La noche del lunes, México coronó en el Palacio de Bellas Artes de la capital una serie de homenajes al legado de Paz (1914-1998), al cumplirse 100 años del nacimiento del autor.
Poetas, pensadores, diplomáticos y artistas del mundo se reunieron para relatar sus anécdotas con el fallecido Octavio Paz, único Premio Nobel de Literatura de México, esbozando el retrato de un hombre de pensamiento libre, amante de las mujeres inteligentes y fanático de "Star Trek". En una sala abarrotada, con un decorado minimalista, una veintena de personalidades del mundo de la cultura esbozaron un "Retrato Coral de Octavio Paz".
El británico Anthony Stanton, uno de los principales estudiosos de la obra de Paz y quien realizó la edición crítica de "El laberinto de la soledad" (1950), contó que el poeta era un "espíritu apasionado, universal, de permanente inquietud", con una inteligencia libre que no se rendía "ante las fronteras disciplinarias".
Según Stanton, en su última conversación con Paz, poco antes de morir, el escritor mexicano le dijo: "Nunca quise ser más que un poeta del amor, ojalá que algunos de mis textos sean estímulo para que otros lleguen a conocerse y completarse. La poesía ha sido para mí búsqueda, reconciliación y a veces comunión".
Por su parte, el ensayista estadounidense Eliot Weinberger, principal traductor de la obra de Paz al inglés, relató entre risas su sorpresa cuando se enteró de que al Premio Nobel le gustaban las películas de "Star Trek" (Viaje a las estrellas). "Y su personaje favorito no era, como muchos mexicanos hubieran imaginado, el carismático y autoritario capitán Jean-Luc Picard, sino 'Data', el robot humanoide que sabía todo", dijo Weinberger, al comentar que Paz estaba dotado de una memoria fotográfica que hacía parecer que "también sabía todo".
Pero a Paz también le gustaban las mujeres. Ellas "despertaban su curiosidad y sus sonrisas", dijo -en español- la autora y crítica francesa Fabienne Bradu, quien reveló la "alianza que Octavio aquilataba en una mujer: inteligencia y seducción. No le simpatizaban las mujeres que eran únicamente intelecto o únicamente cuerpo".
La escritora mexicana Elena Poniatowska, última ganadora del premio Cervantes, evocó "anécdotas de sueños felices" con Paz, ya sea en la casa del escritor, en la librería francesa o en el legendario café Kikos de Ciudad de México "que ya no existe, frente a (el edificio de) la secretaría de Relaciones Exteriores... que tampoco existe". En tanto, el poeta sueco Lasse Soderberg habló de la afición que Paz tenía por los haikus, composiciones poéticas de origen japonés que constan de breves versos.
"Entre los dedos, corre inmóvil el tiempo, collar de ámbar", o "El cielo azul zafiro, pero en tus ojos se reflejan, las nubes de antaño", declamó, haciendo sonar una campanita entre un haiku y otro. Por otro lado, Paz hizo del ensayo un "sistema de preguntas e indagación", sin entregar resultados convertidos en dogmas, dijo el periodista y diplomático chileno Jorge Edwards, quien recordó que el autor mexicano "tuvo una relación intelectual permanente con el psicoanálisis y el surrealismo, es decir, con las formas profundas, enigmáticas e inquietantes de la introspección, lo que André Bretón llamó la memoria involuntaria o profunda".
Entre las personalidades que participaron en el "retrato coral" estaban importantes colaboradores de las dos revistas que fundó Paz: el mexicano Alberto Ruy-Sánchez, secretario de redacción de "Vuelta", y el uruguayo Danuvio Torres, quien ocupó el mismo cargo en "Plural". Paz decía que siempre se debe guardar "la mirada salvaje de un niño", recordó Ruy-Sánchez, mientras Torres compartió una de las grandes lecciones que le dejó el fundador de las imprescindibles revistas: "Acuérdese, una reseña, un comentario, una letrilla, tienen que ser, ante todo y sobre todo, una pieza literaria".
Marie-José Tramini, segunda esposa de Octavio Paz y su compañera hasta el final, ordenó que el homenaje en Bellas Artes se iniciara con la lectura del poema que el escritor dedicó a su única hija, Helena Paz Garro. Ésta, fruto de su primer matrimonio con la escritora mexicana Elena Garro-, falleció el domingo, un día antes de que se celebrara el primer centenario del nacimiento de su famoso padre.
"Niña, nombras el agua, niña, y el agua crece, lento y pleno, anegando los aires, verde deslumbramiento hasta volvernos verde la mirada. Nombras el cielo, niña, y el cielo azul, la nube blanca la luz de la mañana, se meten en mi pecho hasta volverlo cielo y transparencia", dicen los primeros versos del poema.
Helena Paz también se dedicó a la literatura, especialmente a la poesía. Es autora de "Memorias" (2003) y de "La rueda de la fortuna" (2007), cuyo prólogo es del pensador alemán Ernst Jünger. Aunque no siempre guardó buena relación con su padre, aseguró en una entrevista antes de morir que había "aprendido a perdonarlo" y que al final se reconciliaron.
