Retrato de un retratista de almas

Otras miradas a la exposición “Inside Out” de William Osorio

(Otras miradas a la exposición “Inside Out” de William Osorio)

“Esta exposición nace a raíz de los conceptos Id, Ego y Superego, de Sigmund Freud, donde se habla por primera vez de estas tres entidades (ello, yo y superyó) que forman la psiquis humana. Es el periplo de un año colmado de aprendizaje, guiado por una necesidad inexorable del espíritu, de una búsqueda personal y profesional”, así describe William Osorio la génesis de la serie Inside Out.

Nacido en Cuba en 1989, Osorio marchó con su familia a Estados Unidos en 2007. Siendo un adolescente estudió escultura apenas dos años en la academia de arte de su natal Holguín, pero al llegar a Boston, ciudad muy diferente a la que dejaba atrás, la vida le empujó a convertirse en el artista autodidacta, que en la exploración y fusión de diversas técnicas, ha descubierto un camino propio donde imaginación y preocupación, estética y destreza, se sientan cómodamente incómodas a soñar y fabricar imágenes.

“La primera pieza que recuerdo haber pintado fue una copia de un retrato de Rembrandt (Portrait of an Old Lady). Me cautivó la manera en la que Rembrandt retrató la condición humana y su capacidad de percibir y entender el sentir del sujeto. De manera inconsciente debió despertar mi interés por el comportamiento humano e influyó mi manera de pintar”, rememora el joven creador, quien desde muy temprano tuvo claro que el arte es “un canal para transmitir emociones”, pues “siendo el individuo el portador de éstas, se convierte en protagonista de cualquier historia que quiera contar”.

Osorio hace poco se trasladó a Miami, donde acaba de inaugurar su primera muestra personal, Inside Out, acogida por la gallería LnS, espacio dedicado a promover y rescatar la creación avant-garde, sobre todo de artistas nacidos o radicados en esta Babilonia contemporánea que es la Ciudad del Sol, donde los cubanoamericanos se han ganado en las últimas seis décadas un ámbito especial. Osorio es parte de este importante nicho.

Para intentar definir su camino podemos hablar de neoexpresionismo visceral. Un concepto, más que un sendero o etiqueta, que bien le retrata, justamente a él, un retratista de almas, la suya sobre todo. Si miramos el conjunto de su obra es evidente que a ello se aventura en cada creación, aunque algunas no sean especialmente “retratos”.

Es un retratista que pocas veces se encuentra. No le importa en absoluto, pudiendo hacerlo con total habilidad, competir con la instantánea fidelidad, tan mágica y tan tecnológica, de la fotografía. Su propósito es retratar estadio del alma contemporánea. Y hace bien.

Es posible atisbar su inmaterial autorretrato en el principio, en el fondo de todo, hasta llegar a retratarse retratando (aunque todavía no se haya atrevido, o no haya llegado el momento de hacerlo explícitamente, ya le veremos explorarse explorando, dejando testimonio de ese acto consciente y subconsciente que es retratar).

¿Por qué pintar rostros, retratarlos desde dentro, como no puede hacer la fotografía? Tal vez porque ha decidido no abandonar jamás la emoción. Por eso, a pesar de contar con una formación intelectual autodidacta poco común, no apuesta por un arte conceptual. Siente que en el llamado “arte conceptual” no podrá desbordar sus emociones. Sin embargo es un fervoroso creador de conceptos. Y lo mismo lo hará en un bastidor, un pedazo de cartón, una pared, una escultura hecha de rostros dialogantes.

“Los rostros son el umbral que me conducen a las emociones internas. No siempre las emociones se manifiestan de una manera inmediata , a veces se muestras impredecibles, y las voy descubriendo en el proceso”, manifiesta.

