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Dile que pienso en ella

Armando Tejuca: "La patria se encuentra sostenida por los hombres que la conforman"

Armando Tejuca pasea con su hijo sobre los hombros
Armando Tejuca pasea con su hijo sobre los hombros

Armando Tejuca estudió ingeniería en la CUJAE y, con esa herramienta, construyó lo que más deseaba: ser el pintor que es. Se construyó a sí mismo, a su familia y también construyó la armadura para sobrevivir dentro de Cuba, después, fabricó el Arca en cuyo interior escaparía con todo lo que necesitaba preservar del olvido, Así llegó hasta Dile que pienso en Ella un artista a quien, esta isla que soy, se siente orgullosa de llamar compatriota.

¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?

El futuro, vivir en un lugar en donde tus padres han perdido sus sueños por completo y no ves en esa generación patrones a los que quería llegar. Había visitado USA anteriormente como artista y vi muchos viejitos cubanos a los que yo quería parecerme y, para colmo, tenía una hija pequeña a la cual no le podía brindar nada. Yo tenía, o creía que tenía un buen presente, vendía mis cuadros, había construido una casa nueva y llevaba mi familia a pasear los domingos, pero no veía nada delante de eso, no había una proyección y ya mi época irresponsable había pasado. Para colmo gente que me molestaba, amigos que venían a preguntar por qué no te metes en la UNEAC, cosas así… la promiscuidad del espíritu castrista que uno comienza a odiar, pero bueno, me preguntas el detonante y sin dudas fue el futuro.

¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?

Decir libertad a veces parece cursi y manido y uno comienza a inventarse cosas para no caer en lugar común, pero eso, libertad. Porque todo lo que te pueda decir gira alrededor de ella. Cuando vives en un país totalitario hay libertades que uno logra pero es tan difícil y de veras, cansa mucho.

¿Qué encontraste?

Te voy a hablar de lo positivo porque lo negativo tengo la suerte de poderlo desechar y olvidar. Encontré un lugar no sólo para mí, sino también para la familia, un lugar en donde hay que ser responsable y competente para echar a andar la vida como te la imaginas, porque nadie pregunta hacia dónde vas, y también un lugar con gente que ayuda y a los cuales les estaré siempre agradecido.

¿Qué has aprendido durante el proceso?

En la parte profesional he aprendido a expandir mi mundo de artista, no sólo crear obras de arte con un mismo estilo para vender, que es lo que generalmente hace un artista dentro de Cuba. He visto delante de mí un mercado de arte que ha cambiado totalmente y he buscado muchísimos caminos, he trabajado dando clases a todo tipo de personas, desde niños, adultos y ancianos, he aprendido de los clientes más de lo que aprendí en la escuela. En el plano personal, he aprendido a tener amigos de todas las inclinaciones políticas y religiosas sin que eso afecte nuestra humanidad y disfrute por la vida. En el plano familiar, aprendí a enfrentar los retos y resolverlos.

¿Qué es para ti La libertad?

Para mí, la libertad es todo, porque teniendo libertad de creación, por ejemplo, puedes encontrarte a ti mismo y fluir junto con la sociedad, decir lo que piensas, decir lo que eres y dormir sin miedos. No sólo en Cuba es terrible que nos sea negada constitucionalmente o por decretos, pienso en las familias en tantos lugares, incluso en otras épocas, que viven o vivieron bajo la esclavitud o conocieron la libertad hasta que un día la perdieron por culpa de un gobierno que se toma para él la libertad y la niega a su pueblo.

¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria? ¿Piensas a menudo en “Ella”?

Sí, claro que la han cambiado. Para una persona que creció en un sistema totalitario y dictatorial ejercido por una familia que se robó ese concepto y llama apátrida al disidente, le es muy difícil entender el verdadero concepto de patria, y un día descubres que la patria más que nada es etérea, se encuentra sostenida por los hombres que la conforman, más allá de un paisaje, edificios y agua. Y cómo voy a dejar de pensar en Celia Cruz, en Cachao, en Lecuona, en Lam, en mi amigo Manolito y en mi profesor de literatura, cómo voy a dejar de pensar en ese futuro posible para que todos sus hijos y nietos, mis hijos y nietos puedan vivir en libertad?

