El diario El País desempolva la existencia de una empleada del consulado cubano en México, a quien informes y rumores atribuyen un romance con Oswald, dos meses antes de que éste asesinara al presidente Kennedy.
“Cherchez la femme”. La frase acuñada por Dumas padre en el siglo XIX es hoy uno de los lugares comunes de la literatura detectivesca: cualquiera sea el misterio en el que un hombre esté involucrado, hay detrás una mujer.
La “femme” —desconocida hasta hace poco— en la historia real de Lee Harvey Oswald, el presunto asesino —a su vez ultimado— del presidente John F. Kennedy, podría ser una bella mexicana que en el otoño boreal de 1963 trabajaba en el consulado cubano en la Ciudad de México.
Citando el libro “JFK: Caso Abierto”, del periodista de The New York Times Philip Shenon, el diario madrileño El País identifica a la mujer en un reportaje sobre el tema: Silvia Tirado de Durán.
Shenon, que ha dedicado diez años a seguir hurgando en el caso que —con demasiados cabos sueltos— dio por concluido la Comisión Warren, entrevistó a Durán en abril pasado.
"¡Por favor!" respondió ella en inglés y en tono de burla a la pregunta del escritor sobre una posible aventura con Oswald. Y también negó innumerables informes y rumores, investigados pero nunca confirmados por la Comisión, que la acusaban de haber trabajado como espía para Cuba, o incluso para la CIA
Pero el asunto ha resurgido una y otra vez a lo largo de estas cinco décadas.
El País recuerda que a fines de septiembre de 1963, dos meses antes del magnicidio, Oswald viajó de Nuevo Laredo a Ciudad México. Todo indica que pretendía desertar hacia territorio cubano, ya que gestionó una visa para viajar a La Habana en las embajadas de Cuba y la Unión Soviética. Antes había “desertado” en Moscú, pero los soviéticos se deshicieron discretamente de él enviándolo a Minsk, Bielorrusia.
Según un testimonio posterior de Elena Garro, primera mujer del premio Nobel de Literatura mexicano Octavio Paz, comunicado en 1965 al agregado político estadounidense Charles Williams Thomas, ella había conocido a Oswald en el otoño de 1963 durante una fiesta de intelectuales simpatizantes de Fidel Castro. La novelista aseguró a Thomas que no supo quién era hasta que vio sus fotos en la prensa y su imagen en la televisión.
En aquella velada se encontraba el diplomático cubano Eusebio Azque, encargado de las visas en el consulado cubano en Ciudad de México; pero también una de sus empleadas. Garro contó a Thomas que aquella noche estaba presente Silvia Tirado de Durán, joven de 26 años de notable belleza, pariente suya y que trabajaba a las órdenes de Azque.
Otro indicio sobre la relación reposa en los informes de los interrogatorios de la policía secreta mexicana tras el asesinato. A Durán se le pregunta repetidas veces si había tenido relaciones íntimas con Oswald, lo que sugiere que la inteligencia mexicana tenía conocimiento del asunto.
El País también menciona una información de la CIA de 1967 en la que un informante —un artista mexicano, según el libro de Shenon— asegura que Durán le contó que había tenido una aventura con Oswald. Sin embargo, aunque Thomas mencionó la pista sobre Durán en un informe a organismos de inteligencia estadounidenses, nunca fue investigada.
Entonces, el desmentido de Durán a Shenon ¿fue genuino?
El País, citando al autor de JFK: Open Case, contempla la posibilidad de que se trate de un silencio motivado por el miedo.
Francisco Guerrero Garro, sobrino de Elena Garro, hoy de 73 años y editor fundador del diario La Jornada, asistió a la fiesta en que su tía coincidió con Oswald, y recuerda haber visto él mismo al ex marine. Pero luego nunca quiso hablar.
“Nos asustamos al percatarnos de que mucha gente involucrada en el caso Kennedy moría en circunstancias misteriosas”, explica en el libro de Shenon el sobrino de Elena Garro.
El País concluye diciendo que “como muchos otros [Guerrero Garro] tenía miedo. Quizá Silvia Durán esté entre esos otros”.
La “femme” —desconocida hasta hace poco— en la historia real de Lee Harvey Oswald, el presunto asesino —a su vez ultimado— del presidente John F. Kennedy, podría ser una bella mexicana que en el otoño boreal de 1963 trabajaba en el consulado cubano en la Ciudad de México.
Shenon, que ha dedicado diez años a seguir hurgando en el caso que —con demasiados cabos sueltos— dio por concluido la Comisión Warren, entrevistó a Durán en abril pasado.
"¡Por favor!" respondió ella en inglés y en tono de burla a la pregunta del escritor sobre una posible aventura con Oswald. Y también negó innumerables informes y rumores, investigados pero nunca confirmados por la Comisión, que la acusaban de haber trabajado como espía para Cuba, o incluso para la CIA
Pero el asunto ha resurgido una y otra vez a lo largo de estas cinco décadas.
Según un testimonio posterior de Elena Garro, primera mujer del premio Nobel de Literatura mexicano Octavio Paz, comunicado en 1965 al agregado político estadounidense Charles Williams Thomas, ella había conocido a Oswald en el otoño de 1963 durante una fiesta de intelectuales simpatizantes de Fidel Castro. La novelista aseguró a Thomas que no supo quién era hasta que vio sus fotos en la prensa y su imagen en la televisión.
En aquella velada se encontraba el diplomático cubano Eusebio Azque, encargado de las visas en el consulado cubano en Ciudad de México; pero también una de sus empleadas. Garro contó a Thomas que aquella noche estaba presente Silvia Tirado de Durán, joven de 26 años de notable belleza, pariente suya y que trabajaba a las órdenes de Azque.
Otro indicio sobre la relación reposa en los informes de los interrogatorios de la policía secreta mexicana tras el asesinato. A Durán se le pregunta repetidas veces si había tenido relaciones íntimas con Oswald, lo que sugiere que la inteligencia mexicana tenía conocimiento del asunto.
Entonces, el desmentido de Durán a Shenon ¿fue genuino?
El País, citando al autor de JFK: Open Case, contempla la posibilidad de que se trate de un silencio motivado por el miedo.
Francisco Guerrero Garro, sobrino de Elena Garro, hoy de 73 años y editor fundador del diario La Jornada, asistió a la fiesta en que su tía coincidió con Oswald, y recuerda haber visto él mismo al ex marine. Pero luego nunca quiso hablar.
“Nos asustamos al percatarnos de que mucha gente involucrada en el caso Kennedy moría en circunstancias misteriosas”, explica en el libro de Shenon el sobrino de Elena Garro.
El País concluye diciendo que “como muchos otros [Guerrero Garro] tenía miedo. Quizá Silvia Durán esté entre esos otros”.