El polvorín venezolano

Miembros de la Policía Nacional Bolivariana enfrentan a manifestantes en la Plaza Altamira, en Caracas Venezuela (15/02/2014)

"En el caso de Venezuela la situación resulta doblemente preocupante porque la dialéctica del grupo en el poder parece estar orientada a encender mucho más los ánimos..."
Nos llegan desde Venezuela y Ucrania, de forma simultánea, imágenes de personas levantadas que han trasladado a las calles de sus ciudades, Caracas y Kiev, la lucha por sus derechos y que probablemente no se apaciguarán fácilmente por mucho que los presidentes respectivos maniobren para cerrar la crisis. Cualquier solución a corto plazo será un cierre en falso de ambas problemáticas, donde se muestran fisuras mucho más profundas y que implican cambios mucho más importantes en los dos países.

En todos los manifestantes que protagonizan las movilizaciones parece haber una determinación que resulta implacable en los primeros momentos, con el fin de lograr sus objetivos de liberación, frente a unos gobiernos que parecen haber desoído, cuando han sido interpelados por los cauces normales, las voces de los que ahora protestan de forma revuelta en las calles.

En el caso de Venezuela la situación resulta doblemente preocupante porque la dialéctica del grupo en el poder parece estar orientada a encender mucho más los ánimos cuando se lanzan improperios constantes contra las personas que están parapetadas tras las barricadas en las calles o que se guardan de los balazos detrás de algún muro. Gente joven que está recibiendo el impacto de los gases lacrimógenos, o de alguna bala que aparece de repente en medio de los disturbios, que les alcanza el cráneo y acaba matándoles, como ha sucedido con la joven Génesis Carmona, la miss de 22 años. Carmona no parece cumplir con ese perfil “fascista” que Maduro intenta trasladar contínuamente a través de sus discursos cuando habla de los estudiantes que están manifestándose.

Un repaso a los mensajes en Twitter que publicó esta joven durante los úlitmos meses es suficiente para darse cuenta de su compromiso con la democracia y la libertad y en defensa de derechos como la libertad de expresión y manifestación. Todo muy lejos de la caricatura fascistoide que Maduro se empeña en extender. Incluso en algunos mensajes podemos leer cómo la joven se dirige de forma directa al presidente y le reprocha sus ataques al opositor Henrique Capriles. “Capriles, como tú y como yo, también es venezolano”, escribe en una ocasión, dándole al presidente una lección de respeto y convivencia que cabe solo en 140 caracteres.

La insistencia del entorno y los medios de Maduro en proyectar esa imagen de la oposición como fascista no deja de ser una manipulación chapucera de la realidad que tan solo podría funcionar si hiciéramos oídos sordos a las denuncias y evidencias que llegan, no solamente de las medidas represivas que se están llevando a cabo, y que chocan con el debido respeto a derechos fundamentales, sino también, por los testimonios de aquellos que se expresan en todos los canales de expresión habidos y por haber para lanzar su mensaje de socorro, resumido en ese #SOSVenezuela que las redes sociales han convertido ya en el lema principal de esta crisis.

Si el gobierno de Nicolás Maduro sigue por la senda actual, si insiste en ser él mismo el generador de la tensión, parece poco probable que las cosas en Venezuela puedan cambiar hacia un escenario de esa paz de la que tanto hablan los mandatarios que participaron en la úlitma cumbre de la CELAC en La Habana. Tal y como están la cosas parece que el choque entre las dos Venezuelas va a seguir y que la explosión de este choque puede tener consecuencias inesperadas.