Una de las más manidas maneras de los izquierdistas para defender el socialismo como opción viable y deseable, abismalmente diferenciado de su primo hermano el comunismo, es esgrimir orondos en su pedestal de moralina a la socialdemocracia nórdica como un imbatible ejemplo de tolerancia, humanitarismo y prosperidad.
La socialdemocracia sueca, en su empeño de dominio político y cultural, se dotó en 1972 de un mamotreto que sería algo así como una biblia moderna: La Familia del futuro: una política socialista para la familia.
Para aplicar a la vida cotidiana de los suecos la biblia sociata, se han invertido ingentes cantidades de dinero cuyo fin último es la felicidad por vía de procurar que los individuos se desvincularan de las estructuras familiares por considerarlas anticuadas y opresivas.
El objetivo era que los padres ya mayores se liberaran de sus hijos, y los hijos adolescentes de sus padres. El Estado como Papá y Mamá en busca de un ciudadano aséptico, moralmente superior por su alejamiento del alma; esa antigualla. Laicismo. Libertad. Muerte a la tradición. Entes autónomos totales, esos serían los suecos.
Pero en 2017 la televisión sueca (SVT) decidió censurar la popular serie de televisión de los años setenta Pippa Mediaslargas (Pippi Longstocking) para, mire Ud, no ofender a refugiados e inmigrantes.
La cadena pública eliminó comentarios del entrañable personaje que consideraba “racistas”, como “rey negro” o “hacer el chino”. Así la pequeña pelirroja debía referirse a su padre como “rey”, y no “rey negro”. Después de la supervisión, los censores socialistas eliminaron la escena en la que la protagonista juega a “hacer el chino” estirando la piel alrededor de sus ojos. “Vemos que nuestro grupo objetivo es el público infantil y creemos que puede ser interpretado como hiriente o despreciativo para los niños que vean y escuchen esto”, señaló en un comunicado la directora del departamento de venta de programas de SVT, Paulette Rosas Hott.
“Queremos hacer todo lo que podamos para que la gente no se sienta ofendida”, explicó el director ejecutivo de Saltkråkan, Nils Nyman.
Liberales e izquierdistas reivindican el socialismo nórdico como una opción viable frente al socialismo real de Cuba, Venezuela, Corea del Norte y la antigua Europa del Este. Pero lo fundamental que escapa al público no avisado, víctima del mensaje de estos ideólogos, es el hecho de que el supuesto éxito del modelo nórdico, socialdemócrata o liberal, esconde en su seno el gran peligro para el mundo moderno y que no sería otro que el del inefable hombre sin atributos, ese que magistralmente retratara el autor austriaco Robert Musil en una inconclusa novela en dos volúmenes, escrita entre 1930 y 1943.
Durante décadas, el Leviatán socialdemócrata ha ido extendiendo por la sociedad sueca una mentalidad dominada por el materialismo, que reduce la vida a la satisfacción física, hace del ciudadano un ente cuya máxima aspiración es tener todos los orificios llenos, expande la anemia moral e induce al relativismo respecto a los temas trascendentales.
De modo que la indiferencia religiosa marca la vida pública y privada: el socialismo como espíritu, Google como Dios. Lo que se manifiesta mediante la presencia permanente del Estado en todas las actividades de la vida, convirtiendo a familias y comunidades en meros recibidores de servicios sociales.
Suecia ha sido el país que más promueve el aborto de manera pública y gratuita, y ha convertido la eutanasia en un derecho básico. El feminismo y la ideología de género, que se impone por demás en el resto de Europa y en EE.UU, rigen descaradamente en el país nórdico, junto al pacifismo a todo trance en política exterior, y el multiculturalismo en política social.
Con esta ideología a todo trapo, faltaba más, el paso siguiente fue extender decididamente el Estado de Bienestar a los miles de inmigrantes que acudían a la llamada de los subsidios y las ayudas suecas, pero dotados de una cultura ajena a la tolerancia y, en muchos casos, dominados no por el socialismo como espíritu y Google como Dios, sino por una divinidad furibunda e implacable que manda a matar al infiel.
El humanitarismo oficial sueco sigue favoreciendo la llegada de inmigrantes ajenos por completo a la sociedad sueca, y no sabe o no quiere enfrentar el radicalismo religioso islamista. El resultado es una sociedad paralizada por el dogmatismo multicultural, por el relativismo moral y por el buenismo como sustitutos de los medievales dogmas religiosos. Una sociedad que bajo ninguna circunstancia permitiría la cruz cristiana en las escuelas, o la oración, u otra expresión pública de religiosidad occidental, pero que sin embargo, maravillas de la rolerancia socialdemócrata, se postra sin remilgos ante el islamismo no ya como religión total sino como sistema político totalitario.
De modo que, según publica George Chaya en Infobae, Estocolmo se ha convertido en la primera capital europea donde se impone la sharia.
Un informe del gobierno sueco que recoge el diario Sharq al-Awsat, concluye que el número de áreas denominadas "zonas de alta peligrosidad" por la aplicación de la sharia abiertamente, creció a 62 en el primer semestre de 2017 sobre las 55 censadas en diciembre de 2016.
Chaya cita a un experto en investigación sobre países desestabilizados, ganador en 2011 de la Orden de la Medalla de los Serafines de Suecia, Johan Patrick Engellau, que por demás ha trabajado con organismos como Naciones Unidas y varias ONG europeas en materia de inmigración y refugiados, quien advirtió por carta a la Comisión de Seguridad Migratoria de la Unión Europea sobre la gravedad de la situación de Suecia.
"Me temo que es el final de la Suecia organizada, decente e igualitaria que hemos conocido hasta ahora. Personalmente, no me sorprendería si se produjera un conflicto en forma de guerra civil. En algunos lugares del país, la guerra civil probablemente ya ha comenzado, aunque la coalición de gobierno no parece haberse enterado", escribió Engellau.
Apreciación que apunta, por otro lado, a una inevitable reacción del péndulo ideológico y a un probable cambio de espíritu epocal que podría, quizá como única opción para salvar occidente tal cual le hemos conocido hasta el presente, pulverizar los paradigmas que han regido la vida desde la revolución francesa para acá.
Magnus Ranstorp, profesor e investigador sobre terrorismo y radicalización islámica del Colegio Nacional Sueco de Defensa, declaró a la televisión que "en las zonas más peligrosas de la capital, grupos radicalizados de la comunidad islámica han tomado el poder en las calles y están implantando su propia ley. En esas áreas, el sentido de la justicia y la paz se ve amenazado por el hecho de que la policía se está desmoronando y todo empeoró desde principios de este año. Estocolmo y toda Suecia se encuentran en una situación desesperante".
El artículo de Infobae asevera que "unas 15 042 mujeres suecas han sufrido ataques sexuales durante el último año en zonas de la capital en que las autoridades admiten grandes áreas bajo la aplicación de la sharia (ley) islámica… Las bandas musulmanas armadas y los radicales islámicos están socavando la democracia sueca”, según el Servicio de Seguridad Nacional en un informe reciente.
Cifras aparte, lo que acá parecería cierto es que si el péndulo no regresa finalmente con esa fuerza más, la emblemática y buenista socialdemocracia sueca pudiera devenir emblemático paraíso de sharia, barbas, burka y portentosas hogueras lamiendo el nocturno cielo nórdico en la feroz faena de incinerar a los infieles.
Nota: La sharía o sharia, también conocida como saría, charía o ley islámica, es el cuerpo de derecho islámico que rige la conducta humana según los mandamientos de Dios.