El ex presidente del parlamento ruso, el checheno Ruslán Jasbulatov aseguró en Moscú que Vladimir Putin quiere desempolvar la soberanía limitada de Brezhnev.
El presidente ruso, Vladímir Putin, quiere desempolvar la Doctrina de la Soberanía Limitada del mandatario soviético Leonid Brézhnev, ha asegurado hoy en una entrevista con Efe Ruslán Jasbulátov, expresidente del Parlamento ruso. "Putin quiere aplicarle la soberanía limitada a las antiguas repúblicas soviéticas, en particular a Ucrania, Bielorrusia y la centroasiática Kazajistán", sostiene.
Jasbulátov, ahora profesor de economía en una universidad moscovita, expone esa tesis en su libro "La impotencia del poder. La Rusia de Putin", que será presentado en español el próximo 10 de mayo en España. "La Unión Soviética con Brézhnev aplicó esa política en relación con los países que integraban el Pacto de Varsovia, como ocurrió en Praga en 1968", rememora.
Ahora, añade, "le ha tocado el turno a los países vecinos de la Federación Rusa, que deben tener en cuenta los intereses de Moscú a la hora de adoptar decisiones estratégicas". "Putin quiere un contrapeso a Occidente. La soberanía limitada le permitiría mantener la influencia sobre el espacio postsoviético", precisa.
Con el argumento de que los sucesos que amenazaban la estabilidad de uno de los países socialistas afectaban al bloque en su conjunto, el Pacto de Varsovia intervino militarmente tanto en Praga como en Hungría en 1956. Ahora, Putin enarbola el argumento de la defensa de la minoría rusa y los rusohablantes para solicitar al Senado de su país el mandato para enviar tropas a otra nación soberana, amenaza que se cierne desde hace semanas sobre Ucrania, y que el Kremlin ya utilizó en Osetia del Sur (2008).
"La crisis ucraniana es muy alarmante, incluso si el comportamiento de Rusia para anexionarse Crimea fuera correcto. No creo que la amenaza del fascismo en Ucrania sea cierta. Uno no puede creer todo lo que dicen los medios rusos", indicó.
El autor cree que Putin adolece del viejo pecado soviético de creer que Rusia está "rodeada de enemigos". "Es la mitología de la conspiración permanente. Putin cree que hay que salvar al país", apunta. Y advierte que "si Ucrania se empobrece, Rusia saldrá perdiendo, ya que la industria rusa depende de las materias primas que exporta el país vecino", puesto que ambas economías están estrechamente interrelacionadas desde tiempos soviéticos.
"Ucrania tiene un gran potencial industrial y energético. El 90 por ciento de los motores para helicópteros los recibimos de allí. Están los aviones Antónov. Ellos conservaron su industria, mientras nosotros la liquidamos. Necesitamos una Ucrania amistosa", sostuvo.
En cuanto a la pasividad occidental, Jasbulátov cree que el mundo sufre una alarmante falta de líderes dispuestos a defender sus principios, como ocurriera en los últimos años de la Guerra Fría. Con todo, el libro de Jasbulátov dedica a los sucesos más recientes de la historia de Rusia el último capítulo, ya que el resto aborda la llegada al poder de Putin en el año 2000 de manos de Borís Yeltsin, al que el autor no ahorra ninguna crítica.
"Yeltsin le dio la puntilla a la URSS, pero debilitó a Rusia hasta el extremo de que si se hubiera quedado en el poder un año más, el país se hubiera desintegrado", señala. Jasbulátov, quien cayó en desgracia después de atrincherarse en el Parlamento cuando Yeltsin ordenó que dispararan contra el edificio en 1993, cree que la llegada de Putin al Kremlin "salvó a Rusia".
"Pero no sólo la irrupción de Putin, sino el aumento de los precios del petróleo. Los ingresos comenzaron a llegar y eso permitió evitar el colapso. Putin no hubiera podido hacer nada sin los hidrocarburos", precisa. Con todo, critica al actual jefe del Kremlin por no aprovechar los ingresos petroleros para modernizar la economía y combatir la corrupción. "La política económica no ha evolucionado. Es pura improvisación. No comerciamos con nadie. La corrupción es sangrante y el funcionariado está poco preparado. Sostener un Estado como el ruso no es fácil, pero las autoridades aprovechan de manera ineficaz los ingentes ingresos energéticos", afirma Jasbulátov.
Por ello, advierte que "si las actuales sanciones internacionales contra Rusia fueran sistémicas, la economía rusa sufriría, ya que no produce nada, es todo materia prima". "El nivel de vida de los rusos depende exclusivamente de los casi 400.000 millones de dólares que ingresamos por las exportaciones de gas y petróleo. Mientras, gastamos anualmente 45.000 millones de dólares en importar productos procesados y 45 millones de hectáreas de tierra están abandonadas", lamenta.
