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Retos del periodismo independiente en Cuba

Augusto César San Martín: "Narrar siempre la verdad" en Cuba

Augusto César San Martín, que ha sufrido la represión del régimen por su labor en el periodismo independiente. En la foto, acompañado de su madre en La Habana. Foto: Cortesía del entrevistado.
Augusto César San Martín, que ha sufrido la represión del régimen por su labor en el periodismo independiente. En la foto, acompañado de su madre en La Habana. Foto: Cortesía del entrevistado.

Ante la arremetida contra la prensa independiente en Cuba, Radio Televisión Martí continúa la serie sobre los rigores de ejercer en la isla uno de los oficios más peligrosos del mundo. ¿Qué sucede cuando alguien hace uso del derecho a la libertad de expresión por medio del periodismo no oficialista?

El caso del periodista independiente Augusto César San Martín es similar al de millones que han pasado de vivir "en la mentira" a iniciarse en las angostas vías de "vivir en la verdad", como tan certeramente lo describe Vaclav Havel en El poder de los sin poder.

La labor de San Martín para Cubanet mediante trabajos audiovisuales marca la tendencia del periodismo independiente que en la última década ha desafiado los mecanismos de la censura oficial en Cuba.

En su caso, ¿cuánto ha influido el hostigamiento policial y la propaganda gubernamental contra su labor en la estabilidad de su familia o la relación con vecinos y amistades más cercanas?

En la medida en que la represión contra mi labor como periodista se mantiene en aumento, la vida personal se deteriora de conjunto con las relaciones sociales.

La marcada represión cada vez más pública, con encarcelamientos, arrestos temporales, allanamientos de morada, citaciones policiales dejadas con vecinos, vigilancia en la entrada de la casa, prohibiciones de salida del país, ataques en las redes y otras, hace que personas cercanas se alejen temerosas de nuestro ámbito social.

No sirve de nada mantener en privado la represión de la policía política, siempre se hace evidente una acción pública en nuestra contra que culmina afectando las relaciones sociales y familiares.

En nuestro caso, la represión contra mi trabajo como periodista ha llegado a igualarse a la desatada contra mi esposa Yanela Durán, quien no ejerce ninguna labor periodística. Contra ella se ha llevado a cabo una persecución que llega desde el acoso policial con amenazas contra sus familiares (madre y hermana), agresiones físicas, hasta la regulación de salida del país.

Hemos notado que muchas amistades se alejan de nuestra casa por temor, otras enfrían la relación tímidamente, aunque el resultado siempre es el mismo: el aislamiento social, que incluye las redes sociales.

Existe miedo social; quienes reprimen lo saben

Esto trae como consecuencia que en ocasiones nos neguemos a compartir en las redes sociales las notas periodísticas que se publican sobre los actos represivos en nuestra contra.

Existe miedo social; quienes reprimen lo saben, y lo utilizan como su mejor arma para aislarnos socialmente, y utilizar a la familia como método de chantaje, y no en pocos casos ponerlos en contra.

A pesar de los lazos sanguíneos, en ocasiones creyendo proteger al reprimido, nos aconsejan en la misma dirección que los órganos represivos: abandonar el oficio como periodista.

Estos métodos de acoso y hostigamiento forman parte de la represión psicológica que ha dañado nuestra vida social y familiar. En nuestra familia cobra el sentido más crítico el daño psicológico a nuestro hijo de 5 años de edad, quien estuvo presente durante un evento violento contra su mamá orientado por la policía política, y el allanamiento de nuestra casa.

Conociendo el alcance de la represión, nos aislamos socialmente y dilatamos las relaciones familiares, quizás con la intención de proteger a quienes nos rodean, aunque el final nuestra estrategia provoque el aislamiento y el concebido daño a la unidad de la familia.

Las expresiones más frecuentes en la vida cotidiana son: la negación a utilizar teléfonos, a abrir la puerta de la casa a conocidos y desconocidos, o el insomnio, por mencionar algunas.

