Al cumplirse 45 años de la fundación de Irakere, el saxofonista cubano Paquito D’Rivera recuerda que el legendario grupo se fundó no gracias, sino a pesar de la negativa de las autoridades cubanas.
“Cuando se echó a andar Irakere todavía nosotros trabajábamos en la Orquesta de Música Moderna, y había una negativa muy grande de parte de lo que era el Consejo Nacional de Cultura de que hiciéramos ese grupo, porque decían que había demasiados jazzistas”, explica D’Rivera, también compositor y director de orquesta. “Cuando eso todavía no había festivales [de jazz], esa era la música imperialista”.
Al mismo tiempo, el ganador de más de una decena de premios Grammy y Grammy Latino asegura que los fundadores y primeros integrantes de Irakere no tenían idea entonces de la magnitud de lo que estaban haciendo.
“Sabíamos que era un grupo de buenos músicos cubanos, gente con una formación de jazz y una formación clásica, Oscarito [Valdés] era un excelente percusionista, pero nunca supimos que iba a ser la clase de bomba que fue eso”, confiesa D’Rivera entrevistado en el programa La Revista de la Noche de Radio y TV Martí.
“No porque yo esté ahí, pero existe un antes y un después de Irakere, de eso no hay dudas, igual que existe un antes y un después de [Juan] Formell, salvando las distancias”, comenta D’Rivera. “Formell nunca fue un virtuoso de su instrumento, pero fue un visionario. Irakere fue una cosa absolutamente única: como Irakere no hubo nada, ni antes ni después. No estoy diciendo mejor ni peor: diferente”.
El creador y director de Irakere, el pianista y compositor Chucho Valdés, fija la fecha de nacimiento del grupo el 25 de abril de 1973 con un concierto en Santiago de Cuba.
“Eso es lo que los americanos llaman “old wine, new bottles”, “vino viejo, botellas nuevas”, comenta D’Rivera, “porque hacía muchos años que ya veníamos trabajando juntos, desde el Teatro Musical de La Habana con Alfonso Arau, que lo fundó en el antiguo Cine Alcázar, y después en la Orquesta de Música Moderna”.
D’Rivera recuerda el concierto de Santiago de Cuba, y recuerda también que antes –todo indica que en 1972-- Chucho y Oscar Valdés se reunieron con él en el parque habanero frente al Teatro Amadeo Roldán y le contaron cómo iban a hacer las cosas.
“Me dijeron: “Mira, vamos a hacer un grupo así y así, pero no podemos poner la palabra jazz por ningún lado, porque no vamos a poder salir de aquí nunca”, cuenta D’Rivera. “Y les digo: “¿Y entonces qué voy a hacer yo, porque eso es lo que toco yo?”. Y me dijeron: “Tú sigue tocando lo mismo y nosotros lo vamos a rodear de tambores africanos y de cosas… Esta gente tiene el oído cuadra’o, ellos no se van a enterar; si tú tocas música china, ellos no se van a enterar”.
Entrevistado por Radamés Giro (“La dinastía de los Valdés”), Oscar Valdés contó que Chucho y él sostuvieron esa conversación en un muro del Teatro Amadeo Roldán y de allí fueron en moto a visitar a D’Rivera para invitarlo a unirse al grupo.
A fin de cuentas, bromea el saxofonista, Irakere sale de un “trío de sopa”, el tipo de grupo que se hace para presentarse en restaurantes y que te paguen con la comida.
“Teníamos un trío de sopa que eran Chucho Valdés con un piano eléctrico que consiguió Oscarito [Valdés], Oscar en la percusión, que no cantaba cuando eso, y Carlitos del Puerto --que ahora vive en Finlandia-- en el bajo”, explica D’Rivera. “Y de ahí surgió la idea de hacer un grupo bailable, para viajar. A mí no me gustaba la idea porque no me gusta tocar música bailable para vivir, no es el tipo de cosa que me gusta hacer, pero ellos armaron ese grupo y me llamaron… Nosotros no sabíamos que se iba a armar un grupo de ese calibre, la verdad”.
D’Rivera no cree que se le deba considerar uno de los fundadores.
“Cuando yo entré ya tenía ese nombre, Irakere, que quiere decir bosque o vegetación en algún dialecto africano”, indica el saxofonista. “La persona que realmente formó ese grupo con Chucho no fui yo, no puedo darme crédito por eso. Fue Oscarito Valdés quien hizo toda la logística. Además, era una persona muy perseverante, y logró juntar toda esta gente y logró que nos soltaran de la Orquesta de Música Moderna y logró que me dieran el permiso a mí para viajar. Los pobres, se embarcaron todos porque después yo me quedé”.
