El lanzador japonés Yoshinobu Yamamoto se unirá a su compatriota Shohei Ohtani en los Dodgers de Los Angeles, tras firmar un acuerdo por 12 temporadas y 325 millones de dólares.
La cifra representa un récord como el contrato más alto para un agente libre internacional, que nunca ha lanzado una pelota en las Grandes Ligas.
De esta manera, los Dodgers han comprometido 1,025 millones de dólares en los dos jugadores nipones.
Si a eso se le suma la extensión contractual que el equipo le dio a Tyler Glasnow por cinco temporadas y 136.5 millones, son 1,161 millones y medio destinados a tres peloteros.
De Yamamoto se dicen maravillas y algunos aseguran que es el serpentinero más grandioso en la historia del béisbol profesional japonés.
Viene de ganar de manera seguida el premio de Jugador Más Valioso en las últimas tres temporadas, además del Sawamura, el equivalente japonés del Cy Young.
El derecho de 25 años combina una recta de 99 millas por hora, con una splitter de violentísimo rompimiento y una curva que baja a una altura de cinco y medio pies.
Y todo ello, sin un físico que impresione, pues apenas mide cinco pies y diez pulgadas y pesa 176 libras.
En siete temporadas en el béisbol profesional de su país, todas con el equipo Búfalos de Orix, tiene 75 victorias y apenas 30 derrotas, con efectividad de 1.72 en 967.2 innings, en los que ha propinado 986 ponches.
Sin embargo, la apuesta de 325 millones por alguien que no ha lanzado en MLB es más arriesgada que la que hicieron los Dodgers por Ohtani.
No será Yamamoto ni el primero, ni el último serpentinero que llega de Japón precedido de una gran fama.
Y casi todos, salvo poquísimas excepciones, han pasado con más penas que glorias por el máximo nivel del béisbol.
De hecho, lo que más ha venido desde la Tierra del Sol Naciente han sido lanzadores, algunos incluso envueltos en una aureola de misterio por poseer supuestos lanzamientos quasi mágicos, prácticamente imposibles de batear.
Daisuke Matsuzaka y su famoso “gyroball” tuvo buenas sus dos primeras campañas con los Medias Rojas de Boston y luego se perdió en el olvido de la mediocridad.
Hideki Irabu, apodado el Roger Clemens japonés, iba a ser firmado por los Padres de San Diego y él mismo dijo que un pitcher de su nivel sólo podría jugar con los Yankees de Nueva York.
Le fue tan mal, que terminó suicidándose a causa de la depresión.
Yamamoto será el pitcher japonés número 50 en jugar en MLB.
De sus compatriotas que lo precedieron, sólo tres lograron permanecer diez o más temporadas en el mejor béisbol del mundo: Hideo Nomo, Tomo Ohka y Yu Darvish.
Nomo irrumpió, también con los Dodgers, con la fuerza de un huracán de categoría 5, al ganar el Novato del Año en 1995, pero luego tuvo una carrera de altibajos que lo llevó a pasar por varios equipos, como los Rockies de Colorado, los Medias Rojas, los Cerveceros de Milwaukee, los Rays de Tampa Bay, los Mets de Nueva York y los Reales de Kansas City en 12 años.
Ohka fue un pitcher del montón, que a duras penas logró sobrevivir diez años con cinco equipos diferentes, entre 1999 y 2009.
Y Darvish, aún activo, ha sido el mejor de todos, con cinco apariciones en Juegos de Estrellas desde su debut con los Rangers de Texas en 2012.
Actualmente está firmado por los Padres hasta el 2028, con un contrato de 108 millones de dólares.
De los demás, algunos como Masahiro Tanaka e Hisashi Iwakuma, han tenido carreras positivas, aunque cortas, mientras que la gran mayoría de ese medio centenar no ha resistido los rigores de las Grandes Ligas y han regresado a Japón por la puerta de atrás y los brazos destrozados.
Con esos antecedentes, es difícil garantizar que Yamamoto será distinto y no correrá la misma suerte que la mayoría de sus compatriotas.
Las exigencias de la competencia, el nivel superior de bateadores de MLB, los viajes largos y constantes, y el extenso calendario de 162, más dos meses previos de entrenamientos primaverales y cuatro semanas de postemporada no las resiste cualquiera.
Si bien la liga japonesa es la segunda mejor del mundo, la diferencia con MLB es abismal.