El daño psicológico que causa la represión no solo destruye la vida del comunicador, deja huellas dañinas y transforma la normal conducta, transformándola en desconfiada, aspecto difícil de extirpar de la personalidad de la víctima.

Debo aclarar que los oficiales de las propias agencias represivas, cuando expresamos la labor que realizamos como periodistas no oficiales, responden con un rostro de comprensión del por qué la represión en nuestra contra. Puede que no sea lo que deseamos, pero es la clara expresión de que la represión contra la prensa independiente es política oficial del gobierno.

¿Qué obstáculos legales, o impuestos por la Seguridad del Estado, ha debido sortear en su intención de hacer periodismo? ¿Cuánto cree que ha influido esta hostilidad en su obra periodística?

El poder y la impunidad crean un aparato represivo difícil de enfrentar por la sociedad civil, extremadamente peligroso para el ejercicio libre de la prensa. Los cubanos no tenemos mecanismos legales para defender nuestros derechos. Vivimos en un estado de indefensión que anula la intención de los organismos internacionales de observación sobre los Derechos Humanos.

Los cubanos no tenemos mecanismos legales para defender nuestros derechos

En la isla no existe ninguna institución del Estado que no se pliegue a la política ideológica del Partido Comunista de Cuba, regente de la nación por más de seis décadas.

El manual represivo escrito de esa ideología partidista, llevado a cabo en países como Venezuela, Nicaragua, y fuera del continente americano, es el que se aplica contra la prensa independiente de la isla.

Ese es el mayor obstáculo, la impunidad que muchos países democráticos omiten en sus relaciones sobre el régimen. Esto nos deja a expensas del irrespeto de nuestras propias leyes, o las internacionales. Una política de intolerancia contra la liberta de expresión que amansa hasta a las agencias de prensa extranjeras dentro del país.

El encarcelamiento de periodistas, la privación de sus medios de trabajo, el arresto durante las coberturas, la intimidación a familiares y amigos, el hostigamiento o el destierro. Todas estas acciones ilegales dirigidas -según el régimen- a defender la soberanía nacional, desprotege el ejercicio libre de la prensa, ubicando al periodismo independiente como el oficio más riesgoso de ejercer en la isla.

En nuestro caso hemos acudido a los órganos del Estado que deberían proteger nuestros derechos, y la respuesta ha sido el aumento de la represión.

Una semana después de entregar reclamaciones al Consejo de Estado y la Fiscalía Nacional de la República por los actos represivos en contra de nuestra familia, la policía política allanó nuestra casa ocupando todos los medios de trabajo utilizados para el periodismo. Actuaron con soberbia, violando sus propios preceptos, sin dejar rastro legal de la acción policial.

Esta situación provocó un significativo descenso en mi trabajo como comunicador, sobre todo en mi labor dentro del periodismo multimedia. No he renunciado a ejercer mi derecho a la libertad de expresión, pero tampoco puedo trabajar al mismo ritmo que en años anteriores, cubriendo las necesidades informativas de la sociedad.

La nueva estrategia gubernamental también está dirigida a coartar la libre expresión en las redes sociales...

Hemos trazado nuevas estrategias que garantizan nuestra integridad y la seguridad de nuestros medios de trabajo.

La cruzada del régimen contra el periodismo independiente todavía no logra su total desaparición, pero debemos reconocer un repliegue obligado de las coberturas noticiosas. Aunque el nuevo accionar ciudadano en las redes sociales ha cubierto parte de este espacio que el periodismo independiente de la isla tenía cubierto. Pero está claro que la nueva estrategia gubernamental también está dirigida a coartar la libre expresión en las redes sociales.

Sin embargo cabe señalar que la actual hostilidad contra el periodismo independiente o alternativo, lejos de eliminar el oficio sin censura, ha dirigido su trabajo a un periodismo de fondo, que no se percibe totalmente hasta la publicación total del reportaje.

