La propaganda rusa sigue buscando la movilización “patriótica” de los rusos, utilizando, a veces, métodos completamente surrealistas. Así, el famoso por su apoyo a la guerra, cantante con el pseudónimo Shamán ha lanzado un videoclip con el revelador título “Nosotros”. En el clip aparecen niños, vestidos de uniformes negros idénticos, marchando en formación, mientras la apariencia del propio artista se asemeja a la de un miembro de las Juventudes Hitlerianas, escribe la Jamestown Foundation.
Es revelador que incluso los simpatizantes de la guerra han acusado al cantante de propaganda encubierta del fascismo. Sin embargo, el principal canal de la televisión estatal ruso ha ignorado las críticas y mostró el videoclip en directo, declarando que “la base del futuro… será el pronombre “nosotros”, después del cual no habrá ningún “yo”, no existirá el individuo por separado”.
Con esta frase, los presentadores de “Perviy Kanal” (canal de televisión estatal ruso) han citado casi literalmente el lema de “Un mundo feliz” de las famosas distopías que describen la sociedad totalitaria: la novela del escritor soviético, Yevgueniy Zamiatin, “Nosotros” y la de la autora norteamericana, Ayn Rand, “Himno”. Ambos libros muestran un mundo en el que nadie tiene nombres propios, sólo existe una autoidentificación colectiva: “nosotros”, y nadie tiene derecho a desviarse de las reglas propuestas.
Claramente, es el Kremlin quien aspira a este tipo de unión entre los rusos. A lo largo del año pasado, los propagandistas y los administrativos de todos los niveles no ocultaban que su objetivo es la consolidación de la sociedad en torno a la guerra. Hoy, algunos «expertos» informan que la sociedad «ya se ha unido» y es importante fortalecer y no destruir este efecto.
A primera vista puede parecer que la propaganda está logrando su objetivo. De acuerdo con el último sondeo de la agencia sociológica independiente “Centro Levada”, a finales de abril, el 83% de los rusos aprobaba las acciones de Vladimir Putin. El 69% ha mostrado su aprobación a la actividad del gobierno y el 59%, a la de la Duma Estatal de la Federación Rusa. Sin embargo, sería un error considerar que estos números son un indicador de la «cohesión» de la sociedad por dos razones.
En primer lugar, aparte del miedo a las represiones, la aparente unanimidad de las respuestas puede explicarse por el conformismo al que el director del Centro Levada, Lev Gudkóv, alguna vez se refirió como “la base del régimen de Putin”. El sociólogo Grigoriy Yudin también considera que el agresivo rechazo de la verdad y la justificación de la guerra proporciona la posibilidad de “conservar de alguna manera el frágil mundo interior”.
Hace 7 años, la autora ya señalaba que la reacción de la mayoría rusa ante cualquier deterioro en sus vidas es una mayor necesidad de adaptarse a las nuevas condiciones. Hoy en día, las principales estrategias de tal adaptación podrían ser: la ilusión de la unidad, la racionalización de la “necesidad” de la guerra y la delegación del derecho exclusivo de determinar la política nacional al gobierno. En consecuencia, la parte pasiva de la sociedad estará lista para adaptarse a cualquier otra política estatal en caso de que cambie.
En segundo lugar, ya se ha señalado el alto potencial conflictivo de la sociedad rusa, uno de cuyos indicadores es el crecimiento de la delación. En las últimas semanas, periodistas y activistas de derechos humanos hablan de una auténtica epidemia de denuncias. Sólo en los seis primeros meses de guerra, los rusos presentaron unas 145 mil denuncias ante el principal órgano censor, Roskomnadzor. 63 mil de ellas se referían a “información ilegal”, incluidas “noticias falsas” sobre el ejército ruso.
La gente pone denuncias a sus vecinos, compañeros de trabajo, estudiantes, profesores e incluso viejos amigos. También hay «denunciantes en serie» como Ksenia Krótova, que regularmente supervisa Internet y pone denuncias a expertos que comentan en los medios de comunicación de los llamados “agentes extranjeros” (Rusia lleva utilizando la etiqueta de “agente extranjero” desde 2012 para identificar a las personas y organizaciones que considera que realizan actividades políticas con financiación extranjera). Krótova anunció con orgullo que ya ha puesto 922 denuncias y no tiene intención de parar. Según ella, su interés es «puramente material», porque no querría pagar indemnizaciones a Ucrania con sus impuestos en caso de que Rusia pierda.
El número de denuncias en Rusia ha llegado a ser tan elevado que el portavoz del presidente ruso, Dmitriy Peskóv, se vio obligado a pronunciarse al respecto, calificando la delación de “práctica repugnante”.
La cuestión de por qué la gente pone denuncias también apareció en la página web del portal de expertos rusos para debates sociopolíticos. Si bien la opinión de los expertos estuvo dividida por igual: dos dijeron que los informes no anónimos son necesarios y útiles para restaurar la justicia, por lo tanto, no deben llamarse denuncias en absoluto. Los dos restantes, por el contrario, creen que las personas denuncian a los demás principalmente por envidia, agresión y venganza, lo cual es repugnante en cualquier caso.
“Las personas atomizadas y atemorizadas no son peligrosas para el sistema”, Pavel Prianikov.
Sin embargo, incluso si dejamos de lado los motivos egoístas, se puede concluir que el crecimiento de las denuncias es otra forma de adaptación a la nueva realidad. Como se deduce del caso de Krótova, los autores de las denuncias esperan protegerse a sí mismos y al país de futuras represalias por crímenes de guerra. Además, quienes escriben denuncias tienen la sensación de que de alguna manera pueden influir o al menos establecer una relación con las autoridades, lo que también proporciona una ilusión de seguridad.
Al mismo tiempo, incluso los comentaristas del Kremlin reconocen que la denuncia no une, sino separa la sociedad. “En estos tiempos, cada vez más personas comienzan a autocensurarse y no confían ni siquiera en sus amigos cercanos: se atomizan. Las personas atomizadas y atemorizadas no son peligrosas para el sistema”, explica el publicista ruso, Pavel Prianikov.
Así pues, es evidente que el gobierno ruso no logró crear una distopía perfecta en la que toda la sociedad creyera uniformemente en una ideología común. Sin embargo, fueron totalmente capaces de crear la tradicional dictadura compuesta de personas atemorizadas y desconfiadas.
Hasta ahora, la única fuerza que desafía la atmósfera general de intimidación es, sorprendentemente, una minoría activa a favor de la guerra, principalmente, los militares y los corresponsales de guerra. Por ejemplo, los autores del sitio web “Voennoe obozrenie” —cercano al Ministerio de Defensa de la Federación Rusa— aun demostrando el «peligro de desacreditar al ejército y la “propaganda hostil”, señalan que la legislación vigente imposibilita una “crítica sana” de los problemas del ejército.
Anteriormente, los autores de esta misma página web criticaron la nueva ley de citaciones electrónicas, alegando que contiene presunción de culpabilidad de una persona que, por razones objetivas, no ha recibido la citación. Naturalmente, las personas que arriesgaron sus vidas por el régimen de Putin empiezan a luchar más activamente por sus derechos y, al depender de estas personas para mantener el poder, el Kremlin crea una amenaza adicional para sí mismo.
Traducido por StopFake