Legna Rodríguez Iglesias: "Extraño un lugar que no existe. Un lugar acabado"

Legna Rodríguez Iglesias, poeta y escritora cubana radicada en Miami
Legna Rodríguez Iglesias, poeta y escritora cubana radicada en Miami

La primera vez que tropecé en las redes sociales con Legna Rodríguez Iglesias, fue como recibir una pedrada en un ojo; parece exagerado, pero no. Toda yo supo que estaba ante algo inédito, un fenómeno tan temido y a la vez deseado como los huracanes. No somos amigas, nunca hemos tropezado en persona. El contacto inicial fue mi tímida invitación a participar en este "Catauro Cubensis", como algunos llaman a Dile que pienso en Ella. Y aquí está, una muchacha suelta y verdadera como el Trópico. Les aseguro que, sus largas alas, poco tienen que ver con las de Ícaro.

¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?

Quería darte las gracias, Maria Elena, antes de responder las preguntas. Darte las gracias, sobre todo, por el mensaje donde me dices que sí, que sabes.

Me fui de Cuba por razones personales, en enero del 2015. Cuando el oficial de aduanas, en la frontera del aeropuerto, me preguntó por qué quería pedir asilo, me di cuenta de que tenía varias razones más. Un cóctel miserable de problemas económicos mezclado con una incomodidad histórica, un peso en la nuca, una gota que colma la copa. Luego, en poquísimo tiempo, perdí tantos [no] significados y tantas [no] verdades, que ya no podía, ni quería volver. Cuando regresé, casi dos años después, sentía una gran dificultad para comunicarme.

Rogelio Orizondo me acompañó la última semana en La Habana, en ese primer viaje de regreso, a él no le importaba mi silencio. Yo le decía: es que no puedo; y él me decía: no puedas.

Extraño mucho un lugar que no existe. Un lugar acabado.

¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?

No esperaba demasiado. Mi única responsabilidad en ese momento era conmigo misma. Sabía cómo funcionaba más o menos todo. Había salido de Cuba varias veces y sabía que existía otra cosa. Había venido al Festival de Poesía O, en Miami el año anterior. Sabía que estaría en casa de una amiga hasta que llegaran los papeles del Seguro Social y del Permiso de Trabajo. Lo único que debía hacer era no perder el deseo, no perder la ilusión. Pero el deseo y la ilusión también los perdí. Saberlo no es lo mismo que experimentarlo. Como un suero de cáncer, que mata lo malo y lo bueno. El crimen mental y físico, maquiavélico, es tener a la gente metida en una estructura de burbuja donde el espacio y el tiempo, ambos, se manifiestan como maqueta.

La escritura y yo nos quedamos solitas en el medio de una gran oscuridad. Lo cual, a veces, es suficiente.

¿Qué encontraste?

Libre albedrío. Ábrete sésamo. Cosas horribles también. Gente espantosa, violencia física, trabajo pesado, literatura gratis e imposible de comprar, secretos, bicicletas y ladrones, un abismo, el fondo del abismo y lo contrario.

Encontré personas. A mí me interesan más las personas que los lugares. Encontré familia que había dejado de conocer. Encontré música, literatura, flores inmensas y drogas que no cambio por un vasito de ron. ¡Encontré internet! Encontré un idioma nuevo, ajeno, extranjero de mí tanto como yo de él.