Uno de los objetivos de la censura y otros mecanismos represivos es atemorizar al comunicador independiente o alternativo para disuadirlo de realizar su labor. ¿Ha sentido miedo? ¿Puede describir algunas de estas situaciones?

Ante la impunidad del poder todos deberíamos sentir temor. La única arma para combatir el miedo es estar conscientes de que no hacemos nada malo, siendo éticos al narrar siempre la verdad.

En todos los arrestos sentimos temor de lo que sucederá después de cada minuto en manos de los represores. Cuando te enfrentas a un régimen sin escrúpulos, cualquier cosa puede pasar y el miedo instruye al valor.

Cuando realizaron el allanamiento en mi casa, irrumpieron con la justificación de buscar equipos de infocomunicaciones. Fueron más de doce personas en el operativo apostados en la sala de mi casa. Sentí temor por mi familia, por lo que podría percibir mi hijo, que estaba durmiendo, cuando saliera y se enfrentara a los rostros de la represión.

Ese mismo temor fue el que me hizo aclarar el verdadero objetivo por el que se encontraban en mi casa: el de reprimir la libertad de expresión. Ese mismo temor fue el que me mantuvo ecuánime, porque ellos estaban ahí reprimiendo pero no sabían qué. Estaban claros de que no hago nada ilegal. Tuvieron que mentir para entrar a mi casa.

Existe el miedo lógico que muchos confunden con la cobardía. Siempre insisto en que ese miedo debe expresarse para que el mundo lo conozca. El régimen cubano representa un sistema que infringe una cuota de miedo a cada ciudadano; la nuestra se triplica, y eso describe represión y convierte en culpable a los cómplices que no quieren escuchar.

Lo importante no es el miedo que expresemos, sino el valor con el que lo vencemos para seguir haciendo periodismo.

Ante la presión del Estado para silenciar a las voces discordantes –y la prensa independiente es una de las más constantes-, ¿por qué insiste en dedicarse a una de las labores más peligrosas que se llevan a cabo en países en dictadura?

En 1997 el periódico Cubafreepress, dirigido por Raúl Rivero, me dio la posibilidad de colaborar para sus páginas, desde entonces pocas veces interrumpí mi labor como periodista.

Renunciar al periodismo en Cuba es como renunciar a ser cubano. Quizás en un futuro no haga lo mismo, pero ahora no solo lo necesita mi mente, también mi país. Soy una persona consecuente con mis ideas, aunque para mí el periodismo no tiene un sentido político.

Quizás en el futuro me dedique a otros proyectos, pero por ahora el periodismo es mi pasión y dejarlo bajo amenaza de encarcelamiento nunca será una opción.

María Matienzo: ¿Importa quedarte sola cuando haces periodismo independiente?

María de los Angeles Matienzo Puerto, escritora y periodista independiente. (Foto de Anniet Forte).
María de los Angeles Matienzo Puerto, escritora y periodista independiente. (Foto de Anniet Forte).

Ante la arremetida contra la prensa independiente en Cuba, Radio Televisión Martí continúa la serie sobre los rigores de ejercer en la isla uno de los oficios más peligrosos del mundo. ¿Qué sucede cuando alguien hace uso del derecho a la libertad de expresión por medio del periodismo no oficialista?

María de los Ángeles Matienzo Puerto colabora de modo regular con el portal Cubanet, como antes lo hiciera para Diario de Cuba. Su pasión por la narrativa la ha llevado de contar historias de ficción a desbrozar la realidad de Cuba, que a veces parece increíble a los ojos menos entrenados.

Aquí están con las valoraciones de una mujer que describe cómo el Estado cubano interfiere de modo directo en la libertad de expresión de sus ciudadanos, mientras se dice garante de los más elementales derechos.

¿Cómo le ha afectado la represión por hacer periodismo independiente en Cuba?

