Padre nuestro y madre mía

Altar para Chávez

La estrambótica campaña política en Venezuela busca erigir a Chávez en una especie de santo, un ser excepcional, un Dios omnipotente, a quien se le debe idolatría...

Muchos meses después de la muerte del expresidente venezolano Hugo Chávez prosigue la estrambótica campaña política en Venezuela que busca erigirlo en una especie de santo, un ser excepcional, un Dios omnipotente, a quien se le debe idolatría, incluso después de haber muerto. Presenciamos la construcción paulatina del mito y muestra de ello es, ¡madre mía!, la versión del Padre Nuestro que ha circulado en las últimas semanas, levantando polémica y revelando una vez más el carácter mesiánico, y de vocación pseudoreligiosa, del movimiento político bolivariano. Un movimiento que responde a los intereses del castrismo cubano, hoy por hoy el que, podríamos decir, es el dueño ideológico del “alma política” latinoamericana.

Mientras el madurismo sigue construyendo su particular mitología alrededor de la obra política de Chávez, el silencio rodea la suerte del opositor venezolano Leopoldo López, un nombre que ha desaparecido de las crónicas de los periódicos en Europa. Ya no solo es difícil encontrar información sobre el movimiento de oposición en los medios españoles, donde existe cierta sensibilidad por las cuestiones de Latinoamérica, sino que también es notoria la falta de atención sobre la cuestión en la prensa de otros países europeos. Para obtener datos del juicio contra el líder de Voluntad Popular hay que recurrir a otros medios.

Los movimientos de oposición, tanto en Venezuela como en Cuba, padecen también de la falta de atención por parte de la prensa internacional lo que hace que, en ocasiones, se desconozcan sus nombres, sus propuestas y en muchos casos incluso su existencia. Hoy por hoy las páginas de internacional siguen siendo ocupadas por los shows orquestrados por los dirigentes de esos gobiernos que, con anécdotas como la versión del Padre Nuestro chavista, acaparan más atención mediática que cualquier otra información relativa a la oposición por mucho más importante que nos pueda parecer.

Lamentablemente una dinámica del periodismo es hablar más de los políticos que de la gente. Se invierte mucho más tiempo siguiendo a los políticos, para tomar notas de sus mentiras, que preguntando a la gente en las calles y plazas para conocer sus intereses y necesidades. La balanza periodística sigue decantándosehacia los movimientos y operaciones políticas más que en las consecuencias de los programas políticos, que afecta a la ciudadanía, en muchos ocasiones, probablemente, donde puede encontrarse a la oposición más honesta y sincera.

Ahora en Venezuela los que parecen haber asaltado las calles son los partidarios del madurismo. Lo sabe bien Maduro, que sin el apoyo de la calle no va a ningún lado. “Debemos formarnos en los valores de Chávez en el combate diario en la calle, creando, construyendo revolución, haciendo revolución”. Y es que cualquier movimiento político, sea el que gobierna como el que aspira a hacerlo, no puede prescindir de la calle. Como tampoco el periodismo, al que jamás se le debe olvidar que tomar el pulso de lo que sucede entre la gente corriente es la clave para conocer mejor cualquier realidad.