Sin lugar a dudas, el mundo de la comunicación y el periodismo en Cuba se encuentra en un momento de interesantes turbulencias. Parece ser que los profesionales de la Isla se han dado cuenta de que el modelo de periodismo de partido –que, en realidad, tiene que ver más con la propaganda política que con el periodismo– se ha quedado totalmente obsoleto. Así, necesitan hacer una revisión completa, más cuando la pequeña ventana abierta a internet muestra a los cubanos que efectivamente otro mundo (periodístico) es posible.
Entre las novedades a las que se enfrenta este sector en la Isla está la irrupción de la publicidad, toda una institución de la comunicación en sociedades capitalistas y de libre mercado. Como sea que la actualización del modelo económico cubano va hacia el capitalismo puro y duro (aunque hay que tener en cuenta que es un capitalismo de Estado, no de libre mercado, si contemplamos que el mercado está controlado por el Gobierno), la publicidad se hace muy útil y necesaria para el proceso cubano.
Asumir este hecho parece ser que está removiendo algunos cimientos ideológicos y ya se han producido debates en la Isla acerca del asunto. De hecho, hace algunas semanas la Unión de Periodistas de Cuba informaba que la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales (ACCS) ha abogado por la preparación del gremio para lograr "un uso responsable y creativo de la publicidad".
Dicen que la comunicación debe "complementar las transformaciones económicas que se realizan en el país, fundamentalmente con la dinámica publicitaria impulsada por la gestión del cuentapropismo, aunque no se descarta la importancia que cobra igualmente en la empresa estatal socialista".
El hecho es que la comunicación no es un complemento porque en muchos casos es el elemento fundamental para que se produzca el desarrollo de una acción. Sin comunicación no hay posibilidad de transmitir información, una información que el receptor usará para tomar decisiones.
En el caso de Cuba, la comunicación resulta ahora más fundamental que nunca porque el desarrollo de la economía y las posibilidades de consumo (en eso se basa fundamentalmente el cambio en la Isla) deben comunicarse para que aquellos que pueden consumir y tengan el suficiente poder adquisitivo disfruten de las nuevas posibilidades.
Recordemos, el cambio en Cuba se basa ahora eminentemente en esto: Hacer gastar dinero a los que tienen, así el Estado tendrá más posibilidad de recaudar fondos. La actualización del modelo económico no parece ser de momento un proceso para la redistribución de la riqueza ni un cortafuegos para el aumento de la desigualdad social. Todo lo contrario, la ensancha.
Temerosos de la publicidad, los portavoces del gremio en Cuba ya están aproximándose a la cuestión con precauciones. Ejemplo de ello son las declaraciones del vicepresidente de la ACCS, Humberto Fabián Suárez, quien comentó recientemente que "nunca la mercadotécnica en Cuba estimulará el consumismo" y, en cambio, "sí debe orientar sobre el consumo responsable y sostenible de recursos, ofertas gastronómicas, recreativas, entre otras, de acuerdo con nuestros principios ético-morales".
Será curioso observar cómo todos esos emprendedores y productores (cuentapropistas y compañías estatales) conjugan la necesidad de mejorar día a día su cuenta de resultados (aumentar beneficios) con esa adecuación a los "principios ético-morales". Da la sensación que esa esfera ético-moral se diluirá muy fácilmente.