Legna Rodríguez Iglesias, poeta cubana seleccionada candidata al Pemio Derek Walkott de Poesía
Legna Rodríguez Iglesias, poeta cubana seleccionada candidata al Pemio Derek Walkott de Poesía

Encontré un aborto espontáneo errático y luego un embarazo pleno, lleno de náuseas y movimientos y velocidades asimétricas, lleno de risas y carcajadas a las tres de la mañana. Una cosa adentro que te hace reír. No sé cómo explicarlo. Encontré más de lo que puedo explicar sentada en la cocina a las 22:13. Encontré un método y una forma de comunicarme con un ser humano del tamaño de mi antebrazo que acaba de abrir los ojos al mundo. La lengua romance del principio del mundo.

¿Qué has aprendido durante el proceso?

Aprendí que tenía razón en no dar mi brazo a torcer cuando de escritura se trata, ni cuando de ideas propias se trata.

Aprendí a extrañar callada hasta que la emoción desaparece.

Aprendí que lo consistente seguía en pie, detrás de mí, esperando que me diera cuenta.

Aprendí, además, que los dispositivos Apple son muy agresivos, muy chismosos, muy funcionales y muy hermosos, que los prefiero a ellos. (Sé que cuando termine de responder las preguntas, aparecerá en la pantalla del teléfono un anuncio para que compre cualquier producto parecido a los antes mencionados.)

Aprendí a respirar hondo y a enviar dinero por Western Union. La relación entre uno y la persona que recibirá el dinero no puede ser de amistad. Debe unirnos un lazo de sangre.

¿Qué es para ti la libertad?

Es una convención y no me gustan las convenciones, nací en un país donde reverberan. La noción de libertad, en cambio, va más allá de la mente, más allá del pensamiento, vive en el campo de la inteligencia emocional tanto como en el campo de la falta de emoción. Tiene que ver con una realización. Tener ideas propias. Tener aunque sea una idea propia.

¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria? ¿Piensas a menudo en “Ella”?

Desde que tengo uso de razón, la patria y la libertad están ligadas en el mismo discurso adoctrinante, falso. La patria es una cosa y la palabra patria es otra. Yo creo en las palabras porque son mi pensamiento, el pensamiento común. En algunas palabras no creo. Creo en un legado y en una tradición de tipo visceral.

Por ejemplo:

A veces mi abuela mataba un pollo (antes de que los pollos desaparecieran) y hacía sopa de pollo con el menudo del pollo, que son las alas, las patas, el pescuezo, la molleja, el corazón. Ella separaba un poco de caldo, bien líquido, sin nada, y me decía: ven para que te tomes un consomé. A eso le echaba la molleja, que era su parte preferida, pero se sacrificaba y me la daba a mí. La molleja parecía una isla en un mar. Mi abuela era hija de españoles radicados en una región arrocera de Camagüey llamada Vertientes.

Una vez, viviendo en La Habana, vinieron de visita unas turistas españolas a la casa donde yo vivía. Me brindé para cocinar y les hice un arroz con molleja de pollo que compré con unos kilos en dólares que tenía ahorrados. Lo gasté todo en ese paquete de mollejas preciosas. También le puse ají cachucha, que es el ají más rico para darle gusto a un arroz. También le puse orégano, el orégano no puede faltar.

A la hora de comer, aquellas mujeres por poco se vomitan. No pude, ni quise explicarles en qué consistía el arroz que yo había hecho. En ese arroz estaba lo más preciado que yo tenía. Uno siempre quiere darle a la visita lo más preciado.

Así que vivo agarrada de la palabra molleja, de la palabra consomé y sobre todo de la palabra abur, una palabra que mi abuela me decía todas las mañanas, junto al gesto voluntario de su mano al alzarse, que es como decir abur en el aire. Yo pienso en esas palabras y trato de usarlas lo mejor posible y también lo peor posible. Trato de sacarles la sustancia, como a un hueso. Porque cuando uno sale de un lugar y la puerta se cierra, hay que saber que es posible que sea para siempre. Hay que llevarse las palabras con uno.

Michael H. Miranda: "Hay que despojarse de ciertas pieles y no sentir remordimiento por ello"

Michael H. Miranda con libros y sombrero.
Michael H. Miranda con libros y sombrero.

