Creyentes como Alberto, Marcelo y Migdalia piensan que de morir Chávez nos montaríamos de nuevo en la máquina del tiempo. Pero hacia atrás.
Pasada las ocho de la noche, ensimismado y distante, el babalao Alberto ora por el presidente venezolano Hugo Chávez. Lo hace arrodillado ante un pequeño altar de madera ubicado al fondo de la sala de su casa. Más o menos a esa hora, el palero Marcelo ruega por la salud del hombre fuerte de Caracas con huesos de animales y cadáveres humanos, hurtados del cementerio.
La santera Migdalia igualmente reza por el teniente coronel de Barinas. Fuma un mocho de tabaco y a su orisha 'le da de comer' dulces y caramelos. A estos cultores de la religión afrocubana no los une el amor a las peregrinas teorías chavistas del nuevo socialismo del siglo 21.
No. El instinto de supervivencia y no tener que retroceder al pasado hace que muchos santeros, paleros o católicos cubanos hagan 'trabajos' y dediquen oraciones para que el cáncer no se lleve a Hugo Chávez.
Por supuesto, también es humano rezar por un hombre enfermo y afligido que cada noche se preguntará si podrá ver crecer a sus nietos.
Dejemos a un lado que es un tipo con tendencias autoritarias. Populista a pulso. Y que se ha metido en un bolsillo a los pobres de los cerros con postas médicas, viviendas de bajo costo y promesas de un futuro mejor.
En Venezuela las cosas no han cambiado tanto como nos intenta vender el optimista discurso chavista. Los pobres siguen siendo mayoría. El país sudamericano es de los más corruptos del mundo. Y la violencia espanta. Caracas es un matadero humano.
Es en esa Venezuela fundada por el genio militar de Simón Bolívar y próceres como Francisco de Miranda, donde numerosos profesionales han depositado sus esperanzas. En la nación sudamericana han visto la oportunidad de conseguir cientos de dólares y a su regreso a la isla montar un timbiriche con pacotillas o con los bolívares ahorrados, terminar de construir una casa decente.
Los que rezan por Chávez lo hacen por ésos y otros motivos. Por su futuro personal y por el de Cuba. Un país que en 54 años nunca ha podido caminar solo.
Es cierto que a los médicos y asesores en Venezuela el gobierno les paga solo el 5% de su salario. El Estado ingresa el resto a sus arcas. Pero si algo han aprendido los cubanos en cincos décadas es el arte de la supervivencia. Y a Venezuela marchan con el objetivo de adquirir ordenadores portátiles, videojuegos o móviles inteligentes que luego venden a mejores precios en la isla.
Venezuela, al igual que lo fue la Unión Soviética, es un consuelo para los Castro. Creánme, vivir apuntalado por subsidios millonarios es como besar un santo.
Si Cuba no está en la etapa de las cavernas, con apagones de 12 horas, la gente comiendo cualquier piltrafa o tirándose en masa al mar en una chalupa de goma rumbo a la Florida, es gracias al bolsillo amplio de Chávez. Venezuela vende más de 100 mil barriles diarios de petróleo a precio de saldo.
Casi todos los que en la isla se encomiendan a Dios y a los santos por la salud de Chávez, políticamente hablando, no le tienen simpatía.
Consideran que es más de lo mismo que han vivido. Pero algunas personas en Cuba se sienten atadas a Venezuela como un feto al cordón umbilical materno. Si se cierra el grifo del petróleo, piensan, el país retrocedería a los peores años del 'período especial'. Y los cubanos ya sabemos lo que es. Precisamente para que no vuelva aquella etapa de cortes eléctricos prolongados, fábricas paradas y una magra comida diaria, es que muchos religiosos rezan por Chávez.
Cuando el sueño de ganar unos dólares o reparar el techo de tu casa depende de un viaje a Caracas, la gente apuesta por esa especie de Papá Noel nombrado Hugo Rafael Chávez Frías.
