Hugo Chávez: una apuesta personal de Fidel Castro

Valla con Hugo Chávez en las calles habaneras

Si Chávez muere antes de las elecciones del 7 de octubre, o pierde el poder, los mandarines criollos se las verán negras.
Algunos podrían pensar que la suerte vino en ayuda de un atribulado Fidel Castro, cuando allá por el año 1998 la economía en la isla se iba a pique con una industria paralizada por falta de petróleo, exportaciones por los suelos, finanzas en números rojos, deudas internacionales abultadas y erogaciones de miles de millones de dólares para alimentar malamente a 11 millones de cubanos.

El comandante único estaba cruzando el desierto. Cuatro años antes, en agosto de 1994, una multitud se amotinó en el malecón habanero, exigiendo fronteras abiertas y poder huir en balsas rumbo a la Florida.


Las deserciones contínuas de profesionales, deportistas e intelectuales habían dejado de ser noticia. La educación y la salud pública, dos de los cacareados logros de la revolución, caían en picada.

En la Cuba de finales del siglo 20 casi nada funcionaba. Excepto la represión. Apagones a destajo. La gente comía poco y mal. Y sus destartaladas casas pedían a gritos reparaciones urgentes. Entre ciclones y escasa productividad, los cubanos se escudaban en el sexo y el ron barato. El futuro, cuando se planteaba, era huir. A donde fuese.

Con las barrigas vacías y los bolsillos sin un centavo, numerosas personas refutaban el discurso alocado y anti yanqui de un Fidel Castro, quien durante horas y por cualquier motivo, plantaba la carpa y movilizaba a la nación en pie de guerra con su “batalla de ideas”.

Justo cuando peor se pintaban las predicciones para la continuidad de la revolución personal de Castro, en Venezuela llegó al poder Hugo Rafael Chávez Frías.

Un golpe de buena suerte. Castro ha contado con la fortuna en su azarosa vida. Desde no haber sido linchado por soldados de Batista después de asaltar un cuartel en Santiago de Cuba; cumplir solamente 22 meses de una condena de 15 años de prisión en Isla de Pinos, gracias a una aministía general, hasta, muerto de sed y hambre y con solo tres fusiles viejos de cazar torcazas, agrupar a 7 hombres y emprender su lucha guerrillera.

Quizás la aparición de Chávez no haya sido producto solo de la buena suerte. Algún día, cuando se abran los archivos del templete estatal y la policía política, con lujo de detalles se conocerá el papel jugado por la inteligencia cubana en la formación política de Hugo Chávez.

El otrora teniente de paracaidismo fue seguido con lupa por los espías del Departamento América del Comité Central del Partido Comunista, quienes puntualmente enviaban sus despachos al buró del primer secretario. No fue casual que después del desatinado intento de golpe de estado, en febrero de 1992, los servicios especiales cubanos le dieran un seguimiento especial al atolondrado militar de Barinas.

Tal vez el juego comenzó antes. Pero nadie puede negar que después de un tiempo en la cárcel, donde único Hugo Chávez fue recibido con alfombra roja fue en La Habana. Con varias jugadas de antelación, Castro completó el perfil del venezolano y le abrió las puertas del Aula Magna de la Universidad de La Habana, para que el desconocido golpista diera una conferencia.

Por etapas, Castro y Chávez planificaron las futuras movidas de fichas. Desde la formación de un partido bolivariano, hasta su triunfo en las elecciones de 1998, detrás está la mano de Fidel Castro.

Venezuela tenía todas las condiciones creadas para que un populista exaltado, carismático y locuaz llegara al poder mediante el voto. Corrupción galopante y mal gobierno de los partidos tradicionales, mientras la pobreza y el crimen crecían sin cesar en tierras morochas.

Ese caldo de cultivo fue propicio para la entrada por la puerta de atrás de Chávez. Después se formó una entente latinoamericana de la izquierda carnívora con Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega. Pero a Castro se le iban los ojos hacia su discípulo venezolano.

Tenía petrodólares por arrobas. Ya se podían revivir los engavetados planes revolucionarios en el continente. Antes había que rescatar a la primogénita revolución cubana, cansada, en harapos y sin fuelle. Gracias al petróleo venezolano se redujeron los extensos apagones en Cuba. Y con los dólares de los médicos, ingenieros y otros profesionales que colaboran en Venezuela, Castro recibió billetes frescos.

Detrás de las alianzas y el discurso polarizado y anti gringo de Chávez está Fidel Castro. Si el ALBA u otra asociación económica no ha funcionada, es por la maldita incapacidad que generan estos sistemas autocráticos a la hora de producir riquezas.

De cualquier forma, se abrió la chequera generosa del Santa Claus sudamericano y la casta gobernante cubana se apuntaló en el poder y las corporaciones militares tuvieron liquidez. De 2005 a la fecha, más de 28 mil millones de dólares ha recibido Cuba por concepto de ayuda por parte del gobierno de Chávez. Dinero que no ha provocado una espectacular crecida en la calidad de vida del cubano. No, para nada.

Esa plata ha ido a parar a inversiones secretas en telecomunicaciones, turismo y la modernización de las fuerzas represivas. Por eso, el inesperado cáncer de Hugo Chávez ha descolocado al gobierno de la isla.

Si Chávez muere antes de las elecciones del 7 de octubre, o pierde el poder, los mandarines criollos se las verán negras. Y, además, sin dinero para comprar petróleo, pues las nuevas prospecciones marinas de la Scarabeo 9 pueden demorar tres años en localizar pozos comerciales.

A ello, súmele el lógico degaste tras 53 años ininterrumpidos de poder. Una infraestructura del cuarto mundo y una agricultura raquítica que no ha sido capaz de llevar viandas, frijoles y vegetales a la mesa de los cubanos. La masa ganadera ha ido desapareciendo por los afilados cuchillos de matarifes clandestinos y apenas se produce leche.

El panorama se agrava con una disidencia que se ha tornado más contestataria y callejera.

Si vuelve otro 'período especial', que ya se sabe lo que es, una guerra sin el tronar de morteros, la calma chicha de la población podría agotarse. Es por eso que Hugo Chávez tiene una importancia cardinal: con él, los Castro afianzan su dinastía revolucionaria.

Los hermanos de Birán han hecho su apuesta. Un lance bien calculado a largo plazo. No se puede decir que fue una mala jugada. Aunque según las noticias de estos días, hayan apostado por un caballo perdedor.