando hacia el igualitarismo en los ingresos, ¡hacia el igualitarismo en los ingresos! Todavía no significa una distribución comunista, pero será un enorme paso hacia esa forma de distribución comunista.
El dinero cada vez significará menos cuando nadie pague la vivienda —y ya la mayor parte no paga la vivienda—, cuando todos los hijos estén becados o estén en el círculo o estén en el seminternado. Las familias empiezan a ver que muchos de los gastos que hacían antes no los tienen que hacer ya, comienzan a ver cómo ese dinero, que antes casi lo adoraban, porque era la salud del hijo, el pan del hijo, la medicina del hijo, la diversión del hijo, la educación del hijo, pierde ese sentido. Aquel dinero era el instrumento de eso, adoraban el dinero (...)
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El dinero tendrá cada vez menos sentido (…)
El camino no es fácil. La tarea es difícil y muchos nos criticarán. Dirán que somos pequeños burgueses, idealistas; dirán que somos soñadores, dirán que estamos llamados al fracaso. Y, sin embargo, los hechos hablarán por nosotros, las realidades hablarán por nosotros y nuestro pueblo hablará y actuará por nosotros, porque sabemos que nuestro pueblo es capaz de comprender esos caminos y de emprender esos caminos.
¡Conciencia comunista significa que el día de mañana las riquezas que hacemos entre todos las disfrutemos por igual entre todos! ¡Eso es el comunismo, esa es la conciencia comunista!”. (APLAUSOS)[1]
1.- Discurso de Fidel 1968.