Las veces que visitado Paris siento que he llegado a una casa donde tengo mi lugar, y además de los magníficos museos, de caminar a orillas del Sena, de admirar la arquitectura y la ingeniería civil, la Historia, los rastros de los artistas que habitaron y libaron de esta flor en diferentes épocas, las librerías perfectas con su gato deambulando entre ejemplares de la literatura que nos hizo libres, las callecitas, las galerías, las tiendas de quesos y las panaderías, aparte del fragor de la noche cuando todas las brasseries, los restaurantes y los bares hierven de charlas, rebosan de placer de la compañía en la buena mesa; aparte de todo eso y salvando las distancias, me ocurre como a Cortázar, pasear por Paris como por Buenos Aires de noche sedada, tarde, cuando el transeúnte solitario se adueña de la vereda, es acercarme de un modo más personal a la ciudad, al tiempo que aproximarme al Yo más íntimo, el tímido, el más escurridizo entre las actividades ordinarias, ese que se siente desamparado bajo la amenaza de la luz solar.
Es encontrar mi lugar en el Boulevard de Picpus, es escuchar los pasos de otros perseguidores que procuran mantener la distancia y a la vez ser recordados, el ruido de las palomas, y esos silencios en que tantos escritores, pintores músicos, cineastas, fotógrafos, escultores, arquitectos fueron sorprendidos y cautivados por las obras de los fantasmas de la noche, que una vez metabolizadas y con el toque personal de cada uno, presentaron como suyas.
Mucho antes de haber puesto un pie en aquella ciudad ya había legado a mis inclinaciones éticas y estéticas gran parte de lo que soy, a través de su historia y su luz universal. París es de todos los seres que aman la belleza y la libertad, más allá de si la han visitado o no.
Los despiadados del IS que atacaron a la ciudad de la revolución, de los derechos de las personas, de la belleza, del misterio, del placer, como los que atacaron la Gran Manzana de la diversidad hace unos años, gritaban que era en nombre de un ser superior y contra los herejes.
Entraron poseídos a matar a mansalva según sus palabras "donde cientos de idolatras se reunían en una fiesta perversa de prostitución y perdición", refiriéndose en principio a quienes asistían al concierto de rock que se celebraba en la sala Bataclan, pero en general a los logros de la humanidad en materia del derecho del individuo al disfrute de la vida con total libertad.
Ojo con el odio y la locura que despierta: aparte de que quienes más sufren al Estado Islamico y a los fanáticos religiosos yihadistas son precisamente la personas de aquellos países, cabe recordar que gran parte de los bomberos, de los policías de los médicos, enfermeros, e incluso víctimas, son descendientes de personas que emigraron en épocas pasadas desde países de cultura árabe.
Del mismo modo pienso que como cultura cívica que cree y defiende unos valores de derechos que han costado siglos y toneladas de sudor y sangre obtenerlos, deberíamos ser más rigurosos con la exaltación de aspectos culturales o religiosos que colisionan o se contradicen con nuestra cultura de tolerancia, de pluralidad, de libertad y de igualdad.
Quien quiera destruir la convivencia europea, quien considere que la mujer es un ser inferior que debe mostrarse en público enfundada en múltiples capas de trapos, quien considere que el rock, el sexo libre, la diversión, el baile, la música, la libertad en general, es una herejía y que Europa es la cuna del mal, obviamente no debería ser bienvenido para vivir en nuestra casa.
Hay que diferenciar dos cosas, la proliferación de quienes perpetraron este ataque salvaje e inadmisible hay que detenerlo ya mismo, combatirlo sin descanso, pero con nuestros métodos, no con los de ellos tal como ellos y otros menos visibles y más cercanos querrían.
Y luego hacer mucha profilaxis, mucha prevención, las cosas no surgen por que sí ni de la noche a la mañana, estos despiadados se han hecho fuertes en zonas del mundo donde hace treinta años la mujer se incorporaba al trabajo, donde los partidos moderados arribaban al poder, donde los sindicatos cobraban fuerza y el poder de la religión en la política la perdía, hubo un interés común de todos los poderosos en que los países árabes fuesen consumidos por la religión, ese espanto de histeria colectiva, que siempre manejan unos pocos en su beneficio.
Ya están los diferentes tipos de buitres merodeando encima de tan preciada presa, un hecho doloroso que congrega tanta pena como rabia es muy codiciada por ellos. Habrá quienes nos querrán utilizar conduciéndonos por la senda del odio para saciar sus apetitos y finalidades.
Opto mucho antes por usar nuestras armas, hacer de la amistad, del amor, de los derechos, del respeto por la vida y por el placer, del rock’n’roll, la fiesta más reivindicativa, la manifestación combativa que más impotencia dé a quien desea convertirnos en salvajes, el combate en el cual seguramente somos invencibles.
Que descansen por esta vez los rezos y los dioses, que los llamados de venganza no sean atendidos, hoy es más adecuado homenajear a los asesinados con la herejía de la que los acusaron sus asesinos: Libertad, igualdad, fraternidad.
Publicado en el blog de Martín Guevara el 14 de noviembre del 2015