Este es Michael H. Miranda quien, entre libros y con sombrero, nos cuenta por qué tuvo que huir del "paraíso" cubano y abrirse paso, a fuerza de talento y perseverancia, para crearse un lugar en este "otro lado" del mundo. Poeta, escritor, profesor universitario, Michael es otro miembro de este numeroso ejército de cubanos transterrados que debimos reaprender y convertirnos, cada uno de nosotros, en la Patria.

¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?

Mi absoluta incompatibilidad con aquel régimen. No encontrar cabida en aquel status quo, que sigue vigente. No poder responder con libertad a los numerosos desafíos de la vida cotidiana. No poder elegir cómo alimentarme, no digo ya saludablemente. No poder leer lo que quería y como quería. Tampoco podía seguir ni un minuto más en contacto con gente carcomida por el miedo y la doble moral, gente que, además, tenía poder sobre la vida de uno.

No poder acceder a una mejor educación para mis hijos, y no me refiero sólo a la instrucción. La educación en libertad, esa que (si vamos a ser binarios, como hasta ahora) sólo la sociedad capitalista es capaz de proveer, te permite contrastar el conocimiento y esa es la garantía del crecimiento personal. Una característica que tiene el socialismo es que sus cimientos teóricos y su puesta en práctica no resisten el más mínimo análisis crítico: basta leer un sólo libro para decidirte a saltar el muro.

Ante una sociedad obsesionada con el compromiso, como fue y es la cubana, la mejor manera de comprometerse es darse a la fuga.

¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?

Ni más ni menos que lo que atesoro hoy en día: un espacio digno donde vivir, un trabajo decoroso con el que pago mis cuentas y hago mis compras, una familia que no tiene que separarse por motivos políticos ni temer por una detención o uno de esos secuestros exprés que aplican hoy en Cuba. No tengo que vivir con el sobresalto de que mi correspondencia sea requisada. No tengo que mirar a los lados para dar una opinión ni callarla. Hoy los desafíos para mí son otros y tienen que ver con mi visión del mundo, mis capacidades y las oportunidades que tengo para ponerlas en práctica.

Por supuesto que nada de esto es perfecto. Abandoné Cuba con 33 años y muchos libros en la maleta. Creía que dominaba el idioma inglés hasta que alguien me habló y no entendí nada. El aprendizaje siempre es arduo. La adaptación también. Sé cuál es mi lugar y cuáles son mis retos y limitaciones.

¿Qué encontraste?

Encontré todo lo que deseaba y quizá más. Me encontré a mí mismo. Me despojé de todas las prácticas habituales de cuando se vive en el totalitarismo: el Estado allí es el proveedor de los premios y los permisos, es el dueño de los elementos, marca hasta la respiración. En dos palabras: la vida.

Encontré la forma de adquirir ciertos modales tan incompatibles con la vulgaridad de la vida cubana, la privacidad, el respeto por el otro, una solidaridad real despojada de ideologías.

Encontré la Cuba que menos me agrede. Cuba es ruido y hoy necesito un silencio profundo, un silencio de Cuba, un silencio de campo, pero también un alboroto de Torre de Babel, uno que me reconcilie con cosas importantes para mí.

¿Qué has aprendido durante el proceso?

Aprendí a ser y a estar. Aprendí que hay que despojarse de ciertas pieles y no sentir remordimiento por ello. Que hay que ser pacientes, sobre todo cuando te sumerges en una sociedad desconocida en la que tienes que comenzar de cero. Las expectativas pueden ser muy altas, pero no hay que temer a ellas por no poder cumplirlas. Algo asimilarás en el camino.

Aprendí que una sociedad democrática y abierta puede ser también un campo de batalla con unos sectores muy dogmáticos y altamente ideologizados que pujan por alcanzar el control total del aparato del Estado y la imposición de una agenda muy parcializada y excluyente. Su verdadera apuesta es por la total homogeneización de la vida en sociedad y dotar a ésta de una uniformidad que ha sido una vieja aspiración de cierta concepción del mundo.