Your browser doesn’t support HTML5
D’Rivera se refiere a su decisión de solicitar asilo político en la Embajada de Estados Unidos en Madrid en octubre de 1980.
¿Por qué había que darte permiso para viajar?
“Porque ya yo tenía mi fama de americanizante, de no gustarme aquello allí, mis padres ya vivían fuera hacía años”, responde D’Rivera. “Yo debo estar muy agradecido de Chucho y de Oscar; de que ellos, a pesar de todo, me dieron la bienvenida en el grupo en un momento en el que yo estaba en desgracia, esa es la verdad. Yo estaba dirigiendo la Orquesta de Música Moderna y entonces un tipo que se llamaba Julio Bidopia, que era el jefe de la Dirección Nacional de Música, me llamó a su oficina para mandarme a descansar. ¡Yo no sé quién le dijo que yo estaba cansado!”
Lo mandaron a descansar dos años, explica, por haber exigido que la Orquesta de Música Moderna, “una orquesta tan buena de música instrumental y jazz”, no siguiera siendo usada como acompañamiento para cantantes.
“Por eso”, insiste, “yo les estoy tan agradecido a Chucho y a Oscar Valdés, de haberme sacado de eso, a pesar de que a ellos les dijeron bien claro: “Señores, si ustedes incluyen a ese tipo en el grupo no van a viajar nunca”. Y la respuesta de Chucho y Oscarito fue: “Bueno, nosotros no hicimos este grupo no para viajar, sino por la música” (¡Que hipócritas, ja ja ja!)”
¿Qué fue lo que hizo de Irakere un laboratorio musical?
“Ahí se conjugaron muchísimos factores diversos, gente a las que les gustaba el jazz y también la música clásica, y la música cubana bailable. Y entonces había que meter todo eso en un solo potaje”.
¿Cómo pudieron ser cómplices tantos músicos todos estrellas en un mismo grupo?
“Eso es por la invención del aeroplano” [risas].
Hay que recordar que fue Paquito D’Rivera quien rescató del ostracismo en 1994 a Bebo Valdés, el padre de Chucho Valdés, con el disco Bebo Rides Again.
“Bebo era una persona muy querida, amigo de mi papá”, cuenta el saxofonista. “Ellos fueron novios de dos hermanas. Cuando fui la primera vez en 1981 con Dixie Gillespie a Estocolmo me lo encontré tocando en un restaurante. Era un restaurante muy elegante, no era ningún tugurio, pero era una pena ver a un tipo de ese calibre tocando “Abril en Portugal”, la “Guantanamera” y dos y tres boberías para los turistas. Y desde entonces yo me quedé con eso en la mente, un día hay que grabar al Bebo. Y cuando logré levantar agua y carbón llamé a este amigo de Messidor y le dije: “Mira Gortz [Worner], yo quiero grabar a Bebo Valdés”. Y me acuerdo de la frase de Gortz: “¿Y todavía eso anda por ahí?” Anda, y como anda. Maravilloso, el estilo único ese que tenía Bebo, tan delicado y tan elegante. Entonces lo grabamos, y Fernando Trueba se interesó y lo llevó a la pantalla, y eso le dio a Bebo, qué se yo, como 15 años más de vida hábil”.
También evoca su relación con el creador del llamado jazz latino, Mario Bauzá.
“Él fue como un ícono para nosotros”, asegura D’Rivera. “Las nuevas generaciones no lo conocían, pero yo crecí entre músicos y mi papá siempre hablaba del éxito que había tenido Mario. En el año 28 vino, vio Nueva York y se enamoró de la ciudad y del ambiente musical. Es verdad que cuando vinimos [la primera visita de Irakere a Nueva York] él siempre andaba con nosotros, y después yo me quedé con esa amistad, arreglé para su orquesta y le hacía arroz con frijoles en mi casa”.
Y comenta el episodio de hace dos años en la Casa Blanca, cuando le retiraron la invitación que ya le habían hecho para presentarse con Chucho Valdés y otros músicos.
“Ellos me querían dejar fuera, porque como estaban en esos días en la coquetería con el gobierno cubano”, comenta D’Rivera. “Después que me invitaron, me “desinvitaron”. Yo estaba pensando, por dignidad, quedarme callado y no decir nada. Pero luego dije: “Tú puedes creer que no, porque aquí el que paga los taxes[impuestos] soy yo”. Y les disparé una carta pa’llá que removió la… ¿Tú sabes qué tiempo duró? Media hora. A la media hora me dijo mi mujer [Brenda Feliciano]: “Oye, ya te invitaron otra vez”.