La verdad es que no tengo cómo medir cuánto ha influido el hostigamiento y la propaganda gubernamental contra mi persona. Un día estaba rodeada de amigos y al día siguiente me levanté sola, pero seguí adelante. Supongo que se quedaron los de verdad, para los que el amor y mi amistad eran más importante que el miedo.​

Quizás mi caso sea un tanto particular porque parte de mis amigos fueron conflictivos desde siempre, desde antes de conocerlos. Y hemos crecido juntos en la oposición, en el activismo, en el arte. Y de los que no formaron parte de ningún movimiento ni se pronunciaban abiertamente en contra del sistema y se quedaron siendo mis amigos, nunca me han contado si fueron “llamados” y si lo han hecho, simplemente, prefirieron seguir siendo mis amigos porque además, no me he permitido desconfiar de ninguno.

De los vecinos no me escondo y si han sido “alertados” nunca lo he sabido ni me ha interesado, pero sí he vivido mucha complicidad con ellos. Recuerdo cuando vivía en Alamar, la ascensorista me alertaba, como quien no quería la cosa, si había gente rara rondando o en el mismo ascensor cuando coincidía con otros a los que apenas me conectaban los buenos días, se ponían a hablar, a pasarme información o a decirme dónde encontrarlos si necesitaba algo.

En su caso, ¿cuánto ha influido el hostigamiento policial y la propaganda gubernamental contra su labor en la estabilidad de su familia o la relación con vecinos y amistades más cercanas?

A mi madre en algún momento intentaron coaccionarla, pero simplemente, ella es mi madre. Y mi pareja es activista por los Derechos Humanos desde hace más tiempo que yo periodista.

Pero aun en este mundo perfecto del que te cuento, de vez en cuando se levanta una ola de misterio y alguien intenta hacerme daño incluso entre estos amigos. Nadie sabe quién fue el primero en decir ‘”María es esto o María es lo otro”, y la gente se hace eco muy fácil del veneno y ahí están ellos para decir, “Ey, aguanta un mes que ella es mi amiga” y si la bola sigue corriendo ni me entero.

Mis amigos están ahí como mismo yo estoy aquí para ellos. Pero eso me recuerda a lo último que me dijo el compañero que me atendía porque hace mucho no sé de él; “María, tú no eres líder de nada, a ti no te sigue nadie”, pero a mí lo que me interesa es escribir, no que nadie me siga.

¿Qué obstáculos legales o impuestos por la Seguridad del Estado has debido sortear en su intención de hacer periodismo? ¿Cuánto cree que ha influido esta hostilidad en su obra periodística?

Los obstáculos legales que más he tenido que sortear son los relacionados al acceso a la información. Creo que haría un periodismo mucho más serio del que hago si tuviera el acceso a estadísticas e información que debiera ser pública. Sobre todo, si no tuviera que apoyarme muchas veces en los datos que dan los medios oficialistas y que yo sé que están falseados porque todo eso se colegia antes de ser publicado.

Uno de los objetivos de la censura y otros mecanismos represivos es atemorizar al comunicador independiente o alternativo para disuadirlo de realizar su labor. ¿Ha sentido miedo? ¿Puede describir algunas de estas situaciones?

Cada vez que escribo, entrevisto o denuncio un caso y me tiemblan las manos porque a mí misma me parece que será muy fuerte lo que voy a publicar, me digo, “bueno, que sea lo que Ochún quiera”, y me sirve de recurso sicológico para desintoxicarme del miedo a publicar nombre de fiscales y militares corruptos, de abogados negligentes, de delegados indolentes, de gente prestada para hacer el mal.

No es que yo sea muy valiente, solo que me apoyo en una fuerza mayor que en mi cabeza supera incluso a la Seguridad [Seguridad del Estado] y esos son mis orichas. No obstante, cuando veo a mis colegas siendo hostigados me parece que seré la próxima, pero eso no me limita a llamarlos y mostrarles mi apoyo.