¿Qué es para ti La libertad?

Como concepto, incluso como abstracción, puede que sea la gran interrogante de una vida. Diría que es algo que uno debe ir descubriendo y sometiendo a crítica a diario. Pero para mí no es más que la libertad de leer y construir la biblioteca. Si leo es porque aspiro a ella.

Cuando miro atrás me veo leyendo por horas acostado en una cama, algo que ahora sólo hago de noche ya que hoy tengo un bernhardiano sillón mullido, aunque sin orejas. Escribo estas respuestas en el medio de mi biblioteca en calma donde “quiero seguir en círculos creciendo”, como escribió Lorenzo García Vega.

Es ese el momento en el que pienso y sé que el viaje ha servido para algo. De manera que para mí el acto de leer está ligado a un estado primario de libertad inocente, más que a una primera juventud desprovista de demasiadas preocupaciones. Y cuando leo vuelvo a ser de algún modo un lector que se desprende de todo atisbo de nostalgia en beneficio de la memoria, que inquiere porque no comprende y aspira a seguir y a comprender.

¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria? ¿Piensas a menudo en “Ella”?

La palabra patria es de una gravedad insoportable. Y tan tramposa como cualquier mecanismo identitario que nos fuerza al gueto. No debe ser confundida con el lugar en el que por accidente vino uno al mundo. Pienso en Kafka, pienso en Canetti.

Yo nací en el Oriente de Cuba y allá descansan los restos de mi padre y mis abuelos. Algo quedará y repito con Thoreau: El monumento de la muerte perdurará más allá de la memoria de los muertos.

De modo que yo, pesimista con la razón, pero optimista con la voluntad (tampoco tanto), cual diría Magris, no sé si me volveré a encontrar con ella. Pero tampoco es algo que me quite el sueño, ninguna filopatría en ese sentido.

Patria es la biblioteca. Patria es mi memoria y sus escenas, una banda sonora, unos amigos. Todo eso de alguna manera viaja y vive conmigo por encima de todos los decretos y discursos de un gobierno espurio como el que rige allí.

Alen Lauzán: "Pienso en muchas Patrias, en todas las que no han estado mis pies"

Alen Lauzán, caricaturista cubano residente en Chile
Alen Lauzán, caricaturista cubano residente en Chile

Alen Lauzán es, hoy por hoy, uno de los mejores caricaturistas del mundo hispano y, con el mismo poder de síntesis, con la misma agudeza con las que traza las líneas y escoge los motivos de sus obras, sí, sus obras, porque cada una de ellas es una obra maestra de técnica e ingenio, este joven artista nacido en Cuba responde a las preguntas de Dile que pienso en Ella...

¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?

El mejor de todos, ser joven. No concebía la idea de tener que obrar toda la vida para un monopolio ideológico, social y económico. Tampoco aceptaba que el mundo era peor de lo que intentaban convencerme.

¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?

Trabajar. Intentar vivir, dentro de lo posible, de lo que me gusta hacer. Y por supuesto, libertad de creación.

Caricatura de Alen Lauzán
Caricatura de Alen Lauzán

¿Qué encontraste?

Que también existen ñames con corbata que les gusta censurar, pero encontré además muchas formas de burlar la censura y lugares donde publicar sin ñames.

¿Qué has aprendido durante el proceso?

Que lo mejor que hice fue irme, el dejarme llevar por el instinto más básico que tengo: crear.

¿Qué es para ti La libertad?

La libertad plena de creación. Cuando se alcanza esa libertad, sin auto censura ni prejuicios, se llega a un estado de placer total. Sobre todo cuando sabes que dicha libertad le molesta a los censores.

¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria? ¿Piensas a menudo en “Ella”?

