El Papa Francisco fue a Cuba con un mensaje que llega tarde. La corrupción es imposible de erradicar con el sistema actual. Para el régimen el estado de corrupción general resulta un elemento principal para que todo siga igual. Acostumbrados todos a ese sistema, que vive de la mentira y la falsedad institucional, es difícil establecer un cambio de programa real para que las cosas funcionen de forma distinta.
El Papa Francisco debería saber que lo de Cuba no se soluciona con un sermón sobre la necesidad de actuar con amor por el prójimo. En un país donde se instauró desde hace tiempo el “sálvese quien pueda”, el cambio requiere algo más que una charla sobre asuntos morales. El problema está en que el sistema no sirve y sus dirigentes mucho menos. El problema es que hay unos señores que ocupan (usurpan) un lugar que no les pertenece. Tienen que irse y no quieren. En realidad, todo muy simple.
La catástrofe cubana requiere de un acto de amor inmenso por el ser humano que la actual dirigencia castrista nunca ha demostrado. Han instrumentalizado todo un pueblo y supuestas políticas sociales para mantener el poder. Poco más. Los Castro representan mejor que nadie la dinastía que se sirvió de los demás para beneficiarse ellos y su grupo.
Los Castro son una casta instalada en los órganos de poder en Cuba y hasta que no decidan dar un paso atrás para dejar que el país real, —la gente corriente que lo que quiere es solucionar sus problemas cotidianos y no rimbombantes revoluciones, pase adelante—, esa Isla no podrá avanzar, ni podrá garantizar la dignidad de las personas que nacieron en ella.
Los cubanos merecen vivir de una vez por todas en un país normal, que no esté vendido a ninguna ideología ni partido político concreto. Porque los países no pueden pertenecer a partidos o grupos. Los que tenemos amigos cubanos deseamos fervientemente que puedan algún día pisar su tierra respirando tranquilos y con la oportunidad de contribuir a hacer que las cosas sean mejor. Y los que viven allí lo puedan hacer en paz creyendo lo que estimen oportuno. Sin imposiciones de ningún tipo.
Dada su inclinación por cuestiones sociales, muchos habrían esperado que sus primeras intervenciones en la Isla fueran directas a asuntos nucleares que en Cuba no se han resuelto. El tema fundamental y número uno es el de la libertad de conciencia, la libertad de pensamiento y posición política. Hasta que el Gobierno cubano no libere las conciencias y voluntades de sus ciudadanos nadie vivirá tranquilo. Menos todavía los retorcidos que mandan desde 1959. ¿No cree el Papa Francisco que 56 años son quizás demasiados? ¿No cree el Papa Francisco que los Castro se han pasado ya tres pueblos? ¿No cree el pontífice que Cuba merece un cambio que renueve la ilusión de vivir?
Puede ser que el que no sepa servir, no sepa vivir. Pero no es menos cierto que vivir sin libertad no es vida.