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Wesley Pruden: La gracia asombrosa de la mañana de Navidad


Amazing Grace apareció impresa por primera vez en el himnario Himnos de Olney.
Amazing Grace apareció impresa por primera vez en el himnario Himnos de Olney.

El autor de "Amazing Grace", el himno más cantado en la cristiandad, fue traficante de esclavos y un malvado empedernido. Caído en desgracia, se humilló, fue rescatado y renació...en Cristo.

La gracia asombrosa de la mañana de Navidad

Por Wesley Pruden, The Washington Times, 25 de diciembre de 2012

Los centros comerciales y las principales avenidas ya han enmudecido. Los timbres de las cajas registradoras y el alegre griterío de los niños son sólo ecos fantasmales en calles silenciosas. Pero el niño Jesús nacido en un pesebre hace 2.000 años vive, libera el corazón del pecador y transforma la vida del envilecido.

Nada ilustra más vívidamente la historia auténtica del poder redentor del mensaje de Navidad que la increíble vida de un inglés y traficante de esclavos llamado John Newton.

Newton nació hace 300 años en una familia marinera de Liverpool. Su madre era una mujer piadosa, cuya fe daba sentido a su vida. Ella murió cuando John tenía 7 años, y él siempre recordó la voz suave y tierna de su madre mientras oraba como la más dulce remembranza de su infancia.

Su padre se volvió a casar, y John dejó la escuela a los 11 años para hacerse a la mar con él. Fácilmente adoptó la ruda vida de los marineros, aunque el recuerdo de la fe de su madre permaneció. Muchos años después recordaba que, si bien reconocía que la fe religiosa puede ser importante, " me encantaba el pecado".

Estando de permiso en tierra, fue capturado por una pandilla para otro barco, el HMS Harwich, donde su vida empezó a ser más penosa. Huyó, fue capturado, encadenado, desnudado ante el mástil y azotado sin misericordia. "Por todas las apariencias el Señor me había abandonado a la penuria. Yo era entonces capaz de cualquier cosa, no sentía el menor temor a Dios, ni la más mínima sensibilidad de conciencia. Estaba firmemente convencido de que, después de la muerte, simplemente dejaría de existir".

El Harwich lo canjeó a un barco negrero, en ruta a África Occidental para recoger cargamento humano. "En este período de mi vida", reflexionaría más tarde John, "yo era bastante malvado y, como un apestado, era capaz de propagar mi maldad dondequiera que fuera”.

John le cayó bien a su nuevo capitán, y éste lo llevó a su casa en una isla frente a la costa de Africa, donde se había aparejado con una cruel princesa africana. Ella sintió celos del joven, y cuando John cayó enfermo y el capitán se hizo de nuevo a la mar, él quedó al cuidado de la mujer.

Apenas hubo desaparecido en el horizonte el HMS Harwich, ella le echó en una pocilga, le vendó los ojos y le dejó allí para que pereciera en su delirio. No sucumbió, pero permaneció encadenado dentro de una jaula, donde le alimentaban con los mismos desperdicios que a los cerdos. Luego se corrió la voz de que una mujer negra tenía un esclavo blanco, y muchos llegaban a burlarse de él. Le lanzaban limones y piedras, burlándose de su desgracia. Habría muerto de hambre, de no ser porque algunos esclavos a la espera de ser llevados a las Américas compartieron con él sus escasas sobras de comida.

Pasaron cinco años antes de que el capitán regresara. Cuando John contó cómo le habían tratado, le dijeron que era un mentiroso. Reembarcado finalmente en el HMS Harwich, recibió a bordo un trato todavía peor. Sólo le permitían comer las entrañas de los animales que eran sacrificados para alimentar a la tripulación. "La travesía acabó por quebrantarme", recordaría luego, "y sus efectos siempre quedaron conmigo como un necesario recordatorio de la retribución del pecado”.

Como el Job bíblico, se había convertido en un imán para la adversidad. Su nave se estrelló contra los arrecifes, y en medio de su naufragio, después de haber llevado una vida de hostil indiferencia al Evangelio, desesperaba por que prevaleciera la misericordia de Dios. "Durante el tiempo que me dediqué a la trata de esclavos"--recordaría después-- "nunca tuve el menor escrúpulo acerca de su ilegalidad".

El pecador salvaje, el blasfemo arrogante, aquel que se burlaba de la fe de otros, fue puesto de rodillas: "Mi oración era como el graznido de los cuervos que el Señor, sin embargo, no desdeña escuchar”. Milagrosamente, fue rescatado, y regresó a Inglaterra para reflexionar sobre la misericordia que el Señor le había mostrado, a pesar de su vida sin Dios y sin Ley. Tras su regreso, le subyugaron las prédicas de George Whitefield y la influencia de John Wesley, y por fin, arrepentido y lleno de fe, renació a una nueva vida en Cristo.

John Newton falleció el día de Navidad de 1807, a la edad de 82 años, dejando un deslumbrante testimonio del milagro que nace de la Navidad. "Encomiendo mi alma a mi Dios clemente y Salvador, quien misericordiosamente me perdonó y protegió cuando yo era un apóstata, blasfemo e incrédulo; y me libró en la costa de África de ese estado en el que mi obstinada maldad me había sumido". Su testimonio, musicalizado, se convertiría en el himno más amado de la cristiandad:

Amazing grace, how sweet the sound
That saved a wretch like me.
I once was lost, but now am found,
Was blind, but now I see.

(Maravillosa gracia, dulce murmullo
Que salvaste a un corrompido como yo
Estuve perdido, mas ahora encontrado,
Ciego estuve, pero ahora puedo ver)

(Nota: "Amazing Grace" fue escrito por John Newton para ilustrar un sermón en el día de Año Nuevo de 1773. No se sabe si hubo entonces música para acompañar los versos. La letra ha sido adaptada a más de veinte melodías, pero la más conocida y frecuente fue unida al poema en 1835. Jonathan Aitken, biógrafo de Newton, estima que el himno es cantado cerca de diez millones de veces cada año).

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