Si fueses a preguntarle a Talek Nantes cual es su mayor pasión, es probable que su respuesta sea el poder explorar el mundo más allá del alféizar de su ventana.
“Siempre he viajado. De hecho, empecé a viajar antes de nacer”, aseguró. “Mi madre vino de Cuba, en estado de mí, a la ciudad de Nueva York, donde nací y me crié. Por eso, cuando me preguntan, digo que fui ‘Made in Cuba, born in the USA’ (hecha en Cuba, nacida en USA’)”.
Al igual que muchas otras familias inmigrantes en los Estados Unidos, Nantes creció en un hogar bicultural donde el inglés y el español se abrieron paso en su vida cotidiana: desde las telenovelas españolas y los frijoles cubanos hasta las hamburguesas y los perritos calientes… la suya era una existencia dual de la cual disfrutaba.
“No me puedo imaginar cómo sería haberse criado en una sola cultura, ya que nunca lo viví. Para mi, hablar dos idiomas era lo normal, lo esperado. Creciendo en Nueva York me sentí tan a gusto comiendo ropa vieja como algo tan netamente americano como un sándwich BLT, (prefiero la ropa vieja)”.
“Desde pequeña mi madre me llevaba a Cuba a visitar familia. Cuando la situación política se puso difícil, ella mantuvo la memoria de Cuba viva a través de los cuentos que me contaba”.
“En mi casa siempre mantuvimos nuestra cultura cubana con orgullo. Mi madre decía que los cubanos éramos la raza superior del mundo. Lo decía como chiste cada vez que algún cubano alcanzaba un gran logro, pero también creo que en su fuero interno lo creía. Y viéndola como ejemplo, tal vez yo también llegué a creerlo”.
“Igual adoptamos costumbres y percepciones de nuestro país adoptivo. Entre ellas, fue el enorme agradecimiento al país que nos brindó las oportunidades para crear una vida libre y próspera”.
Entre las muchas profesiones de su madre, la joven Talek estaba más cautivada por su trabajo como agente de viajes. De niña, recuerda pasar largas horas imaginándose en tierras lejanas, muchas de las cuales ni siquiera podía pronunciar correctamente.
“Entre los muchos negocios que mi madre armó fue una agencia de pasajes en Nueva York. En la pared más grande de la oficina, había un mapa enorme que cubría toda la pared. Recuerdo pasar horas mirando ese mapa, imaginándome cómo eran esos lugares con nombres tan extraños como Madagascar, Shanghái, Addis Abeba, Phnom Penh. Hasta a una edad tan joven, yo supe que un día visitaría estos lugares. Simplemente era un hecho. ‘En cuanto pueda, viajaré a conocer estos lugares,’ me dije”.
Pero su primera aventura en los espacios abiertos de su Nueva York natal la envió a un viaje bastante corto… uno del que se ríe hasta el día de hoy.
“A la edad de seis años le pregunté a un familiar a donde iba. ‘Al fin del mundo’, me contestó riendo. Pensé que eso era un lugar real y me obsesioné imaginándome cómo era ese lugar; ‘¿Hacia calor ahí? ¿Cómo era la gente? ¿Qué comían en el fin del mundo?’ Un día de frío me levanté, me vestí con un abrigo pesado y salí a buscar ese fin del mundo. Me acuerdo como me sentí al partir para ese recorrido: la anticipación, la intensa curiosidad por conocer ese lugar tan exótico y misterioso. Caminé hasta la calle 72 y Broadway (en Nueva York), lo más lejos que jamás había caminado. Me dio frío y regresé a mi casa, pero nunca me olvidé de cómo ese corto viaje me hizo sentir, y he buscado esa misma emoción toda mi vida”.
Talek ha multiplicado esa misma emoción cientos de veces. Ella supo, desde el principio de su carrera profesional, que debía saciar su sed de recorrer el mundo, conectarse con personas fuera de su propia cultura, y tener una idea de las tierras lejanas que soñaba visitar.
“En la universidad, determiné que cualquier cosa que yo estudiara tuviera que apoyar el objetivo primario de viajar, así que estudié negocios internacionales. Poder hablar español y mi interés en idiomas me ayudó mucho. A través de los años aprendí italiano, portugués y suficiente francés para no pasar hambre en Francia. Lamentablemente, mis idiomas, como cualquier habilidad, se han deteriorado por falta de uso, pero en cuanto estoy expuesta a esos idiomas me regresan con facilidad”.
“Mis experiencias me llevaron a una carrera en negocios internacionales, abriendo mercados extranjeros para productos de los Estados Unidos. Esto me ha permitido ganarme la vida y, a la vez, dar rienda a mi pasión por viajar”.
Puntualizó que una de sus experiencias más lindas fue cuando trabajó en China por casi ocho años. Llegó a sentirse bienvenida y cómoda en ese país que denomina como fascinante. Hasta el día de hoy mantiene fuertes lazos con las amistades que cultivó.
Talek ha encontrado algo hermoso en cada uno de los 110 países a los que ha visitado. Su pasión por conocer el mundo le ha permitido probar las comidas exóticas del Tíbet, beber sidra en el norte de España y compartir un tren de Shanghái a Xi’an con granjeros chinos. Ha vivido y trabajado en Colombia, España, República Dominicana, México y Reino Unido. Su espíritu emprendedor también la ha llevado a lugares como Nigeria y Argentina.
Pero entre sus destinos favoritos, ese único país que sigue atrayendo su corazón y su espíritu, se encuentra la tierra donde fue concebida; esa isla-nación cuyas palmeras que se balancean la invitan a regresar, una y otra vez.
“Una experiencia de viaje muy personal fue mi viaje a Cuba para visitar familiares muy ancianos. Pensé que esa sería la última oportunidad para visitarlos y así fue. También sentí una gran curiosidad por ver la tierra de mi herencia, ahora con ojos de adulto”.
Muchos años han transcurrido desde su partida inicial de aquella isla donde su corazón comenzó a latir por vez primera. A pesar de vivir toda una vida viajando a los países más exóticos del universo, Talek Nantes no olvida sus orígenes.
Además de ser bloguera y coordinadora de viajes, también es autora. Decidió escribir un libro que honra su herencia titulado, Cuban Exile Memories: Journeys of Courage and Resilience in the Pursuit of Freedom. La antología celebra la determinación, el valor y el éxito de aquellos cubanos, como su familia, que abandonaron todo para forjar una nueva vida en un país extraño.
Pero sus tareas no culminan aquí. Talek sigue soñando con abordar otros aviones, otros ferrocarriles, otras embarcaciones para relacionarse con culturas aún desconocidas.
Busca conocer países africanos como Kenia, Tanzania y Namibia. Y quisiera atravesar Asia, siguiendo la ruta de seda similar a lo que hizo Marco Polo. También le falta pisar tierra en el norte de Brasil y los Galápagos en Ecuador. A pesar de recorrer y conocer 110 países, esta viajera global mantiene que aún hay mucho mundo por conocer.