Nunca tuve un concepto patriótico claro, tampoco me entusiasmaban los motivos patrios. No aceptaba, por ejemplo, que la flor nacional fuera la Mariposa, ni la explicación del por qué lo era. Creo que lo es más el guisaso, por indeseable. No me gustan los nacionalismos ni sus símbolos. Y no en una, pienso en muchas Patrias, en todas las que no han estado mis pies e intenta olvidar mi mente.

María Eugenia Caseiro: "El concepto de Patria no cambia, lo que cambia es la Patria en sí"

María Eugenia Caseiro
María Eugenia Caseiro

Mujer que no negocia con sus pricipios, narradora de aguda comprensión, poeta de fina urdimbre, todo eso y mucho más puede definir a María Eugenia Caseiro, huésped de lujo en este rincón para los transterrados que es Dile que pienso en Ella..., desde el cual, artistas e intelectuales nacidos en Cuba y dispersos por todo el orbe, nos cuentan sus experiencias como expulsados del "Paraíso".

¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?

De Cuba no me hubiera ido nunca a no ser por las “malditas circunstancias”. Es claro que a muchos nos gusta viajar, conocer el mundo, y eso era prácticamente imposible allí, así que tampoco pensaba en ese tipo de viajes; ahora, salir de Cuba para vivir en otro sitio desvinculado de mi niñez y mis raíces, no, eso no se hubiera dado si en mi país pudiera vivirse sin tiranía.

La vida casi nunca es como uno desea o como se la imagina, y la mía, en mi propia tierra, se desenvolvía de forma bastante inesperada. Nací unos años antes de la estampida rebelde, para ser exactos en 1954. Aunque era muy niña, me tocó ver parte del antes. El después fue toda una gran mentira y una controversia irremediable, una fatalidad, una burla, y esto, en extracto, aparece en “Comparsa siniestra”, el cuarto volumen de una serie de libros de cuentos que publiqué recientemente.

Como una pequeña dosis de mi historia, diré que en mi casa no me permitieron ser pionera y mi padre nunca me dejó ir a una escuela al campo. Así fui campeando gracias un buen expediente académico; claro que esto no duró mucho y el asunto de nuestra adaptación al sistema terminó (circunstancialmente): me botaron del preuniversitario. Fueron tiempos duros. Más tarde me casé, tuve hijos, terminé mis estudios y empecé otros; aún así, nada pudo frenar lo que me esperaba, y lo que me esperaba era el encarcelamiento de mi esposo.

Ya mi hijo mayor comenzaba a rebelarse y la maestra, de manera sutil y en más de una ocasión, me daba a entender que había que sacarlo del país antes de que fuera tarde. No relataré la forma en que logramos salir de Cuba, sólo diré que no fue lo más idóneo para una madre con hijos pequeños. Ya el hecho de separarnos como familia fue devastador. En todo momento peligrábamos, así que cuando mi esposo salió de prisión hubo que adelantar su salida. Lo hizo llevándose consigo a nuestro hijo mayor que acababa de cumplir 14 años y ya se avecinaba a la famosa edad militar.

Cualquiera que haya tenido que separase de un hijo podrá comprender mi incertidumbre. Su bienestar estaba en juego. Me tocó quedar atrás con mis otros dos hijos por un tiempo que parecía eterno; cuánto peor, si luego de una tortuosa espera que tampoco relataré, mi esposo logró sacarnos por un tercer país, de manera que aún no era tiempo para reunirnos. Tiempo de angustia, pero no me arrepiento. Estoy donde me recibieron y donde nos permitieron reconstruir una vida como familia, donde nos invitaron a alcanzar el sueño americano, donde conseguimos ese sueño y también donde han muerto mis mayores y nacido los nuevos pilares de nuestra sangre.

¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?

Nunca estuve ajena a lo que me esperaba del otro lado. Ya mi tío abuelo había surcado el tramo de la desintegración familiar y pasado por otras tierras y vicisitudes antes de alcanzarlo. Contrario a lo que algunos cubanos presumían desde estas tierras, mi tío nos regaló entre cartas y fotos una verdad manifiesta. La verdad del trabajo tesonero y remunerado, era a su vez la verdad del poder, el poder del compromiso social y el respeto a la dignidad.

