Sobre los viajes a Cuba y las remesas familiares

Hay una incongruencia entre los que están a favor del fin de las restricciones, cuando no son capaces de exigirle al gobierno de Cuba, terminar con las medidas abusivas que padecen las personas que ellos dicen defender.

Los viajes y el envió de remesas a Cuba son temas polémicos y con aspectos a debatir. Personas bien intencionadas defienden una u otra fórmula. Estar a favor de los viajes y las remesas no implica una aproximación al castrismo y estar en contra, no significa un rechazo a la familia o falta de sensibilidad.

La descalificación por la posición que se asuma ante ese debate, impide arribar a acuerdos más importantes y trascendentes entre los que mas allá de las diferencias en este asunto, están comprometidos con el establecimiento en Cuba de una sociedad de derechos.

Hay una incongruencia entre los que están a favor del fin de las restricciones, cuando no son capaces de exigirle al gobierno de Cuba, terminar con las medidas abusivas que padecen las personas que ellos dicen defender.

Es también una realidad que entre los valedores de los viajes y remesas hay organizaciones e individuos que solo protegen sus intereses económicos, y otros que simpatizan abiertamente con el castrismo, pero también es verdad que entre ellos hay enemigos del totalitarismo que nunca han dejado de combatir la dictadura.

Ese sector de los que favorecen los viajes a Cuba, el envió de remesas, el fin del embargo, que exponen su compromiso con la reunificación familiar y la reconciliación nacional, deberían demandar del gobierno de los Castro medidas que favorezcan tanto la reunificación como la reconciliación de la nación y el fin de las disposiciones abusivas que limitan los derechos de los ciudadanos de la isla.

Estos activistas que critican al gobierno de Estados Unidos por las regulaciones que impone, y a las organizaciones de exiliados que apoyan las medidas, jamás cuestionan al de La Habana porque exige a los ciudadanos pagar $ 150.00 para obtener un permiso de salida y una carta de invitación que cuesta $ 140.00.

Deberían pedir en base a su sensibilidad, que se suspenda la multa de $ 150.00 mensuales a los cubanos que permanecen más de 30 días fuera del país. Demandar que el boleto del viaje de regreso no caduque en el mismo momento en que se cumplen treinta días de la partida. Obvian que el individuo tiene que comprar un nuevo boleto de ida y vuelta, algo que no se práctica en otro lugar del mundo.

A pesar de lo críticos que son de las decisiones de Washington nunca aluden a que el dólar que el trabajador cubano en el exterior envía a sus familiares a la isla es devaluado. No mencionan lo costoso de las remesas. Es fácil averiguar cuánto cuesta enviar $ 100.00 a cualquier país de América Latina y cuanto remitirlo a Cuba.

Otro ejemplo son las oficinas de viajes o paquetes a Cuba. Nunca estas personas y organizaciones denuncian lo costoso de ese servicio.

Esta vertiente de ese heterogéneo grupo, que salvo excepciones, nunca menciona los abusos del castrismo, ni se refiere a los disidentes que se pudren en las cárceles, es fanática de los intercambios culturales. Consideran importante que académicos de universidades americanas viajen a la isla sin restricciones, pero no abogan para que los intelectuales contrarios al oficialismo viajen a Cuba junto con los que representan el pensamiento oficial.

Tampoco cuestionan a la Habana porqué le exige a sus ciudadanos que viven en otros países solicitar visa de entrada, y que les obliga a sacar el pasaporte cubano (el más caro del mundo), aunque tengan otra nacionalidad, dicho sea de paso.

Un aspecto relevante, que en justicia corresponde a quienes defienden los viajes a Cuba, es exigirle al régimen que permita la entrada a cualquier natural de la isla que quiera visitarla y que no guarden silencio cuando un viajero después de cumplir los trámites, incluida la infame visa, pueden llegar a Cuba y ser devueltos al punto de partida sin explicación alguna. Si se demanda viajar sin restricciones de Estados Unidos a Cuba, por qué no le exigen al gobierno cubano que permita entrar a la isla a todo el que desee ir.

Lamentablemente jamás consideran que las llamadas telefónicas más costosas sean las que se hacen a Cuba y que todos los trámites de viaje en la isla se deban hacer en moneda extranjera, preferiblemente el dólar, y no en moneda nacional.

Los que envían dinero y paquetes a Cuba, son en su inmensa mayoría trabajadores, individuos con ingresos medios y a veces escasos, que no dudan en quitarse algo para mandárselo a los que más lo necesitan y aun así el gobierno le grava con impuestos que encarecen aun más los envíos.

Ese sector es explicito en condenar las restricciones que determina Washington pero jamás alude a la situación de los derechos humanos en Cuba, ignoran olímpicamente los presos políticos y cualquier reclamo que ponga en entredicho a la dictadura.