En su obra habitan muchas referencias. Más allá de Francis Bacon, que es una fuerte influencia asumida, disfrutada y reelaborada, están Gerhard Richter, Eric Fischl, Jenny Saville y Adrian Ghenie, creadores que cita y en los cuales reconoce algunas de sus obsesiones. Pero no sólo hay artistas plásticos en la construcción de su camino. La literatura es otro de los buenos puertos de donde zarpan sus barcos de lienzo. Otras humanidades también le han marcado. Y por supuesto, el descubrimiento del psicoanálisis de Freud.

“La literatura ha sido de gran influencia en mi práctica como artista. Entre los autores que leí durante la creación de esta serie se encuentran Fiódor Dostoyevski, con su obra maestra Crimen y Castigo; George Orwell y su distópica 1984; también Ensayo sobre la Ceguera, del premio Nobel José Saramago; Gustave Le bon con La psicología de las masas; A sangre fría, de Truman Capote; y claro está, Id, Ego and Super Ego, de Freud, que fue decisiva a la hora de estructurar la serie conceptualmente”.

Entrar en la mente de un creador seguramente es un acto utópico. Pero no atreverse a intentar entrar es imposible, una especie de pecado para el ejercicio de la crítica que intente trascender la mera reseña.

Esta serie de Osorio me recuerda la película ganadora del Óscar, que lleva el mismo nombre, Inside Out (2015, Pixar Animation Studios, The Walt Disney Company) y que curiosamente en Hispanoamérica fue titulada Intensa Mente. La cinta se desarrolla dentro de la mente de una niña, basándose en su interacción con cinco emociones: Alegría, Tristeza, Enfado, Miedo y Desagrado. A partir de su relación con estas cinco personificaciones, la pequeña Riley se enfrenta a la vida. Su realizador, Pete Docter, se asesoró con psicólogos y neurólogos que, gracias a la neuropsicología, le ayudaron a entender la correspondencia entre las emociones humanas y las relaciones interpersonales. Señales presentes en Osorio, en sus preocupaciones, temas y ejecuciones.

Inside Out es un buen debut y un nido donde aún desarrollar vertientes. Pero no pretende quedarse en este estadio creativo: “Estoy comenzando a plantear otras ideas. Tengo algunas notas que me están guiando a un nuevo cuerpo de trabajo”, adelanta.

A Osorio le interesa el arte como eterna aventura. Sus trabajos unas veces nos comparten el hallazgo. Otras nos confiesan su duda ante el fenómeno que le afecta, su desconcierto ante la realidad y su manera de interpretarla.

Ha sabido retratar con habilidad y pasión una buena parte de su alma. Para estos retratos, despega de rostros de quienes les rodean o encuentra a su paso, tomándolos como referencias, símbolos o inspiraciones, y no para reconstruir sus personalidades, aunque de algún modo lo hace, sino para traducir lo que sus silencios dicen.

Cada trazo, cada paso es un grito. Pero no a la manera del expresionista Edvard Munch, sino de quien observa o imagina el comportamiento del desesperado personaje aullador, el sostenido alarido, el puente, el cielo, los espectadores dentro y fuera del cuadro, la descripción, la historia de antes y después del angustioso aullido. El sendero de Munch no le alcanza a Osorio y por eso lo transciende, sin proponérselo, aunque también sea un retratista de anhelos y fantasmas, de fábulas no vividas, de personas a las que jamás vio pero con las finalmente lograr conversar. Y lo seguirá haciendo. Creo que para siempre.

Sus ademanes no sólo buscan el aullido. Desea hablarnos. Lo necesita. Le es imposible dejar de hacerlo. Y es una suerte que para ello no le hagan falta únicamente gritos y palabras, como a tanta gente. Encuentra las frases exactas, las abraza y las libera desde un balcón a flor de piel. Sus líneas y manchas son como las últimas palabras del juglar del mundo. Laberintos de color. Texturas elocuentes. Ese axiomático volumen al que apela es también fuerza, giros, girones, luces que trata de sujetar, inevitables sombras, verbos voluminosos.

“Inside Out” se expone hasta el 5 de mayo en LnS Gallery, 2610 SW 28th Lane, Miami. Para más información: www.lnsgallery.com, info@lnsgallery.com, (305) 987-5642.