La caída del Muro Berlín y la conversión de la antigua URSS trajeron vientos de libertad política y de expresión a los países de Europa del Este. En Cuba fue todo lo contrario. Nos acarreó más penurias.
Creyentes como Alberto, Marcelo y Migdalia piensan que de morir Chávez nos montaríamos de nuevo en la máquina del tiempo. Pero hacia atrás.
La santera Migdalia igualmente reza por el teniente coronel de Barinas. Fuma un mocho de tabaco y a su orisha 'le da de comer' dulces y caramelos. A estos cultores de la religión afrocubana no los une el amor a las peregrinas teorías chavistas del nuevo socialismo del siglo 21.
No. El instinto de supervivencia y no tener que retroceder al pasado hace que muchos santeros, paleros o católicos cubanos hagan 'trabajos' y dediquen oraciones para que el cáncer no se lleve a Hugo Chávez.
Por supuesto, también es humano rezar por un hombre enfermo y afligido que cada noche se preguntará si podrá ver crecer a sus nietos.
Dejemos a un lado que es un tipo con tendencias autoritarias. Populista a pulso. Y que se ha metido en un bolsillo a los pobres de los cerros con postas médicas, viviendas de bajo costo y promesas de un futuro mejor.
En Venezuela las cosas no han cambiado tanto como nos intenta vender el optimista discurso chavista. Los pobres siguen siendo mayoría. El país sudamericano es de los más corruptos del mundo. Y la violencia espanta. Caracas es un matadero humano.
Es en esa Venezuela fundada por el genio militar de Simón Bolívar y próceres como Francisco de Miranda, donde numerosos profesionales han depositado sus esperanzas. En la nación sudamericana han visto la oportunidad de conseguir cientos de dólares y a su regreso a la isla montar un timbiriche con pacotillas o con los bolívares ahorrados, terminar de construir una casa decente.
Es cierto que a los médicos y asesores en Venezuela el gobierno les paga solo el 5% de su salario. El Estado ingresa el resto a sus arcas. Pero si algo han aprendido los cubanos en cincos décadas es el arte de la supervivencia. Y a Venezuela marchan con el objetivo de adquirir ordenadores portátiles, videojuegos o móviles inteligentes que luego venden a mejores precios en la isla.
Venezuela, al igual que lo fue la Unión Soviética, es un consuelo para los Castro. Creánme, vivir apuntalado por subsidios millonarios es como besar un santo.
Si Cuba no está en la etapa de las cavernas, con apagones de 12 horas, la gente comiendo cualquier piltrafa o tirándose en masa al mar en una chalupa de goma rumbo a la Florida, es gracias al bolsillo amplio de Chávez. Venezuela vende más de 100 mil barriles diarios de petróleo a precio de saldo.
Casi todos los que en la isla se encomiendan a Dios y a los santos por la salud de Chávez, políticamente hablando, no le tienen simpatía.
Consideran que es más de lo mismo que han vivido. Pero algunas personas en Cuba se sienten atadas a Venezuela como un feto al cordón umbilical materno. Si se cierra el grifo del petróleo, piensan, el país retrocedería a los peores años del 'período especial'. Y los cubanos ya sabemos lo que es. Precisamente para que no vuelva aquella etapa de cortes eléctricos prolongados, fábricas paradas y una magra comida diaria, es que muchos religiosos rezan por Chávez.
Cuando el sueño de ganar unos dólares o reparar el techo de tu casa depende de un viaje a Caracas, la gente apuesta por esa especie de Papá Noel nombrado Hugo Rafael Chávez Frías.
La caída del Muro Berlín y la conversión de la antigua URSS trajeron vientos de libertad política y de expresión a los países de Europa del Este. En Cuba fue todo lo contrario. Nos acarreó más penurias.
Creyentes como Alberto, Marcelo y Migdalia piensan que de morir Chávez nos montaríamos de nuevo en la máquina del tiempo. Pero hacia atrás.