Tengo una amiga que me dice que el policía que vaya detrás de mi debe ser un hombre con ampollas en los pies y otro que me dice que solo me están dejando correr. Y creo en las dos variantes, pero tengo una tranquilidad espiritual que no la brinca un chivo, como decían mis viejos.

Las cosas que me han pasado a mí pueden perfectamente haber salido de una novela de Agatha Christie. Si las cuento nadie me las creerá.

Una vez me monté en un carro distraída y a mitad de camino me di cuenta de que estaba siendo interrogada. Otro día me monté en una guagua y una pareja intentó buscar problemas, golpearme, y yo reaccioné como ni yo misma me esperaba, les cedí el espacio y me fui a parar al lado del tipo con aspecto más agresivo del pasillo y ese fue el que se enfrentó a aquella gente que después descubrí que era militares.

Las cosas que me han pasado a mí pueden perfectamente haber salido de una novela de Agatha Christie

El día del río, antes de iniciar las ceremonias para hacerme Ochún, tenía en los bajos de casa de mi padrino, un vigía, y después que salí del cuarto de santo mis padrinos me contaron que ellos ya tenían un plan B porque también se dieron cuenta de que estaba siendo vigilada.

Lo demás, creo que es lo que han vivido todos. Hombres que te siguen, hombres apostados en los bajos de la casa, gente rara que te provoca incluso en viajes de trabajo y de los que te preguntas “¿cómo llegó aquí esta gente?”

En uno de los últimos viajes que hice de superación -no te diré quiénes me invitaron ni dónde fue- en el grupo iba una muchacha que nunca supimos a qué organización pertenecía, pero estaba allí. Fue un mes infernal de acoso, pasó del extremo de enamorarme al de señalarme en público y decir que yo era su enemiga. Todo eso delante de gente que apenas me conoce por correo electrónico. Te confieso que lloré en mi habitación y también me pregunté qué hacía en aquel lugar tan lejos de mi casa y mi escritura. Después supimos que habían entrado a nuestras habitaciones y nos habían revisado nuestras cosas.

Pero no soy, por suerte, ni remotamente de las periodistas más hostigadas. Así que trato de no victimizarme porque creo que otros merecen más atención que yo. No sé tampoco si soy de las más arriesgadas, pero no le permito a nadie que me quite el sueño y para eso tengo mis recursos.

Ante la presión del Estado para silenciar a las voces discordantes –y la prensa independiente es una de las más constantes-, ¿por qué insiste en dedicarse a una de las labores más peligrosas que se llevan a cabo en países en dictadura?

A mí me da por visualizar algunas situaciones de mi vida de modo cinematográfico. Así que te cuento cuál ha sido la película de mi vida.

Un día me cansé de correr delante de un tren que se llamaba miedo y detrás de otro llamado huida. El que venía detrás estaba lleno de frases como “no eres tan buena”, “no eres confiable”, “no te mereces esto o aquello”, “cuidado que te marcas”, “estás escribiendo lo que no debes”, “eso no te lo van a publicar”, “cuidado que te cortan las alas”.

Me giré e invertí los papeles. Le empecé a caer detrás al miedo, me le enfrenté, dejé el trabajo de editora en Letras Cubanas, pensé que moriría de hambre y a la semana, gracias a mi amiga Ailer Gónzalez Mena con la que nunca he perdido el contacto, ya trabajaba para Diario de Cuba.

Después de eso he vivido solo lo que me ha tocado. He tenido que crecer y por el camino me he dado cuenta de que los problemas de Cuba no son solo los de vivir en una dictadura sino las consecuencias de vivir en esta dictadura y lo que nos ha afectado en la médula de la cubanidad y nos ha permeado de miseria humana.

Desde ese momento en que dejé de correr comencé a vivir mejor, a dormir mejor, me siento en libertad de decir que No o Sí, quedo mejor conmigo misma, he alcanzado metas importantes, me he trazado otras, y creo que soy mejor persona que es el bien más preciado al que debiéramos aspirar todos, incluso los escritores que tenemos que vivir del periodismo.

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