Con tales premisas no hubo sorpresas. Es innegable que lo mismo que para él, para mí también vendrían etapas nuevas, no por nuevas dejarían de ser difíciles. La separación familiar no es un evento que se supera como no sea con entereza y algo de fe en el futuro; ese futuro cuya parte incierta pudo bien ser la esperanza del reencuentro, un rencuentro que por suerte tuvo lugar. Salir adelante fue una prueba más. Aquí estamos desde hace más de tres décadas y muy agradecidos de contar con la ciudadanía del país que nos recibió primero y nos conquistó después.

¿Qué encontraste?

La respuesta podría estar implícita en la réplica a la pregunta anterior; sin embargo digo haber encontrado que mi relación con la vida era diferente a la que tenía en mi país. Hoy mi país es éste, Estados Unidos de América; mi Patria es aquella, Cuba. Encontré muchas cosas que despertaron mi admiración: las escuelas y las carreteras eran como los altares de la democracia y sus vías de desarrollo y comunicación; eso a primera vista.

Había mucho para empezar y todo era un sueño en medio de una tristeza enorme, porque no había manera de vivir un sueño pensando en aquella parte de mí que había quedado atrás. Encontré un lugar en el que no se teme a la justicia ni a la ley, porque temer a la ley implica un desconocimiento absoluto de la verdad donde se practican la justicia y la ley. Encontré que había bastante por hacer y mucho que aprender para salir adelante. En fin, encontré un mundo con retos, pero con muchas oportunidades para mis hijos y hasta para mí. Pero sobre toda cosa, me encontré.

¿Qué has aprendido durante el proceso?

He aprendido al menos una ración de todo lo que quisiera y más que decir he aprendido, me toca decir agradezco. Una cosa sí tuve que aprender a fuerza: me determiné a no volver a “la más hermosa que ojos humanos…”; es algo que me impuse y he aprendido a adaptarme a esa terrible condición. Espero poder seguir determinada en ello hasta que, si llego a verlo alguna vez, aquélla sea libre.

¿Qué es para ti La libertad?

La libertad es el traje que todo ser humano debe llevar puesto sin que le obliguen a quitárselo, a ocultarlo en un closet; es el camino que conduce a todas partes si se emplea con decoro; es el tiempo de ser uno mismo sin bochorno y sin grilletes; es la paloma que tenemos en el alma y en la imaginación para volar sin compromiso y posarse al fresco y a la sombra del sendero elegido a la hora de descansar en paz.

¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria? ¿Piensas a menudo en “Ella”?

El concepto de Patria no cambia, lo que cambia es la Patria en sí, o sea, la que uno lleva enraizada no es alterable y esto hace referenciarla en dependencia de tu origen y de tus valores. La Patria como producto de los grilletes impuestos, es la Patria imposible. Diría que mi Patria es la posible y la imposible es un producto atroz que quisiera desconocer. De igual manera esa es Cuba, una Cuba en la que no se deja de pensar. La llevo conmigo a donde quiera, la transpiro sin darme cuenta. Puede que haya una diferencia entre quien salió de su tierra hace más de tres décadas y nunca regresó; es mi caso. Una franja cubierta con la neblina de la añoranza por otro tiempo que ya no es el mismo, que no existe hoy y que no es recuperable. Lo sé porque me crié en una familia de emigrantes españoles que nunca regresaron a España. Mi bisabuela soñaba con su Castilla de jovenzuela. Yo que escribía las cartas a los primos sobrevivientes, intuía la diferencia entre el presente de los parientes de allá y el pasado de los que tenía tan cerca. Creo que ellos todos murieron pensando en su terruño. Yo también moriré pensando en Cuba.

“… y mientras tenga en mis venas sangre

te seguiré queriendo, te seguiré adorando

y serás para mí todo mi corazón.”

(El fiel enamorado, de Paquito Portela)

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