La artista cubana Tania Bruguera afirma en una entrevista concedida al diario The Guardian que vivió "ocho meses de tortura psicológica" durante el tiempo que pasó recluida en su casa y sufrió diversas detenciones tras su intento de realizar un performance crítico con el Gobierno cubano.
Por eso ahora "usa la palabra tortura con mucha cautela" y reconoce que durante sus encarcelamientos "tuve momentos en los que sentí que eran abusivos y más intensos de lo que deberían ser".
Confiesa que uno de sus principales miedos fue no tener un abogado, ya que ningún cubano se atrevió a representarla aun cuando sus interrogadores le habían concedido tener uno. Por eso dice que las "vulnerabilidades legales en Cuba son inmensas".
Desde uno de los jardines de la Universidad de Yale, donde en estos momentos ejerce como profesora, Bruguera habla sobre su experiencia retenida en Cuba por más de ocho meses y en especial de las 26 horas que permaneció en un interrogatorio después de convocar su performance El susurro de Tatlin en la Plaza de la Revolución y por la que fue detenida. Durante ese tiempo –en el que se negó comer– dice que "su comportamiento fue la mejor herramienta de comunicación".
un gobierno que tiene miedo es extremadamente peligroso...
Tras ese primer encuentro con la policía, la artista cuenta en The Guardian que recibió visitas constantes de la policía en los meses posteriores y unos 20 interrogatorios en total. Tras su arresto, reconoce que se refugió en la casa de su madre durante un tiempo porque "ella realmente temía que le ocurriera algún tipo de accidente".
En ese sentido, dice: "Conozco Cuba muy bien y no calculé una cosa: El miedo que tiene el Gobierno en estos momentos. Y un gobierno que tiene miedo es extremadamente peligroso".
En el plano político, Tania Bruguera afirma en esta entrevista al medio británico que "en Cuba hemos estado en dos dictaduras, una tras otra", en relación al régimen autoritario de Fulgencio Batista y la revolución de 1959 que conllevó el estado comunista bajo los hermanos Castro. "Mucha gente no lo ve de esa manera, y para mí es difícil todavía decir esas palabras. La gente ha estado bajo el miedo. Necesitamos un proceso en el que la gente no sólo sepa sólo cuáles son sus derechos, sino que los exija", sostiene.
Por eso defiende su forma de vida y asegura que "el arte puede dar herramientas a la gente, nos hacen más libres, más conscientes... nos ayuda a imaginar un futuro diferente". Sin embargo, también reconoce que todos esos ideales se ponen a prueba en circunstancias como la que ella vivió. En su caso, cuenta que vivió meses con la policía rodeando su casa "como si yo fuera Osama bin Laden".
El 30 de diciembre de 2014, día de su detención, asegura que lo primero que intentó hacer cuando llamaron a su puerta los agentes de la Seguridad del Estado fue usar el teléfono, algo que no consiguió "porque las dos líneas estaban cortadas". "Eso es lo que se siente al vivir en un Estado totalitario: controlan todo. Mi madre y toda mi familia estaban muy nerviosos".
"Para ser un artista político hay que trabajar con las consecuencias como si fuera uno de tus materiales. Tienes que ser consciente de los posibles resultados, ser responsable de ellos", afirma.
Con performances críticos con el Gobierno cubano como el que intentó realizar, "nunca puedes olvidar que eres un artista, pero es duro porque también eres una activista y un ciudadano, todo al mismo tiempo", defiende.
Pese a todo, finaliza su entrevista en The Guardian reconociendo que ahora se encuentra feliz, "aunque me ha costado bastante. Fue precioso aprender cómo se siente la solidaridad; utilizamos una gran cantidad de palabras importantes sin conocer sus significados reales, y solidaridad es una, amor es otra; y lo mismo ocurre con amistad y apoyo. Este año he aprendido lo que significan estas palabras".