El historiador y ensayista Enrique Krauze, quien trabajó durante más de dos décadas con Paz en la revista "Vuelta", cerró el homenaje evocando el gran amor que "Mari-Jo" significó para Paz: "La mujer que iluminó su vida, la mujer cuyo amor inspiró su obra", dijo mientras el auditorio se ponía de pie entre calurosos aplausos.
El británico Anthony Stanton, uno de los principales estudiosos de la obra de Paz y quien realizó la edición crítica de "El laberinto de la soledad" (1950), contó que el poeta era un "espíritu apasionado, universal, de permanente inquietud", con una inteligencia libre que no se rendía "ante las fronteras disciplinarias".
Según Stanton, en su última conversación con Paz, poco antes de morir, el escritor mexicano le dijo: "Nunca quise ser más que un poeta del amor, ojalá que algunos de mis textos sean estímulo para que otros lleguen a conocerse y completarse. La poesía ha sido para mí búsqueda, reconciliación y a veces comunión".
Por su parte, el ensayista estadounidense Eliot Weinberger, principal traductor de la obra de Paz al inglés, relató entre risas su sorpresa cuando se enteró de que al Premio Nobel le gustaban las películas de "Star Trek" (Viaje a las estrellas). "Y su personaje favorito no era, como muchos mexicanos hubieran imaginado, el carismático y autoritario capitán Jean-Luc Picard, sino 'Data', el robot humanoide que sabía todo", dijo Weinberger, al comentar que Paz estaba dotado de una memoria fotográfica que hacía parecer que "también sabía todo".
Pero a Paz también le gustaban las mujeres. Ellas "despertaban su curiosidad y sus sonrisas", dijo -en español- la autora y crítica francesa Fabienne Bradu, quien reveló la "alianza que Octavio aquilataba en una mujer: inteligencia y seducción. No le simpatizaban las mujeres que eran únicamente intelecto o únicamente cuerpo".
La escritora mexicana Elena Poniatowska, última ganadora del premio Cervantes, evocó "anécdotas de sueños felices" con Paz, ya sea en la casa del escritor, en la librería francesa o en el legendario café Kikos de Ciudad de México "que ya no existe, frente a (el edificio de) la secretaría de Relaciones Exteriores... que tampoco existe". En tanto, el poeta sueco Lasse Soderberg habló de la afición que Paz tenía por los haikus, composiciones poéticas de origen japonés que constan de breves versos.
"Entre los dedos, corre inmóvil el tiempo, collar de ámbar", o "El cielo azul zafiro, pero en tus ojos se reflejan, las nubes de antaño", declamó, haciendo sonar una campanita entre un haiku y otro. Por otro lado, Paz hizo del ensayo un "sistema de preguntas e indagación", sin entregar resultados convertidos en dogmas, dijo el periodista y diplomático chileno Jorge Edwards, quien recordó que el autor mexicano "tuvo una relación intelectual permanente con el psicoanálisis y el surrealismo, es decir, con las formas profundas, enigmáticas e inquietantes de la introspección, lo que André Bretón llamó la memoria involuntaria o profunda".
Entre las personalidades que participaron en el "retrato coral" estaban importantes colaboradores de las dos revistas que fundó Paz: el mexicano Alberto Ruy-Sánchez, secretario de redacción de "Vuelta", y el uruguayo Danuvio Torres, quien ocupó el mismo cargo en "Plural". Paz decía que siempre se debe guardar "la mirada salvaje de un niño", recordó Ruy-Sánchez, mientras Torres compartió una de las grandes lecciones que le dejó el fundador de las imprescindibles revistas: "Acuérdese, una reseña, un comentario, una letrilla, tienen que ser, ante todo y sobre todo, una pieza literaria".
Marie-José Tramini, segunda esposa de Octavio Paz y su compañera hasta el final, ordenó que el homenaje en Bellas Artes se iniciara con la lectura del poema que el escritor dedicó a su única hija, Helena Paz Garro. Ésta, fruto de su primer matrimonio con la escritora mexicana Elena Garro-, falleció el domingo, un día antes de que se celebrara el primer centenario del nacimiento de su famoso padre.
"Niña, nombras el agua, niña, y el agua crece, lento y pleno, anegando los aires, verde deslumbramiento hasta volvernos verde la mirada. Nombras el cielo, niña, y el cielo azul, la nube blanca la luz de la mañana, se meten en mi pecho hasta volverlo cielo y transparencia", dicen los primeros versos del poema.
Helena Paz también se dedicó a la literatura, especialmente a la poesía. Es autora de "Memorias" (2003) y de "La rueda de la fortuna" (2007), cuyo prólogo es del pensador alemán Ernst Jünger. Aunque no siempre guardó buena relación con su padre, aseguró en una entrevista antes de morir que había "aprendido a perdonarlo" y que al final se reconciliaron.
El historiador y ensayista Enrique Krauze, quien trabajó durante más de dos décadas con Paz en la revista "Vuelta", cerró el homenaje evocando el gran amor que "Mari-Jo" significó para Paz: "La mujer que iluminó su vida, la mujer cuyo amor inspiró su obra", dijo mientras el auditorio se ponía de pie entre calurosos aplausos.