La mayor novela rusa del siglo XX la escribió un judeoucraniano, nacido en Berdíchev, su nombre de nacimiento Iósif Solomónovich Grossman (1905-1964), que debió cambiar su nombre por el de Vasili Grossman, para evitar de uno y otro bando señalamientos y venganzas antisemitas. Formado como ingeniero en la cuenca del Donéts, en realidad sirvió brevemente a la ingeniería, y se decantó por el periodismo y la literatura.
Durante la Segunda Guerra Mundial fue corresponsal de guerra del Ejército Rojo para el diario Estrella Roja. Desde sus páginas narró las batallas de Stalingrado, Moscú, Kurks, y Berlín. Trabajó arduamente y recopiló testimonios en los campos de exterminio nazi, los que juntó tras la liberación de Treblinka, y cuyos documentos fueron utilizados en los juicios de Nüremberg.
No obstante, después de la Segunda Guerra Mundial, la creencia del escritor en el Estado soviético se desmoronó al evidenciar la irreversible dirección antisemita del régimen de Stalin, y comprender mejor el origen de algunas alianzas con Hitler.
Grossman, de buena familia, fue un luchador antinazi y anticomunista. Del mismo modo que lo fue otro gran escritor húngaro, Sándor Márai. Ambos vivieron los dos sistemas, y ambos murieron horrorizados y destrozados por ellos. En la misma cuerda, otra escritora, rumana, todavía viva, Premio Nobel de Literatura 2009, Herta Müller, cuenta también en su obra, el horror de haber sobrevivido al nazismo y al comunismo. Vidas y destinos cruzados.
Vida y Destino, qué gran título para una obra magna, de enorme sensibilidad, de desgarramiento y verdad, de coraje y heroísmo. Acerca de ella escribió el escritor español Antonio Muñoz Molina en la revista Letras Libres, de México: “Vida y Destino, como Ulises (James Joyce), como Guerra y Paz (Léon Tolstoï), como En busca del tiempo perdido (Marcel Proust), como Al faro (Virginia Woolf), nos devuelve la conciencia del poderío de la novela como forma suprema de narración del mundo. Palabras mayores”. Y sí que lo son, en 1200 páginas Vida y Destino confirma el carácter humanista y realista de su autor, en una especie de clasificación de lo real-humanista frente a cualquier otro tipo de designación, y desprovista de ambigüedades.
En un reciente artículo en el diario El Debate, de España, María Serrano, además de recomendar su lectura, subraya que se ha visto recientemente y en varias ocasiones a otro Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, laureado en el 2010, con el volumen entre sus manos: “Purísima narrativa rusa, magisterio moral, lecciones diáfanas sobre la humanidad y el totalitarismo. Es extraño que Mario Vargas Llosa haya llegado a una de las obras cumbres de la literatura universal tan tarde: de hecho, lo más probable es que la haya leído en más de una ocasión…”
Estoy casi convencida de que Mario Vargas Llosa descubrió esa novela mucho antes, y que ha vuelto a ella, ahora con la invasión rusa a Ucrania; lo sé porque a mí me ocurrió lo mismo, y he vuelto a aprender y a someterme desde la literatura al espanto inextricable de los totalitarismos. La lectura resulta sumamente necesaria, para conocer la esencia del mal, y los enfrentamientos desde el bien.
La batalla de Stalingrado, sin duda la más sangrienta de la historia, fue una verdadera ‘guerra de ratas’ en la que se luchó calle por calle y se murió casa por casa. Durante el cerco, los miembros de la familia Sháposhnikov, dispersos de Alemania a Siberia, buscan una salida a sus vidas, un destino mejor. La acción transcurre entre dormitorios, nidos de francotiradores, laboratorios científicos, gulags, e incluso nos acerca a las mentes de Hitler y Stalin. Vida y Destino es una novela profunda que retrata el dolor humano, y un conmovedor ajuste de cuentas con las fuerzas oscuras que dominaron el siglo XX – de tal modo presenta la editorial Galaxia Gutenberg esta obra maestra, que por su sencillez sólo invita a ser leída y comprendida.
Vasili Grossman es también el autor de Por una causa justa, y Todo Fluye. Vida y Destino se logró publicar gracias a que fue salvada y sacada desde la URSS mediante microfilm y copiada desde la cinta de la máquina de escribir del autor. Grossman murió antes de que esta obra maestra de la literatura universal fuera publicada y considerada un monumento narrativo y moral de y por la humanidad.