Jasbulátov cree que para Rusia es crucial llevarse bien con sus vecinos, porque de lo contrario se verá sumida en el aislamiento, como la antigua URSS. "Creo que Putin intentó cooperar con Occidente, pero no fue capaz
y ahora está enfadado. La clave del futuro de Rusia está en la llegada de nuevos líderes, más honestos", concluye.
Jasbulátov, ahora profesor de economía en una universidad moscovita, expone esa tesis en su libro "La impotencia del poder. La Rusia de Putin", que será presentado en español el próximo 10 de mayo en España. "La Unión Soviética con Brézhnev aplicó esa política en relación con los países que integraban el Pacto de Varsovia, como ocurrió en Praga en 1968", rememora.
Ahora, añade, "le ha tocado el turno a los países vecinos de la Federación Rusa, que deben tener en cuenta los intereses de Moscú a la hora de adoptar decisiones estratégicas". "Putin quiere un contrapeso a Occidente. La soberanía limitada le permitiría mantener la influencia sobre el espacio postsoviético", precisa.
Con el argumento de que los sucesos que amenazaban la estabilidad de uno de los países socialistas afectaban al bloque en su conjunto, el Pacto de Varsovia intervino militarmente tanto en Praga como en Hungría en 1956. Ahora, Putin enarbola el argumento de la defensa de la minoría rusa y los rusohablantes para solicitar al Senado de su país el mandato para enviar tropas a otra nación soberana, amenaza que se cierne desde hace semanas sobre Ucrania, y que el Kremlin ya utilizó en Osetia del Sur (2008).
"La crisis ucraniana es muy alarmante, incluso si el comportamiento de Rusia para anexionarse Crimea fuera correcto. No creo que la amenaza del fascismo en Ucrania sea cierta. Uno no puede creer todo lo que dicen los medios rusos", indicó.
El autor cree que Putin adolece del viejo pecado soviético de creer que Rusia está "rodeada de enemigos". "Es la mitología de la conspiración permanente. Putin cree que hay que salvar al país", apunta. Y advierte que "si Ucrania se empobrece, Rusia saldrá perdiendo, ya que la industria rusa depende de las materias primas que exporta el país vecino", puesto que ambas economías están estrechamente interrelacionadas desde tiempos soviéticos.
"Ucrania tiene un gran potencial industrial y energético. El 90 por ciento de los motores para helicópteros los recibimos de allí. Están los aviones Antónov. Ellos conservaron su industria, mientras nosotros la liquidamos. Necesitamos una Ucrania amistosa", sostuvo.
En cuanto a la pasividad occidental, Jasbulátov cree que el mundo sufre una alarmante falta de líderes dispuestos a defender sus principios, como ocurriera en los últimos años de la Guerra Fría. Con todo, el libro de Jasbulátov dedica a los sucesos más recientes de la historia de Rusia el último capítulo, ya que el resto aborda la llegada al poder de Putin en el año 2000 de manos de Borís Yeltsin, al que el autor no ahorra ninguna crítica.
"Yeltsin le dio la puntilla a la URSS, pero debilitó a Rusia hasta el extremo de que si se hubiera quedado en el poder un año más, el país se hubiera desintegrado", señala. Jasbulátov, quien cayó en desgracia después de atrincherarse en el Parlamento cuando Yeltsin ordenó que dispararan contra el edificio en 1993, cree que la llegada de Putin al Kremlin "salvó a Rusia".
"Pero no sólo la irrupción de Putin, sino el aumento de los precios del petróleo. Los ingresos comenzaron a llegar y eso permitió evitar el colapso. Putin no hubiera podido hacer nada sin los hidrocarburos", precisa. Con todo, critica al actual jefe del Kremlin por no aprovechar los ingresos petroleros para modernizar la economía y combatir la corrupción. "La política económica no ha evolucionado. Es pura improvisación. No comerciamos con nadie. La corrupción es sangrante y el funcionariado está poco preparado. Sostener un Estado como el ruso no es fácil, pero las autoridades aprovechan de manera ineficaz los ingentes ingresos energéticos", afirma Jasbulátov.
Por ello, advierte que "si las actuales sanciones internacionales contra Rusia fueran sistémicas, la economía rusa sufriría, ya que no produce nada, es todo materia prima". "El nivel de vida de los rusos depende exclusivamente de los casi 400.000 millones de dólares que ingresamos por las exportaciones de gas y petróleo. Mientras, gastamos anualmente 45.000 millones de dólares en importar productos procesados y 45 millones de hectáreas de tierra están abandonadas", lamenta.
Jasbulátov cree que para Rusia es crucial llevarse bien con sus vecinos, porque de lo contrario se verá sumida en el aislamiento, como la antigua URSS. "Creo que Putin intentó cooperar con Occidente, pero no fue capaz
y ahora está enfadado. La clave del futuro de Rusia está en la llegada de nuevos líderes, más honestos", concluye.