Con escasa asistencia de votantes a los centros electorales arrancaron el domingo los comicios presidenciales en los que el mandatario Nicolás Maduro figura como favorito para lograr la reelección por seis años más en medio de la compleja crisis económica y social que golpea al país petrolero y cuestionamientos locales e internacionales.
En medio de la jornada surgieron algunas denuncias sobre la instalación de puntos oficialistas para control de votantes cerca de algunos centros electorales en la capital, hechos que fueron considerados como irregulares por parte de opositores.
Más de dos millones de venezolanos han abandonado su país en años recientes en busca de una vida mejor en el extranjero, mientras que quienes permanecen deben padecer el estar horas en fila para comprar alimentos subsidiarios y retirar dinero en efectivo, el cual es ahora casi imposible de encontrar.
Aunque las encuestas muestran que la mayoría de los venezolanos responsabilizan a Maduro de los crecientes problemas, aún aparece como el favorito para ganar en parte gracias a que sus principales rivales boicotearon la elección ante la desconfianza hacia la autoridad electoral, la cual es controlada por partidarios del gobierno.
“Hoy es un día histórico electoral”, afirmó el mandatario, vestido con camisa roja, tras votar de primero en un centro del oeste de la capital, a donde acudió acompañado de su esposa y su hijo.
Pasadas las seis de la mañana, los centros electorales iniciaron el proceso de apertura de la votación, que se extenderá por unas doce horas o mientras queden votantes en las instalaciones. En total, 20,5 millones de electores que podrán acudir a uno de los 14.638 centros de votación habilitados para la consulta.
Al ritmo de una diana militar y entre fuegos artificiales lanzados desde algunos puntos de la ciudad, los seguidores del gobierno iniciaron al amanecer el recorrido hacia los centros de votación.
Maduro terminó su campaña el jueves bailando en un escenario ante una multitud que lo aplaudía y ante la cual culpó de los problemas que enfrentan a una “guerra económica” orquestada por Estados Unidos.
El viernes, el gobierno de Donald Trump agregó a Diosdado Cabello, un aliado clave de Maduro, a una creciente lista de altos funcionarios sancionados financieramente. La administración estadounidense acusó al líder del partido socialista venezolano de narcotráfico y desvío de recursos.
El principal rival de Maduro, el candidato independiente Henri Falcón, ha enfrentado el doble desafío de competir contra el amañado presidente y al mismo tiempo intentar convencer a los venezolanos de que desafíen el boicot a las elecciones al que convocó la principal coalición opositora.
Calificando a Maduro como el “candidato del hambre”, Falcón ha hecho campaña con la promesa de dolarizar los salarios, pulverizados por una inflación del 13.776%, según estimaciones de congresistas opositores, aceptar ayuda humanitaria y buscar asistencia del Fondo Monetario Internacional, opciones rechazadas por el actual presidente por considerar que equivaldrían a rendirse al “imperio” estadounidense.
“¡Juro que liberaré a Venezuela de la dictadura!”, gritó Falcón ante sus seguidores al final de su campaña el jueves en ciudad natal de Barquisimeto. “Lo juro en el nombre de Dios”.
En la contienda presidencial también está el evangelista Javier Bertucci, quien ha cortado parte del respaldo a Falcón al ofrecer sopa en sus actos de campaña.
Alrededor del 80% de los venezolanos cree que Maduro ha realizado un mal trabajo, y se espera que la participación en los comicios sea la más baja desde que Chávez fue electo en 1998, debido a que apenas un 34% ha dicho que está seguro de que irá a votar, de acuerdo con una reciente encuesta de la firma Datanalisis.
La elección ha generado críticas debido a que prohibieron a varios de los rivales más populares de Maduro a competir en los comicios, además de que otros fueron forzados a exiliarse. Estados Unidos, la Unión Europea y varios países latinoamericanos ya han dicho que no reconocerán los resultados.
Además, las tácticas de presión perfeccionadas en campañas anteriores se han incrementado, lo cual inclina la balanza aún más a favor de Maduro.
Casi 75% de la gente dijo que han recibido cajas con alimentos subsidiados por el gobierno en los últimos tres meses, de acuerdo con Datanalisis, y Maduro ha prometido a los 16,5 millones de personas con “carnets de la patria” que serán recompensados por sus votos.
Sólo para asegurarse, los llamados “puntos rojos” se establecerán afuera de los centros de votación para revisar las tarjetas de las personas, las cuales son necesarias para incorporarse a los problemas sociales.
“Esta no es una elección competitiva ni democrática, y los resultados pueden no reflejar la preferencia y decisión de los electores”, dijo Luis Vicente León, presidente de Datanalisis.
Sin embargo, algunos cuestionan la decisión de no competir en una elección, aun y cuando es vista ampliamente como manipulada.
Un estudio del 2010 del instituto Brookings de Estados Unidos sobre 171 boicots electorales -de Afganistán a Zimbabue- encontró que esas maniobras casi nunca logran que las elecciones sean vistas como ilegítimas ante los ojos del mundo. En lugar de eso, el partido que boicotea suele salir debilitado y el triunfador fortalecido.
Javier Corrales, un experto en Venezuela del Colegio Amherst, dijo que la estrategia de la oposición podría ser tan desastrosa como el boicot de los comicios legislativos de 2005, los cuales llevaron al partido en el poder a quedarse con todos los escaños y aprobar legislaciones que quitaron los límites a la reelección presidencial, lo cual fortaleció aún más a Chávez.
“La ironía es que esta es la elección menos democrática de todas, aunque también es la mejor oportunidad que la oposición ha tenido”, dijo Corrales. “Si Maduro gana por un amplio margen, lo verá como una luz verde para continuar radicalizando y avanzando hacia la destrucción total del sector privado”.
(Con indormación de AP y EFE)